Capítulo 2.

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Aitara.

Actualidad.

12 de julio, 2048.

5 años después.

—No puedo creer que en serio haya aceptado esto. —Se queja Helena ayudándome a mover los cuadros.

—Estoy bañada de pintura, si muevo los cuadros puedo mancharlos, así que como mi practicante, te toca. —Le aclaro.

—No soy tu practicante, soy tu amiga. —Arruga la nariz y toma otro cuadro—. ¿Por qué no contratas un personal que te ayude?

—Porque mis cuadros no son tocados por cualquier persona. Son valiosos y merecen dicho trato.

—Disculpe, su majestad. Dama de los cuadros.

Pues no seré dama de los cuadros, pero en algún momento fui dama de otra cosa...

Quiero decirlo, pero prefiero reservármelo. Esa es una etapa de mi vida que aún duele como una herida abierta, pero que cubres una y otra vez con gasas hasta el punto en que solo lo ignoras y continúas viviendo.

Hace cinco años de esa noche en que Matteo murió. Hoy se cumplen exactamente cinco años en que todo se vino abajo y mi vida volvió a cambiar por completo.

Cinco años después, aún todo sigue casi tan vivo como ese día. He aprendido a vivir con ello y a entender que si sucedió fue por algo, pero eso no lo hace menos doloroso, debí adaptarme a vivir esta realidad. Aunque con muchos cambios, tantos cambios...

La puerta de mi departamento se abre dando paso a Nathan, tras él viene Natasha y ruedo los ojos al ver el pastel en sus manos.

Él se acerca y me da un corto beso en los labios cuidando de no ensuciar su ropa de pintura, al ver como se descompuso mi rostro la sonrisa en el suyo se elimina.

—¡Feliz cumpleaños! —Grita Nat, Helena aplaude seguida por Nathan.

—Les dije que no hicieran esto. —Mi voz sale más áspera de lo normal y mi humor se va al piso—. Les dije que yo no celebro mi cumpleaños, no me gusta este día.

Natasha pone el pastel sobre la mesa y se acerca despacio a mí.

—Llevo cinco años de conocerte y aún no te he visto estar feliz ni un solo día por tu cumpleaños, este se supone, es un día especial para todos...

—No lo es para mí. Detesto este día con todo mi ser.

Me aparto de ellos y suelto mis utensilios en la mesa. A pasos largos entro hasta mi habitación y pongo seguro en la puerta. No quiero que vean mis ojos cristalizados.

Los golpes en la puerta llaman mi atención.

—Dan, abre la puerta, por favor.

«Dan», «Dane» y «Daneshka» son nombres a los que aun después de tantos años no me acostumbro, pero ellos por este me conocen, y debo responder a él.

—Estoy bien, Nathan.

—¿Por qué reaccionas así? Solo es un pastel. Si no quieres celebrar este día lo entiendo. Discúlpanos.

—No es tu culpa... es solo que no me gusta mi cumpleaños. Es todo.

Debo tragarme el nudo en mi garganta y viéndome frente al espejo, controlo mi respiración.

—Tienes veintiséis años Aitara, no eres una cría de dieciocho. Compórtate como tal, es solo un maldito pastel. —Me digo a mí misma—. Solo dúchate, sal y haz lo que siempre has hecho desde que pisaste este país, finge que eres feliz y no tienes toda esa mierda en tu mente jodiéndote aún. Sé la maldita tormenta del arte, no la dama de la mafia.

TUYO.Where stories live. Discover now