CAPITULO: 4

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Atlas

"La oscuridad nos lleva al cielo o infierno" Atenea.

Intento escapar de la oscuridad, de aquella sombra que me rodea y me asfixia cada segundo, pero no logro escapar ni siquiera de respirar. Mi vida estaba apunto de arrodillarse a la muerte, pero una ola de recuerdos se abalanzaron sobre mí, haciendo que resistiera a semejante oscuridad.

Escuché su voz a lo lejos llamandome, pronunciando mi nombre con tan delicada voz, sus labios me hacían recordar la primera vez que tocaron los míos y se refugiaron en ellos.

Siento la calidez y su aroma embriagador a rosas.

-Despierta, mi amor.

Desperté de golpe.

Mis mejillas estaba ardiendo, pues, mi amada esposa se atrevió a despertarme con una bofetada.

-Que tus manos benditas sean de angeles-cite.

Bolton me llevó hacia la habitación para descansar, la bofetada innecesaria de Rose aún seguía doliéndome, pero la chica lo hizo apropósito aprovechándose de mi desmayo para desquitarse por lo menos de una pequeña parte de mí. Al entrar a la habitación, miré alrededor y las cortinas estaban abiertas, ordené inmediatamente a Bolton mi hombre de confianza para que las cerrara. No me gustaba tener las cortinas abiertas, necesitaba oscuridad en mí, para sentirme cerca de lo prohibido.

-¿Quién ha abierto las cortinas?

-La sacerdotisa Pierce-acusó Inés.

Sí, claro que debió ser ella. Me senté en la cama, mientras que Inés me ayuda a quitarme la ropa ensangrentada.

El jardín sagrado se había vuelto un baño de sangre entre sacerdotisas y demonios. Aun no comprendo cómo es que llegaron a burlar nuestra seguridad, aunque las hermanas Morrison y yo pensábamos lo mismo. Un traidor entre nosotros, pero ¿quién sería?

Rose entró a la habitación.

-Abran las cortinas-ordeno.

-Usted, no ordena aquí-dice Inés molesta.

Vi la mirada furiosa de la chica

-Déjennos-digo sin mucho esfuerzo en mi voz.

Tanto Inés como Bolton se marcharon. Rose por otro lado, tenía una cara de amargura, no era precisamente lo que esperaba en este día.

-Todo es oscuridad aquí, Atlas. No me gusta.

La miré fijamente.

En oscuridad he vivido toda mi vida y no me he quejado, al contrario, la he sabido controlar.

-La oscuridad puede ser más atractiva que la luz.

Fui a darme una ducha, la tina estaba recién usada por ella, la llené de agua fría y me sumergí en ella por completo.

Cierro mis ojos e intento borrar el día de hoy, al menos hasta que llegaron los demonios a atacarnos. Diez minutos después, salí del baño y me visto de inmediato para bajar a ver a Sasha gracias a ella me encontraba sin ningún rasguño. Al descender las escaleras, vi aun lado de la sala de estar a Rose, Con los brazos cruzados mirando frente a ella a las hermanas Morrison siendo consentidas por Inés, la mujer adoraba a las sacerdotisas como a unas hijas.

LA SACERDOTISA Où les histoires vivent. Découvrez maintenant