La Tierra Media, de esplendor inconmensurable, árboles con hojas color verde oscuro, otros con hojas verde tierno se mecen al compás de la brisa, la tierra debajo de estos se moteaba de la sombra de las temblorosas hojas. Las flores amarillas, brota...
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Esa noche bajo la amabilidad de los elfos de Lórien, durmieron y comieron. Los hobbits dormían en un *flet, mientras que el resto de la Compañía dormía en otro. Stella no parecía poder encontrar el sueño, así que se incorporó, recostandose al tronco del árbol, alzó su cabeza observando como las hojas del árbol se movían al compás del viento. A veces cuando se movían, podía verse un pedazo del cielo estrellado sobre ellos:
— ¿No puedes dormir? — preguntó Legolas en un susurró sentándose junto a ella.
— No, ¿y tú? — preguntó Stella.
— He visto a una bella dama en apuros somnolientos y he decidido hacerle compañía — dijo sonriéndole.
Las mejillas de la chica se ruborizaron, y ella suspiró tratando de calmar el creciente golpeteo de su corazón ante la cercanía del elfo, pasaron unos minutos en un cómodo silencio y por fin ella habló:
— Ha sido un día largo — dijo cerrando sus ojos tratando de que el sueño llegara a ella, su sombrero descansaba en su regazo.
— ¿Qué es eso?— preguntó Legolas haciendo que ella abriese los ojos y siguiera su mirada hacia su cuello, donde descansaba el collar regalo de su familia, Legolas nunca había visto nada igual, era como si un pedazo del cielo estuviese encerrado en la pequeña bola que colgaba del cuello de la chica, que no era un poco más pequeña que la distancia del inicio del dedo índice a la primera falange de este.
El collar consistía de una pequeña esfera y dentro de esta habían nubes y un cielo azul
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Stella desabrochó el collar sosteniendolo en su mano para que el elfo lo viese:
— Un regalo de mi padre — dijo ella mostrándoselo — Me lo dio antes de ir a la uni- unos años antes de venir aquí, fue cuando me lo dió.
Legolas reparó en la forma en que parecía ocultar algo sobre su hogar, algo que ya había notado antes, pero no quiso presionar, aún así no entendía que podía ser tan malo sobre el lugar donde provenía que hiciera no contarle sobre este.
— Nunca había visto nada similar — dijo él volviendo a la conversación — ¿Es común en tu aldea?
