CAPÍTULO: 11

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Rose

“El corazón herido tiende hacer peligroso” Atenea.

-Como jefa de tu seguridad, es mi deber darte lo mejor de lo mejor-dice Amanda.

-Ok-digo confundida.

-Desde el monasterio rojo he traído a las mejores Sacerdotisa del nuevo mundo y no exagero.

Claro que no exageraba, las Sacerdotisas del monasterio rojo, tenían a las mejores, se les conoce por ser obedientes y leales hasta la muerte.

-Buen trabajo, Amanda.

Amanda sonrió, tomando un sorbo de su té. Eran las 10 de la mañana y Atlas ni siquiera se había aparecido, ni siquiera durmió en casa.

-No tienes porqué. Además, tienes que ir buscando el símbolo del cuál las marcarás.

«Marcar, esa era la parte que no me gustaba». Por ser la esposa de un superior, tenía derecho a una seguridad propia.

-Esa es la parte que no me gusta.

Amanda me miró detenidamente.

-Esa es la regla, todos deben de tener sus marcas para identificar que superior pertenecen.

Duramos un buen rato hablando hasta que tuvo irse, fui a la habitación a descansar y entonces de reojos ví el cesto de ropa sucia, de mi ropa, maldita monja de mierda. Salí molesta y caminé hacia la cocina.

-¿Porque aún mi ropa sucia está en el cesto, Inés?

-Debe ser porque aún no la ha lavado.

-¿Y no piensas lavarla?

-No tengo porque hacerlo.

Bruja de mierda.

-¿Qué?

-Lo que escucho, y no me distraiga que estoy preparando el almuerzo.

Sentí una rabia inmensa.

-En ese caso, no nos sirve para nada.

Inés dejo de picar los vegetales y me miró con frialdad.

-Cuide su lengua-dice con un tono frío-Si pretende deshacerse de mi...no pierda su tiempo.

Empuñe mis manos como puño de hierro.

-¿Que le he hecho? ¿Porque me trata tan mal?

Una sonrisa maliciosa se dibujó en ella.

-Usted no es más que una...chica estúpida quien tiene la fortuna de estar con un superior-continúo-No es más que un florero de casa.

Esas palabras me hicieron sentir un profundo malestar y enojo como si ella supiera aunque de seguro que si, sabía la razón por la cuál...Atlas Morgan se casó conmigo y lo usara en mi contra.

-¡Largo de mi casa!

Una risa burlona salió de sus labios.

-Mejor váyase que tengo mucho que hacer.

Ella no me tenía ni un respeto.

-¡Es una maldita!-exclamé.

Me miró con determinación y entonces no lo ví venir. Un ardor se sintió en mi mejilla, la maldita bruja me dió una bofetada.

LA SACERDOTISA Where stories live. Discover now