77. Miel

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Narra Aly

—Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti— escuché entre sueños. Abrí los ojos y me encontré a mi esposo frente a la cama, sin camisa, sosteniendo un pequeño pastel de chocolate entre sus manos, que en el centro tenía una de esas velas de vengala.

—Amor—froté mis ojos y me senté en la cama.

—Pide un deseo, preciosa.

Sonreí y cerré mis ojos pensando en mi deseo, mi deseo más preciado en este momento "Ser madre. Tener mi propia familia feliz".

Esperé que la vela se apagara, porque no podía apagarla soplando.

—¿Pediste tu deseo?— miré a Diego, que se sentó a mi lado. Asentí, sabía que él sabía lo que había pedido.

—Así es. Pedí que pronto tengamos nuestra propia familia...— me miró y sonrió un poco— Ya somos una familia, pero sabes a lo que me refiero— sentí su mano sobre la mía y por inercia dejé de hablar.

—Se perfectamente a lo que te refieres amor, y te aseguro que voy a ayudarte a cumplir ese sueño— lo miré dos segundos y reí por el doble sentido de su oración.

—Te amo— lo besé.

—Te amo, y amo verte sonreír de esa forma otra vez— acarició mi mejilla— Pero bueno, hora de darle la mordida a tu pastel.

—No me lo vayas a embarrar por toda la cara, por favor— el rió y yo le di la mordida— Esta delicioso.

—Que bueno que te gustó, toma— me entregó una cuchara— Termínatelo y ponte linda, que iremos a dar un paseo.

—¿Se puede saber a dónde?

—Es una sorpresa— se paró de la cama y me dió un beso— Nos vamos en una hora.

Terminé el pastel lo más rápido que pude, para poder meterme a la ducha y terminar justo una hora después.

Como no sabía a donde iríamos, decidí ponme un vestido blanco con flores lilas que me llegaba un poco más abajo de la rodilla.

Me puse también una sandalias blancas y mi bolso color lila, estaba lista.

Bajé a la sala donde se encontraba Diego sentado, en su teléfono. Cuando me vió bajar, puso toda su atención en mi.

—Te ves preciosa— sonrió y yo también, porque me sonrojé.

—Gracias, tu también te ves muy precioso— tomé uno de sus cachetes y lo apreté levemente sacando una sonrisa de sus hermosos labios.—¿Nos vamos?

—Claro que si.

Fuimos al auto y Diego condujo a la ciudad, paramos en un lugar, me limité a hacer alguna pregunta o comentario, como quiera sabía que Diego no me iba a decir.

Me di cuenta que estábamos en el Museo Nacional de Arte. Siempre había querido venir aquí.

Diego le dijo algo al chico de la entrada y sin problema nos dejó pasar.

—Wow— fue lo primero que dije al entrar, siempre había visto fotos pero sin duda en vivo era mucho mejor.

—Es bonito, ¿no?

—Muy bonito. El estilo barroco siempre me ha parecido muy hermoso y elegante.

Cuando estuvimos en las famosas escaleras, me percaté de algo muy extraño, no había gente, éramos los únicos en el lugar.

—Oye...—llamé la atención de Diego mientras veía todo el lugar vacío— Hay algo raro, ¿no crees?

—No, ¿cómo que?

—¿La gente? ¿Dónde esta?— sonrió.

—Ah, si. Alquilé el lugar— dijo como si nada.

—¿Qué? ¿Hablas en serio?— pare de caminar. Me miró.

—Si preciosa.

—Ay—exclamé con ternura— Eres el mejor—nos besamos.

—No es nada, para mi princesa lo que sea. Sabía cuánto querías visitar este museo por su arquitectura tan especial, y no quise nadie te molestara, así que lo alquilé.

—No se como puedo pagarte todo lo que haces por mí, eres increíble.—empecé a ponerme melancólica.

—Amor, no llores— tomó mi cara con ambas manos— Porque aun falta lo mejor.—reí.

—No me digas eso.

Seguimos recorriendo el museo, haciéndonos fotos increíbles, hasta que dieron las dos de la tarde. Ya habíamos recorrido todo el museo, así que decidimos irnos del lugar.

—Tengo mucha hambre— dije.

—Si, yo también. ¿Qué te parece si comemos en la casa?—no era que me molestara que comiéramos en casa, pero era extraño que en una fecha especial, Diego quisiera comer precisamente en casa, en el lugar donde comemos y estamos SIEMPRE.

—Si, como quieras— le sonreí.

Al llegar a casa, bajamos como de costumbre y abrí la puerta.

—¡SORPRESA!— gritaron todos al unísono. Me quedé en shock.

Estaba todos, el equipo con sus respectivas familias, mi papá, la familia de Diego y también estaba ¿mi familia? Reconocí a Sarah, mi prima con la que jugaba cuándo éramos pequeñas antes de mudarnos aquí.

Ahora entendía todo.

Los salude a todos y les agradecí mucho el estar aquí acompañándome en un momento especial, pero sobre todo, tan difícil.

Diego dijo que era momento de pasar el jardín trasero. Al salir me di cuenta que había varias mesas decoradas de una forma muy linda, además había una mesa destinada solo para dulces y bocadillos.

Comimos por fin, pasta, lasagna, pizza, tacos, de todo.

—Abre tus regalos— dijo Diego señalando detrás de mí, había una mesa llena de regalos.

Los abrí, me regalaron ropa, accesorios, makeup, entre otras cosas que me fascinaron.

—Okay, va mi regalo— Diego se paró de su asiento y se metió a la casa, yo lo esperé ahí con una sonrisa, no sabía que cosa podría regalarme que no pudiera estar en la mesa de regalos.

Regresó con una caja algo grande en sus manos y la puso en la mesa.

—Feliz cumpleaños, amor— sonrió, yo le di un abrazo y después abrí la caja. Lo que vi adentro, juro que fue la cosita mas bella.

Era un perrito, un pomerania, color miel, lo que siempre había querido.

Mis ojos se cristalizaron, lo tomé en mis brazos y lo abracé. El pequeño perrito comenzó a lamer mi mejilla.

Después de eso, fui con Diego a abrazarlo y a agradecerle tan significante detalle. Siempre había querido un perrito, y ahora lo tenía.

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Amamos al perrito de Diego. No se cual es su nombre y siendo sincera, no me di a la tarea de buscarlo, pero decidí ponerle Miel porque es muy adorable.🍯

Amor prohibido [Diego Lainez]Where stories live. Discover now