Capítulo 21: Hora de despertar

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Todos corrieron hacia el sótano del palacio, y aunque todo parecía ir tranquilo, un nuevo portal se abrió en el pasillo y vieron de allí salir otra criatura.

—¡No puede ser! —Luzbel ya estaba harto de esas criaturas y los niños no podrían dormir bien en años. Había varios demonios que transitaban el pasillo y quedaron aterrados al ver al arácnido—. ¡Les ordeno a todos que detengan a ese monstruo!

Todos los demonios sacaron sus armas y empezaron a atacar a aquella criatura. Tuvieron que correr presurosos al lugar y Harmoni tomó a dos demonios más para que custodiaran la entrada del sótano.

—¡No permitan que nada entre a este lugar! ¡Custodien esta puerta con su vida! —Les ordenó rotundamente y ambos asintieron. Entró a la sala y cerró la puerta—. ¿Quién va primero? —Les preguntó a los presentes.

—Primero Mica y su madre —Luzbel ordenó aquello y Harmoni modificó el portal para que diera con la casa de ellas.

—¿Pasamos y ya? —Preguntó la señora un poco insegura. Harmoni asintió.

—No hace daño, tranquila —Le señaló el portal y la señora asintió. Mica aprovechó de abrazar a Aznaré.

—Adiós, Aznaré, fue una linda aventura estar en este mundo sin usar las piedras mágicas —Se despidió del chico y éste quedó helado ante el abrazo de la niña. Eranza los miró feo a ambos—. Espero que algún día podamos repetirlo —Le habló con una sonrisa inocente y todos los presentes la miraron con terror. Aznaré sonrió nerviosamente sin saber exactamente qué decirle.

—Adiós, Mica, cuídate mucho —Acarició su cabecita como si fuera un gatito y la niña le sonrió, yendo con su madre a pasar el portal.

Eranza los seguía mirando feo.

—Ahora usted, señora Potts —Andreaw le habló y la señora se sorprendió de verla allí. La chica se veía igual que cuando estaba viva y se parecía demasiado a su hermana Sara.

Harmoni cambió el portal una vez más y dio con la casa de la señora Potts. Allí ella se despidió de los pequeños y finalmente pasó por el portal.

—Ahora ustedes —Habló Harmoni, señalándolos a ambos y modificando el portal para que diera con los jardines de la iglesia abandonada que era su refugio. Aznaré y Eranza se tomaron de las manos y observaron su antiguo hogar con cierta melancolía.

Una parte de ellos deseaba regresar a la normalidad, pero otra parte les gritaba que se quedaran junto a sus padres a pesar de los peligros.

Andreaw se les acercó y los abrazó con fuerza. Los iba a extrañar demasiado, pero era más seguro que se quedaran en la tierra.

Al fin había comprendido el peligro de romper las reglas.

—Mis gemelos, no olviden que los amo mucho —Ella los miró a ambos mientras derramaba lágrimas por tener que despedirse—. Y aunque ya no pueda estar allá con ustedes, siempre los mantendré en mi corazón y los vigilaré desde el infierno para asegurarme de que estén bien —Les sonrió mientras se limpiaba las lágrimas y peinó sus cabellos. Les arregló la ropa como una madre hace con sus hijos y ambos niños se sintieron tristes con eso, sobre todo Eranza, quien había pasado más tiempo con ella y veía en Andreaw a su tía Sara—. Y cualquier cosa, si les pasa algo, mandaré a su padre para que les salve de cualquier peligro. Eso ya lo sabe Aznaré —Acarició su cabecita y el niño se aguantó para no alejarse del contacto físico. Aquello le seguía generando escalofríos—. Cuida de tu hermana, bebé, pero también recuerda que debes cuidarte y no meterte en ningún peligro, ¿Sí?

—Sí —Aznaré asintió y la tomó de la mano—. ¿Pero por qué no puedes venir con nosotros?

—Porque... —Ella frunció los labios para negarse a llorar y bajó la mirada mientras se le humedecían los ojos—. Yo ya no pertenezco a ese mundo, y si voy para allá, podría pasar algo como lo que pasó aquí con ustedes. Esos monstruos —Ambos asintieron y Eranza se puso a llorar.

Sueños lúcidosWhere stories live. Discover now