Capítulo 31

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Se siente raro despertar en mi antigua cama, en silencio, con la luz del sol atravesando mis cortinas y con el cabello pegado a la nuca, empapada en sudor.

Sin camiones tocando sus bocinas o el sonido chirriante de los motores. Supongo que me acostumbré al sonido de la ciudad al despertar.

Se siente raro estar de vuelta en casa, pero todo sea por la salud mental de mamá.

Los ojos se me cierran solos, no tuve una muy buena noche, no pude conciliar el sueño por más que lo intenté.

Y no es algo que requiera de medicina, eso puedo asegurarlo, es paranoia.

No puedo dejar de darle vueltas y no hablo de mi siguiente visita al doctor, que es mañana por cierto, acompañada de mamá y papá.

Es Ashton.

Y mi estúpida lista.

¿La habrá encontrado? ¿O ya se olvidó de ello? ¿Llamará? Ah, cierto, no tiene mi número. No, espera, si lo tiene.

¿Entonces por qué no ha llamado?

Han pasado tres días desde que regresé y aunque parezca extraño las cosas han ido tranquilas, hasta ahora. Mamá ya no llora y papá no está tenso. Estoy segura de que dichos cambios se deben a la intervención de la abuela.

Ella ya sabe lo de mi reciente situación, lo tomó con con su habitual e inmutable madurez.

La abuela siempre sabe tomar las riendas ante cualquier situación. Y cuando papá y mamá se lo dijeron, ella sólo me observó con calma y una sonrisa, entre la tristeza y la tranquilidad, se asomó a su rostro. Mayu no ha hecho ningún tipo de pregunta, ni permanece a mi lado todo el tiempo.

No sabría interpretar qué pasa por su cabeza, pero estoy agradecida con ella.

—Ella estará bien. Nuestra Andy es fuerte —dijo, acariciando mi rostro—. Pero algo como eso no debe ocultarse, hija —me advirtió. Y ahora mismo me estoy preguntando si ya toda mi familia lo sabe.

Lo saben.

Y es que preferiría que no fuese así. Todos querrán intentar ayudar, todos son de gran corazón, pero es lo ultimo que necesito. Quiero normalidad, que me traten como si nada.

Pero ahora sólo queda esperar… Esperar

Un suspiro escapa de mí y me cubro la cara con la almohada. Debo enfrentar a mi familia.

—¡Demonios! ¿Tengo que preocuparme porque Ashton no se ha reportado y las actitudes de mi familia también?

Gruño enojada conmigo misma, por lo ansiosa que me encuentro y me obligo a salir de la cama. Si no bajo a comer en los próximos veinte minutos tendré a mamá en mi puerta.

Me pongo mis pantuflas de conejo, las que no había utilizado desde que dejé de vivir aquí y salgo de mi habitación amarrando mi cabello.

El pasillo está vacío y lo agradezco internamente. Mi hermana seguramente ya debe haber salido con las primas de su edad y Will seguro está en la cocina devorando todo lo que encuentra.

Mi habitación está situada frente a la de mi hermano y la de Melanie está contigua a la mía, la puerta de ella es rosada y tiene fotos de Robert Pattinson. En cuanto a la puerta de mi hermano mayor y ejemplo a seguir, está adornada con imágenes de cómic’s y alguna que otra chica de Anime, él nunca superará esa etapa. Me pregunto si lo hará cuando termine sus estudios y se convierta en el gran abogado que quiere ser.

Nah, no lo hará.

A pesar de ser el mayor, Melanie y yo siempre debemos llevar el control de las situaciones la mayor parte del tiempo. Como la vez en la que estrelló el auto contra el buzón de los vecinos de al lado.

Ruedo los ojos al recordar y me dirijo a las escaleras.

La casa está en todo su esplendor, alegre, limpia y oliendo a desinfectante de Limón, con todas las cortinas abiertas y el aroma a café proveniente de la cocina. Debo admitir, extraño o no, no ha sido tan desagradable.

—Buenos días, bebé —Mamá me saluda apenas piso la cocina. Lleva puesto un delantal, ella, Michel y la abuela preparan el desayuno.

Pero mamá esta al teléfono con una mueca en el rostro.

—¿Todo bien? —Tanteo.

—No, no muy bien, mira —me tiende su teléfono y lo primero que veo es el video de un edificio que estuvo en llamas.

—Mas ataques —digo.

Desde hace unos años han estado ocurriendo ataques terroristas en algunas partes de EE.UU pueden ser lugares grandes o pequeños y siempre que fueron fundados por el gobierno. Es como una especia de revuelta de la muerte.

Son personas malvadas, no les importa herir inocente. Y lo peor es que son impredecibles. Nunca sabes que lugar visitarán, ni qué día.

Podrían incluso venir por nuestra ciudad y aun así no estar preparados.

—Hacía meses que no pasaba —Dile la abuela, pensativa—. Pero lamentablemente no podemos detener nuestras vidas por eso —ella tiene razón, entre mas vueltas le das mas afecta—. Dame eso —le quita el celular a mamá y se lo lleva al bolsillo—. ¿Dormiste bien? —Pregunta mientras pone una taza de café frente a mí.

Sonrío y no hago ningún comentario. Mejor así.

Y trato con todas mis fuerzas de borrar lo que acabo de ver de mi mente.

—Bueno, bueno, tengo que alimentar a este bebé en los próximos diez segundos o el mundo explotará.

Sara, la esposa de Ender entra apresuradamente a la cocina con el bebé en sus brazos, él luce limpio, regordete y adorable… Desearía poder decir lo mismo de ella. Tiene ojeras, el cabello despeinado y estoy casi segura de que la pequeña criatura le vomitó el hombro… Y el cabello.

Yo sólo la observo mientras me tomo mi café.

Pobre.

—Ah, ¿pero a quién tenemos aquí? —Chilla Michel emocionada de ver al bebé—. ¿Te ayudo? —Cuestiona, sacando de una olla el biberón del pequeño.

—¿Harías eso? —Sara suspira.

—Claro que si —responde la abuela y Michel le quita al niño de los brazos—. Ve a bañarte querida, apestas —arruga la nariz.

—Gracias —y con esto sale disparada de la cocina.

—Awww, es tan adorable. —A Michel le encantan los bebés, es sorprendente que aún no tenga uno.

Mamá atrae mi atención colocando un platito con dos galletas.

—Desayunaremos fuera —se muestra dudosa y me mira como si esperase alguna negativa.

Casi lo veo venir.

Recogo una de las galleta y la mordisqueo.

—Todos están fuera —murmura y se vuelve a la cafetera. Busco con la mirada a mi abuela, pero tanto ella como Michel están distraídas con el bebé.

—Todos, —repito—. ¿Hiciste una junta mientras dormía? —Bromeo, con un nudo en el estómago.

—No queríamos que alguno fuese indiscreto si no lo sabía… Y-ya sabes —voltea a verme—. Revisé los papeles que me diste y mañana tienes cita. Papá no podrá ir, pero iré yo, quiero saber cómo es…

—Paola siempre me acompaña, le diré que venga… Iremos con ella.

Mamá sólo asiente y sonríe sin que sus ojos brillen. Está tensa, es algo nuevo para ella, la comprendo, así me sentí la primera vez que fui, las indicaciones, la inyección, el casi imperceptible dolor al principio.

Le sonrío de vuelta, pero sintiendo mi interior resquebrajarse.

. . .

Antes del CieloWhere stories live. Discover now