PRESENTE - LIBERTAD

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---—No sabes lo bueno que es que estés acá justo ahorita porque necesito darte una noticia que me tiene muy feliz

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—No sabes lo bueno que es que estés acá justo ahorita porque necesito darte una noticia que me tiene muy feliz.

—Eh... está bien. —algo confundida. —Buenos días, señorita. —se abrazaron y se dieron un beso.

—Annie, supe que anoche te pusiste muy nerviosa, pero por suerte todo salió bien. ¿Cómo estás ahora?

—Muy bien. Muchas gracias. Como tú dijiste, fueron solo los nervios. Tuve que tomarme un té, porque se me bajó la presión y todo, pero nada serio.

—¿Quieren café, señoritas? Puedo bajar y traérselos.

—No, Marú, gracias. De hecho, solamente vengo a darte esto. —le entregó una carpeta de pasta dura.

—¿A mí? ¿Qué es? —más confundida aún, miraba esta en sus manos.

—Nada menos de lo que te mereces. Entre todos los documentos que sacó Kike de la caja fuerte, encontró tu declaración jurada; la misma con la que te tenían esclavizada. Eso se acabó... Estás libre.

La pelirroja y la rubia esbozaron una sonrisa de ternura al notar cómo se le cristalizaban los ojos de emoción.

—No puede ser... Es que ya adoro a ese Kike. Acaba de darme una de las alegrías más grandes.

—Créeme que te entiendo. Estar libres es uno de nuestros tesoros más grandes.

—Ay, dueña y señora, ¿puedo darle un abrazo?

—Por supuesto que sí. Ven acá. —la envolvió en sus brazos.

—Que Dios la bendiga porque usted es una santa. —con lágrimas en los ojos, se fue separando.

—No lo soy...—sonrió levemente —y tutéame. Todo lo que estoy haciendo es ser justa y leal con mis amigos. ¿Y sabes qué más? Vas a poder venir a vivir a The Fortress con todos nosotros.

—No, Dulce, a partir de ahora es que podemos usar todo esto a nuestro favor, sobre todo porque no tengo que tenerle más miedo. Vamos a dejar que siga pensando que soy su esclava. —esbozó una sonrisa malvada. —Podré seguir espiándola desde las sombras.

—¿Segura que quieres arriesgarte a hacerlo?

—Sin duda alguna. Solo que primero... voy a librarme para siempre de esta maldita pesadilla.

Anahí sostuvo la carpeta por ella.

—Adiós a la esclavitud y a las humillaciones de Krieger...—empezó a romper el papel en pedacitos.

Al terminar, abrazó a Roberta y a Anahí mientras las lágrimas de felicidad ridaban por su cara.

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De la mano con el menor, llegó a la sala, mientras Jenny la ayudaba con las maletas.

—¿Estás segura? —preguntó con una mirada suplicante.

Más Allá de las MinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora