Capítulo 13: El cielo

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El cielo era un lugar bastante diferente de lo que se había imaginado, era enorme y tenía habitantes de piel dorada y cabello blanco. Esos eran los ángeles. Sin alas y no como muchos pensaban.

Las casas eran raras, no se parecían a las de la tierra y eran todas de color blanco. Tenían un aire moderno y sencillo que se acomodaba al ambiente que allí había: hermosos jardines bastante coloridos con pequeños animales jugando entre ellos.

—Este lugar no parece real —Habló maravillado mientras observaba varios pájaros volar en el cielo—. Debe ser muy hermoso vivir aquí, libre de sufrimientos y cosas horribles.

Muchos los miraban pasar y se asustaban un poco, pero nadie les hacía daño por ser diferentes, simplemente pasaban de largo y ya. Se sentía mucha paz.

—Aquí van las almas buenas que fueron justas en la tierra, el resto termina en el purgatorio o el infierno —Su padre le explicó aquello y Aznaré asintió, sintiendo que tal vez, jamás podría entrar a este lugar cuando muriese—. Pero indudablemente es un lugar hermoso. Si los humanos supieran lo que es vivir aquí, te aseguro que nadie pecaría como lo hacen ahora. No saben lo que se están perdiendo.

—Quisiera vivir aquí —Habló mientras observaba unas flores en un jardín—. Aquí no se sufre, es un lugar muy bonito.

—Aznaré... —Luzbel no sabía cómo explicarle que el destino de los nefilims era distinto—. Los mestizos como tú, los... nefilim —El chico lo miró—. No pueden morir de vejez, tampoco de enfermedad, sólo les mata alguna herida grave o alguna catástrofe natural, pero del resto son inmortales.

—¿Inmortales? —Aquello lo sorprendió, pero no tanto por eso, sino por el hecho de que Shemihaza le había mencionado algo similar cuando lo conoció—. ¿Y qué pasa si muero en la tierra?, ¿A dónde voy?

—Antes no lo sabíamos, nadie en cielo y tierra lo sabía, pero si un nefilim muere, se va directo al limbo. Es su lugar de descanso —El limbo era el lugar donde habían llegado, pero no estaban muertos, aunque los otros niños sí. Era raro, pero una escalofriante teoría se generó en su cabeza—. Vayamos a ver a mi Padre, así te conocerá —Lo tomó de la muñeca y se lo llevó a un gran templo que a Aznaré le generó curiosidad.

Entraron al lugar y su padre hizo una reverencia a una especie de luz enorme que casi que lo dejaba ciego. Tuvo que cubrirse los ojos con una mano y Luzbel lo jaló para que también se inclinara ante su Padre.

—Buenos días, Padre —Le saludó con sumo respeto y Aznaré lo miró con curiosidad—. Te traje a mi hijo para que lo conozcas —Abrazó al chico de lado, pero más que un abrazo, era como si se lo mostrara a la luz—. Se llama Aznaré.

—Luzbel, ¿Recuerdas lo que te dije sobre traerlo a este mundo? —Aznaré se asustó al escuchar esa voz y su padre pareció sorprendido de repente—. Ten mucho cuidado con tu hijo, si le pasa algo malo, no podrá regresar a la tierra. Eso lo sabes bien.

—¡Se me había olvidado! —Exclamó preocupado y el chico a su lado lo miró con duda—. Pero quería que lo conocieras al menos. Es un chico bastante inteligente y fuerte.

—Aznaré —La voz volvió a hablar y esta vez pronunció su nombre—. Te doy mi bendición. Trata de mejorar para que seas un buen chico. Tienes mucho potencial y una larga vida por delante, pero debes dejar el pecado atrás.

—Está bien..., Señor... —Aznaré estaba tratando de buscar con la mirada a aquel hombre que le hablaba desde la luz, pero le costaba ver y no apreciaba nada novedoso—. ¿Dónde está? —Le preguntó a Luzbel—. No lo veo con tanta luz. ¿Tú lo ves?

—Aznaré, por favor, Él está allí —Señaló la gran luz—. Es toda esa luz enorme que ves.

—¿Entonces no es otro ángel más poderoso? —Preguntó confundido y Luzbel negó con la cabeza—. ¿Y entonces qué es?

Sueños lúcidosWhere stories live. Discover now