Capítulo 11: Secretos y más secretos

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El chico simplemente no podía comprender cómo su padre sabía salirse con la suya. Tal vez necesitaba aprender a engañarlo, ¿Pero cómo engañar a un demonio tan viejo y peligroso como él? Ese sujeto le leía la mente. Algo como eso no era fácil de evadir, menos de ignorar.

Tal vez si pensaba en algo desagradable, algo indecoroso, podría incomodarlo y confundirlo bastante, ¿Pero qué pensaría?

—No me ignores —Le habló, manteniendo la calma—. Todos los niños que están aquí están muertos por tu culpa, ¿No? —Notó que se tensó pero se negó a mirarlo—. Asesinaste a los hijos de tus hermanos. ¿Qué crees que pasaría si uno de ellos tomara venganza?, por ejemplo, él —Señaló a Azael—. Venga y nos mate como tú lo hiciste con sus hijos...

—Yo no asesiné a los hijos de Azael —Logró obtener una respuesta, pero una que le generó más intriga que alivio—. Yo no asesiné a ninguno de esos niños. Sólo hay dos en esa lista y Shemihaza a ti no te puede matar, menos Baraquel, que era el padre de la chica a la que maté. Ese de seguro ni se acuerda de cuántos hijos tiene, ¿Crees que le importaría vengar a esa mocosa?; Shemihaza es más rencoroso, pero no puede hacer nada, es un debilucho comparado a nosotros...

—Y si no los mataste tú, ¿Entonces quién lo hizo? —Preguntó con seriedad.

—Los demás se murieron solos, no sé cómo, pero sí, aunque hay una excepción —Miró de reojo a Azael y Aznaré también lo hizo, sólo que de frente porque el sirviente se encontraba detrás de su padre, pero frente a los gemelos—. Los hijos de Azael —Se volteó para mirarlo mejor y el sujeto se asustó—. ¿Quieres contarle a mi hijo cómo fue que murieron los tuyos? —Le sonrió con cinismo y Aznaré observó el terror reflejado en los ojos del sirviente, sintiendo que tal vez, él era el padre de Lira y Ansel.

Azael salió de allí entre una mezcla de miedo e ira, apretando la bandeja en la que antes había traído el postre para ellos.

—¿Él los mató? —Preguntó, sólo para salir de dudas. Su padre asintió.

—Sus hijos se comieron viva a su esposa y él los confundió con monstruos o animales salvajes en ese momento. Cuando ya estaban muertos se dio cuenta de su terrible error y se culpa por eso siempre. Es una realidad que le atormenta por las noches, sus hijos no lo quieren y ahora que puede verlos, se siente peor al conocer su rechazo.

—Eso es horrible —Eranza se metió en la conversación, sintiendo ciertas náuseas por el tema que tocaban—. Debe sentirse muy triste por eso.

—¿Por qué le dijiste eso sí sabías que podía sentirse mal? —Preguntó Aznaré. Luzbel alzó los hombros e hizo una mueca de que le daba igual—. Eres malo.

—Eso ya lo sé, soy el más malvado de todos aquí —Le habló en un tono odioso y siguió comiendo—. Y aun así hay mocosos idiotas que creen que pueden ganarme en maldad —Eso se lo dijo refiriéndose a lo que Aznaré quería hacer. El chico lo miró feo y pudo notar que éste lo miró para leer su mente.

Allí aprovechó y pensó en algo que tal vez podría molestarlo, unas mujeres desnudas en poses provocativas. Inmediatamente vio cómo su padre abrió los ojos como platos y Aznaré estalló en una carcajada incontenible. Eranza los miró como si ambos estuvieran locos.

—¡Pero qué mente tan depravada la tuya! —Luzbel se alteró con las imágenes en la cabeza de su hijo. Éste sólo se reía sin parar—. ¡Se nota que eres terrible!

—¿Qué? —Aznaré le sonrió con picardía y su padre lo miró con desagrado—. ¿Quieres ver más? —Usó un tono sugerente que hasta a Andreaw sorprendió. Eranza los ignoró y siguió comiendo.

—¿Pero qué está pasando entre ustedes dos? —Su madre exigió una explicación y Aznaré rio mientras miraba a Luzbel bastante incómodo.

—Dile a mi padre que te explique —Se quitó así la carga de encima y Andreaw miró a su esposo con sorpresa. Éste bajó la mirada avergonzado, no quería hablar de eso.

Sueños lúcidosWhere stories live. Discover now