Capítulo 1: Una pesadilla

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Año 1773. Inglaterra.

Si no lo salvas, te odiaré por la eternidad —Era la amenaza que lo movía apresurado por las calles de Liverpool esa noche sin luna.

¿Dónde estaba? Le costaba moverse ante tal oscuridad y no recordaba las casas que veía.

Había estado corriendo por horas y temía que ya para ese entonces, el chico hubiese muerto.

Escuchó un llanto cerca y se acercó corriendo al lugar. Un jovencito de apariencia pequeña a pesar de su edad se encontraba llorando mientras presionaba su herida sangrante y trataba de sacarse el cuchillo del abdomen.

—¡No puedo morir!, ¡No puedo morir ahora! —Trataba de luchar con sus fuerzas por vivir, pero sus ojos esmeraldas empezaban a apagarse y su cuerpo poco a poco se estaba enfriando—. ¡Debo protegerla!

—Aznaré... —El sujeto que lo buscaba se acercó con cautela, observando al chico sollozar y suplicar a algún ser divino que le salvara la vida—. Tranquilo —Se le acercó y el niño se asustó, queriendo escapar, pero no pudiendo moverse por culpa de su herida—. No te haré daño.

—¿Quién eres tú...? —Le costaba hablar y empezaba a escupir hasta sangre.

—Yo... —El sujeto de ojos amarillos rompió el contacto visual y lo tomó de los hombros, tratando de calmarlo—. No soy nadie importante, pero puedo curarte.

El chiquillo asustado temía que se tratara de una trampa, pero con las pocas posibilidades de sobrevivir a esa herida, decidió confiar, a sabiendas que de todos modos, moriría igualmente.

—Tus ojos... —El niño hizo una mueca de dolor cuando el sujeto extrajo la cuchilla de su estómago y empezó a sacar los pedacitos de tela de su ropa de la herida—. Brillan..., como los míos...

—No preguntes, por favor, estoy aquí de paso —Aquel hombre de apariencia extraña y fina no pasó desapercibida para el pequeño Aznaré, quien detalló sus vestimentas y cabello como si fuese un detective en busca de pistas.

—Es un aristócrata —Mencionó, observando a su vez cómo el sujeto tocaba su herida con cuidado y ésta se cerraba como por arte de magia. Eso lo asustó—. ¡Y hace magia...!

—Te dije que no preguntes —El hombre le habló con desdén mientras limpiaba lo que quedaba de sangre de su abdomen. El niño frunció el ceño.

—No estoy preguntando, pero ahora sí le haré una —Se ganó una mirada molesta de su parte, pero no le importó—. ¿Por qué un aristócrata me salvaría a mí, una escoria callejera a la que todos quieren muerto?

Hubo un silencio largo entre ambos por un momento y el chico sintió un leve mareo por haber perdido tanta sangre. Sin embargo, no apartó su vista de la suya.

—Porque tu madre me lo pidió —Su respuesta lo dejó atónito y hasta boquiabierto. No podía creerse eso.

—Mi madre está muerta, eso no es posible —Aznaré se sintió ofendido en parte, creyendo que aquel extraño lo estaba engañando. El sujeto lo miró con seriedad.

—Eso lo sé, pequeño tonto, pero ella me lo pidió desde el más allá y por eso estoy aquí —Aquello que le decía le parecía una locura. ¿Más allá?, ¿Su madre? ¿Y quién era él?—. Y en el más allá, tu madre no está muerta —Le sonrió con sorna y Aznaré frunció el ceño.

Por alguna razón, el sujeto se le hacía conocido, sentía que lo había visto, pero era imposible, no conocía a nadie así.

O corrección, sí conocía a alguien igual. El sujeto se parecía mucho a él.

Sueños lúcidosWhere stories live. Discover now