Capítulo 10: Los niños muertos

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—¡¿Cómo se te ocurre hacerle daño al niño?! —Una furiosa Andreaw le reclamaba a su esposo por el trato tan cruel que le había dado a Aznaré—. ¡¿Acaso estás loco?!

—Agradece que no lo maté, pudo ser peor —Luzbel se encontraba fumando de un narguile mientras le daba la espalda a su esposa. Se negaba a mirarla a la cara después de lo que hizo, pero no le demostraría arrepentimiento, no sabiendo cómo era ella.

—¿Pudo ser peor? —Andreaw no podía creer que lo escuchaba decir eso y aquello la molestaba como nunca en la vida—. Ay, maldito, no sé cómo irás a arreglar eso, ¡Pero si no lo haces, dormirás solo con tus putas pesadillas!

—¡Andreaw! —La sola amenaza lo aterraba y finalmente se dio la vuelta para mirarla a los ojos—. No me hagas esto, por favor, ¡Yo no sé qué hacer!

—Entonces duerme solo, porque conmigo no lo vas a hacer —Fue su veredicto y salió de la habitación. Luzbel miró con terror la puerta cerrarse tras de ella y en un arranque de ira lanzó el narguile contra la pared, haciéndolo pedazos.

—¡Esta maldita mujer me va a volver loco! —Exclamó mientras se acercaba a la ventana y se agarraba los cabellos. Miró el paisaje con el cielo despejado, el sol en lo alto y el inmenso mar y suspiró resignado sin saber qué hacer—. ¿Qué hago, Padre?, ¡Soy un desastre!

Guardó silencio por unos segundos, sintiendo el latir de su corazón acelerado por los nervios y en eso escuchó el llanto de una niña.

Eso terminó por llamar su atención.

Salió para ver qué pasaba y vio a Eranza metiéndose en su habitación mientras lloraba y lucía bastante desastrosa. Eso por un momento lo asustó.

¿Qué le había pasado?, ¿Le habrían hecho daño?

—¿Eranza? —Llamó a la puerta y escuchó sus llantos—. ¿Qué te pasa? —Abrió y la vio sobre su cama llorando a mares—. ¿Alguien te lastimó?

—¡Odio a Aznaré!, ¡Lo odio!, ¡¡¡Lo odio!!! —Su respuesta lo dejó más tranquilo, pero le seguía intrigando qué había hecho el chico.

—A ver —Se le acercó y se sentó en la cama al lado de ella—. ¿Por qué odias a Aznaré?, ¿Qué te hizo?

—¡Me empujó y se fue a jugar con su noviecita! —Luzbel suspiró mientras rodaba los ojos al escuchar el temita que se tenían los dos. Criar a dos mocosos que entraban en la adolescencia era algo bastante raro y en extremo incómodo. Era la etapa más compleja de los chicos—. Los arbustos en los que caí arruinaron mi vestido —Eranza le mostró las telas rasgadas y trató de mostrarse un poco sorprendido, al menos para que la chica no se diera cuenta de que le importaba poco aquella situación—. ¡Detesto a Aznaré!, ¡Siempre me trata mal!, ¡No se da cuenta de que soy una dama!

—A veces siento que saliste medio estúpida —Su comentario la hizo sentir un poco mal y su padre suspiró—. Eres muy consentida y oportunista, te gusta ser siempre la niña linda a la que todos vean y dejar a Aznaré como el salvaje idiota, y sí, tal vez lo sea, pero tú también eres igual a él. Son idénticos —La chica dejó de llorar al sentirse ofendida en parte, pero no entendiendo sus verdaderas intenciones. Luzbel parecía estar tranquilo—. No deberías celar tanto a tu hermano, va a crecer y se buscará una esposa, es la ley de la vida, te dejará tarde o temprano o se asegurará de que también encuentres a un hombre que te cuide y te proteja al igual que él. Así podrá estar más tranquilo, pero Aznaré te quiere mucho y si te mueres se mata, hace demasiado para protegerte y no sabes valorarlo, deberías pensar más en lo que sufre él para que seas feliz.

—¡Yo no soy estúpida! —La chica se quejó y su padre bufó sin decir nada. Tuvo hasta que fruncir los labios para no reírse—. ¡Y no es gracioso!

Sueños lúcidosWhere stories live. Discover now