CAPITULO: 9

21 0 0
                                    

Rose

“El amor más puro es aquel que es correspondido” Atenea.

***

—El amor está sobrevalorado.

—No, precisamente.

—No te conformas con nada, ni nadie, ¿Verdad?

—Si me confirmara, ¿Quien sería?

Una sonrisa cínica se dibujó en su rostro.

—Es bueno disfrutar de los placeres, pero no tanto. El amor como el placer pueden irse como vinieron—dice leyendo uno de sus libros más antigüos.

Rodeé los ojos.

—Amar es amar, Fedora.

***


Su forma de besarme fue posesiva hambrienta e incluso desesperada como un depredador atacando a su presa. Sus labios cálidos y carnosos, dulces, suaves, como un beso dominante o bipolar. Hace tiempo escuché a una mujer en una de las reuniones distinguidas de la casa presidencial decir que un beso bipolar contiene emoción, desesperación, tristeza, deseo y posesión. Un beso que te llevaba hasta el infierno y lo que no era infierno también.

Esa mujer tenía toda la razón, un beso bipolar lo era todo. De inmediato introdujo su lengua y sentí tanta excitación.

¡Por los Dioses y Atenea! ¿Realmente perderé mi virginidad con Atlas Morgan? Un hombre mujeriego, arrogante, prepotente y diabólicamente sexy. ¿Acaso es un sueño,? Aunque no lo era, a pesar de todo.

Noté con rapidez como se apoderó de mi boca jugando con ella. Rodeé su cuello para mantenerlo fijo. Sentí un delicioso y excitante cosquilleos en el vientre; así era el placer que me daba que sentía tantas emociones juntas.

El éxtasis de ese beso me hacía temblar mis delgadas piernas, sus manos hacían travesuras en cada parte de mi cuerpo con caricias, mis piernas se errollaban en su cintura y con los talones hice presión en su hermoso trasero para estar más cerca de su cuerpo. Mi corazón se aceleró en cuanto sintió su erección rozar mi húmedo sexo y tomé una bocanada de aire para aguantar su arrebatador beso.

Dejó de besarme y me miró fijamente.

—¿Estás segura?

—¿Tú lo estas?

Una sonrisa se dibujó en su rostro y volvió a besarme con más intensidad.

Mi mente se nublo ante semejante placer y mi cuerpo solo reaccionó a sis caricias en mi boca. Llevó sus manos a mis caderas para que me restregara ante su erección, lo que hizo que dejara salir un jadeo en su boca.

Sus manos llegaron hasta mi camisa dirigiéndose hacia mis pechos y los masajeo con delicadeza, volvió a rozar su pene contra mi sexo y gruñi sin advertencia.

En ese momento, las palabras de Atlas en decir que era un demonio se me vino a la mente y ahora que lo pienso era un demonio que vino a llevarse mi alma.

«Quiero sentirte dentro de mi, Atlas Morgan»

Su lengua se deslizó sobre la mía, su sabor, su olor y todo de él me había sentir tan débil y frágil. Mi cuerpo comenzaba a quemarse por dentro como por fuera. 

LA SACERDOTISA Where stories live. Discover now