PRESENTE - EMERGENCIA

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—Hecho, Medina. La caja es tuya. —anunció el experto, interrumpiendo su conversación con Maite y Mane.

—Bien. Sácame todo el contenido y ponlo sobre esa mesa, por favor. —señaló.

La pelinegra apretó la mano de su esposo con fuerza, pues sentía mucho miedo a que la reputación de su papá se arruinara todavía más, especialmente ahora que estaba muerto y no podría defenderse. En respuesta, él le dio un beso en la cabeza.

Lo único que había, eran documentos y más documentos.

—¿Y eso? —Maite frunció el ceño.

—Justamente voy a averiguarlo ahora, pero necesito quedarme a solas para poder trabajar.

Mane asintió entendiéndolo. Por su parte, Maite agradeció y se retiró junto al juez.

A solas, se puso a revisar documento tras documento. De pronto, agarró el siguiente folder y, al abrirlo, se encontró con una foto muy curiosa.

—Ah, caray... pero miren nada más a quién me vengo a encontrar justo acá. —complacido. —Mi estimado amigo Kike Pineda... Luis Enrique Pineda: estafador. Pesa sobre él una demanda hecha por el presidente municipal, Marcelo Renaud, quien lo acusa de haber intentado sacarle una gran suma de dinero a través de engaños...—serio, negó con la cabeza. —Por lo que veo, no has aprendido nada, Pineda, sigues siendo el mismo criminal que una vez encarcelé.

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—¿Dónde estabas? —al verla entrar en el cuarto, pausó el trabajo en su laptop.

—¿Cómo viste a nuestra hija hoy?

—Vi que extrañaba a su mamá como siempre. Y como siempre, tú no estabas para ella.

—Estaba en el club. ¿Qué, no me digas que ahora TÚ vas a empezar a celarme y a desconfiar de mí? No seas cínico, por favor.

—No, es curiosidad nada más. Es que mi hija me pidió que te llamara porque quería verte y cuando lo hice, nunca me contestaste.

—Apagué el celular porque tenía muchas cosas en las que ponerme al día con mis amigas. Eso fue todo. —ahí, dio media vuelta para ir a ponerse la pijama.

—Espérate...—con delicadeza, la tomó del brazo y la miró fijamente. —¿Te pasa algo? Te veo rara.

—Por supuesto que estoy bien. —su voz salió entrecortada y se tambaleó un poco. —Por supuesto...—sin más, se fue al baño.

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Estaba durmiendo en su cuarto cuando, de repente, escuchó un sonido que hizo que se levantara al instante, para ver qué había sucedido. Cuando descubrió a cierto hombre parado junto a la cama, quedó ojiplática.

—¿Tú qué estás haciendo acá? ¿Cómo entraste?

—Se dice el pecado, pero no el pecador, Mabel. Lo que importa, es que estoy acá... Era esto lo que querías, ¿verdad? —empezó a acercarse despacio. —¿Estar entre mis brazos? —de un solo golpe, se sacó la camiseta de la pijama y se subió a la cama con cuidado.

Más Allá de las MinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora