Capítulo 4.

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Riflesso.

Aitara.

—Como odio este maldito cabello rubio. —Me quejo con mi tío que me ve desde el sofá—. Extraño mi rojo.

—Pues píntatelo rojo.

—Sabes que no puedo.

—Estuve hablando con tu papá anoche. —Dice llamando toda mi atención. Casi corro en su dirección.

—¿Y por qué no me avisaste? Quería hablar con ellos. Era mi cumpleaños ayer.

—Fue antes de la fiesta. Alguien debía avisarles que su queridísima hija ya está comprometida.

—¿Cómo sabías que diría que sí?

—Porque eres hija de tu mamá. Era obvio. —Dice rodando los ojos. Es tan parecido a mi papá.

Observo el diamante brillando en mi dedo. Siempre esperé el anillo de alguien más, pero ahora tengo el de Nathan. Y soy feliz con ello.

Aunque los demás no lo quieran creer, él se ha ganado un pedazo de mi corazón. No es un mal chico y siempre ha estado para mí.

Eso no es amor de pareja. Es agradecimiento.

Sí es amor.

—¿Me acompañas hoy? Vamos a empezar a mover las pinturas a la galería. —Le pido.

—Sí, vamos.

Y así empieza una semana totalmente cargada de trabajo. Entre registrar cada obra, relaciones públicas, medios de prensa y otros aspectos se nos va la semana.

Y entramos al sábado.

Y aún no tocas esa pintura.

Todas las demás pinturas ya están en la galería. Solo hay un espacio vacío. El principal.

El de Ferite.

Es mi obra principal, por la cual ya pagaron doce millones de dólares. Y que estaba reacia a vender. Pero ya es momento de cerrar mi historia, la historia de mi pasado.

Con la copa de vino en una mano y la botella en la otra me acerco al final del pasillo donde se encuentra mi pintura. No sé cuánto he tomado ya, pero no estoy del todo sobria.

Aun está con una sábana blanca sobre ella, ya está enmarcada, pero yo aún no la vi. Mi tío se encargó de ella.

Me siento en el piso y lentamente deslizo la sábana viendo como se empieza a mostrar su rostro. El rostro de mi amor.

Tenía tanto tiempo de no verlo que ya había olvidado muchas de sus facciones. Sus labios, sus cejas cargadas, su cabello... y aún no puedo creer como quedó tan real si fue hecho con mi sangre.

Está la mitad del rostro de cada uno, pero formando una sola cara. Todo el resto del lienzo tiene gotas de sangre de hace cinco años. El lado de Matteo se ve tan vivido y real que pareciera vivo. Mientras que del mío salen lágrimas (una gota de sangre).

Él luce tan vivo y yo tan muerta.

En la parte inferior del lienzo estoy yo. Aquel día, tirada en la calle con él, muriendo en mis brazos mientras yo trataba de mantenerlo vivo hasta que alguien pasara y nos ayudara.

Y ya no hay más...

Es tan poco y a la vez tanto. Cada segundo de esa noche se repite en mi cabeza como una película horrible.

Hoy estaríamos lejos, con nuestro hijo de cuatro años. Casados y lejos de toda esta porquería que siempre nos persiguió.

Tomo todo el líquido de la copa y con lágrimas en mis mejillas, pego mi frente a la pintura. Cómo lo hice hace tantos años.

TUYO.Where stories live. Discover now