Capítulo 2: El limbo

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Unas horas antes. Infierno.

Un hombre caminaba presuroso por los pasillos de un enorme palacio color tinto. Algunos lo veían y sólo se limitaban a saludarlo con cordialidad.

Llegó hasta una recámara y abrió la puerta, encontrándose con una lujosa habitación decorada con una pequeña lámpara de araña y una cama grande en extremo elegante con cortinas rojas. También había un exceso de espejos por todo el lugar.

Una mujer morena de rasgos hindúes leía un libro con profunda seriedad y pareció no percatarse de la presencia oscura que acababa de entrar.

—Ya lo salvé —El sujeto habló, acercándose a ella y sentándose en la cama, buscando que la chica lo mirara al menos—. Está listo.

Ella finalmente lo miró, observando con seriedad esos ojos amarillos que deseaban ansiosos su aprobación.

No estaba dispuesta a ceder tan fácil después de que hubieran discutido antes de eso.

—¿Y por qué no te quedaste con ellos a cuidarlos? —Eso lo sorprendió—. Tuviste la oportunidad de regresar a Liverpool y pudiste rescatarlos de la calle, ¿Por qué no lo hiciste? —Entrecerró la mirada y el hombre frente a ella frunció los labios—. Ahhh, verdad, tú no quieres hijos...

—Andreaw, por favor... —Él tomó su mano y ella se soltó de éste—. Sabes cómo soy, ¡No podría cuidarlos!, ¡Hasta para ti soy un peligro!

—¡Son sólo excusas, Luzbel! —Ella le habló con firmeza y éste se asustó—. Sólo no quieres cuidarlos porque no te gustan los niños —Cerró su libro y se levantó de la cama, yendo a dejarlo en su estantería—. Si yo estuviera viva, mis bebés no estarían pasando por tanto —Empezó a derramar lágrimas que se limpió de inmediato y su esposo la miró con miedo—. A veces te odio, ¡En serio!

—Lo siento... —Se disculpó cabizbajo y ella lo miró, molesta y tratando de contener las lágrimas—. Pero sabes que no puedo llevarte al mundo de los vivos, está prohibido...

—¿Y desde cuando el demonio obedece prohibiciones? —Lo retó con eso y éste se molestó—. Siguen siendo excusas nada más.

—¿¡Y qué quieres que haga!? —Se levantó, extendiendo los brazos en señal de duda—. ¿Los traigo al infierno y que se quemen con el calor?, ¿Que se mueran de hambre?

—Lucy es nefilim y vive aquí, no te veo poniendo excusas para no mantenerla —Le habló sobre su sobrina y Luzbel se mordió la lengua—. ¿Vas a seguir con las excusas?

—No los voy a traer al infierno, Andreaw, este lugar es un asco, no merecen vivir así...

—¡No merecen vivir en la calle y allí están! —Su mujer lo regañó y éste suspiró—. No sé cómo demonios irás a solucionar esto, ¡Pero quiero cuidar a mis hijos!, y si tú no lo vas a hacer, ¡Yo lo haré!

—¡Vete al carajo, Andreaw! —El demonio la ignoró con desdén y salió de la habitación, cerrando de golpe la puerta y haciendo que varias cosas temblaran por ello. Ella lo observó irse y empezó a derramar lágrimas, yendo a acurrucarse en su cama y tomando una esfera mágica con la que podía ver a sus hijos.

—Aznaré, Eranza —Los miraba jugar en la calle, corriendo por allí y escalando las casas—. Cómo quisiera poder tenerlos conmigo, abrazarlos y cuidarlos. Tendrían otra vida...

Miró hacia la puerta al escuchar a su esposo gritarles a algunos demonios que trabajaban en el reino y suspiró con desgano mientras negaba con la cabeza.

—Luz es un idiota —Siguió mirando la esfera, viendo cómo sus niños se robaban una tarta para el almuerzo—. Si vivieran conmigo, no tendrían necesidad de robar nada, lo tendrían todo.

Sueños lúcidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora