Capítulo 7- Los Miserables

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¡Nunca es fácil ser una sirvienta, señorita!

Dowton Abbey. 

El Gobernador Canning apareció ese mismo miércoles por la tarde. Entró en la biblioteca de tonos morados en Wellington's House después de ser anunciado por el señor Dowson y de que Jane se hiciera a un lado.

—Buenas tardes —dijo Nathaniel, ocupándolo todo con su espacio y su sombra—. Veo que estás de mejor humor, Arthur.

El Duque miró al recién llegado con un destello sarcástico en los ojos antes de responder.

—¡Ah, claro! Ya que mencionas el humor, supongo que mi alegría aumentó al saber que mis amigos se divierten apostando por mi desgracia en el Taj Palace. Craig y Liam han venido a restregármelo esta mañana. Realmente, es todo un deleite saber que tengo esa clase de compañía.

Nathaniel arqueó una ceja ante la respuesta mordaz, pero no se inmutó y se sentó. La conversación siguió entre ellos mientras Jane observaba discretamente desde su rincón sombreado. Aunque el Duque no lo admitiera, Jane estaba segura de que sus infusiones habían contribuido a su leve mejora de humor. Claro que, la sutil venganza del periódico también había ayudado a disminuir sus quejas, al menos por ese día.

—No suelo frecuentar el Taj Palace y tampoco hago apuestas, ya lo sabes, pero hoy he pasado por ahí y estaban todos muy alterados —comentó Nate—. Al parecer, el honor de lady Wood vuelve a ponerse en entredicho, y esta vez no tienes nada que ver, por muy sorprendente que sea. 

Jane percibió un ligero movimiento en el amplio sillón, indicando que el Duque se inquietaba ligeramente. Sin embargo, en esa ocasión, el Duque de Wellington no era el culpable directo de las desventuras de Leslie Wood, al menos no de manera causal. Él solo se había limitado a difundir la información. No era el protagonista de ella. 

—¿Qué ha ocurrido con la dulce y pura lady Wood? Pensaba que, a estas alturas, ya estaría ultimando los preparativos de su boda con el excelso y magnánimo Charles. 

—No suelo prestar atención a los rumores que circulan por Calcuta, pero en esta ocasión, considero que tienes derecho a saberlo. Al parecer, se murmura que la joven podría haber estado involucrada en más de una relación amorosa. Los caballeros del club, a pesar de los esfuerzos del vizconde de Hallifax por desmentir la publicación del diario en el que su prometida salía mencionada, han comenzado a señalarse entre ellos y hasta han abierto una nueva lista de apuestas para especular sobre los amantes a medida que se confirmen.

—Entonces no fue solo por el «feni» que sentí algo extraño esa noche. Digamos que la vía estaba demasiado abierta por ser la primera vez que alguien la cruzaba. 

—No deberías hablar así de una dama —lo reprendió Nate. 

—Si nos referimos a lady Wood como «dama» únicamente por ser hija de un barón, bien, puedo aceptarlo, pero no puedo respetar a una mujer que parece entregarse con tanta facilidad. Es sorprendente la hipocresía de nuestra sociedad, Nate.

—Esa mujer ofrece con tanta ligereza lo que tantos hombres aceptan con la misma facilidad —replicó Nate y Jane estuvo de acuerdo con esas palabras. Quizás lady Wood no fuera la mujer más amable ni bondadosa del mundo, pero ese comentario, en su opinión, estaba completamente fuera de lugar. Claro que tampoco era un comentario extraño, era comúnmente aceptado que las mujeres fueran las culpables de todo acto obsceno en el que estaban implicadas. Lo extraño era que el Gobernador pensara de un modo más amplio. 

—¿Quiénes son los otros amantes de lady Wood? —cambió de tema Arthur y Jane recordó lo que le había contado el día anterior, la estrategia a seguir. Ahora, tenían que salir muchos nombres y ellos podrían mandar una segunda publicación al «The Calcuta Chronicle».

El Diario de una DoncellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora