Jack Grealish

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Habían pasado años desde que conocí a Jack, el apasionado futbolista que conquistó mi corazón desde el primer día que nos vimos en la universidad. Éramos inseparables, compartiendo risas, lágrimas y todos los momentos inolvidables que la vida nos ofrecía. Juntos, construimos una familia hermosa, con nuestra pequeña niña que nos llenaba de alegría cada día.

Jack, con su encanto y habilidades en el campo, se convirtió en una figura destacada en el mundo del fútbol. Su fama creció, pero siempre mantuvo los pies en la tierra, siendo el mismo chico humilde con el que me enamoré.

Sin embargo, la cruel realidad golpeó nuestra puerta cuando Jack fue diagnosticado con cáncer. La noticia nos sumió en una oscuridad que ni su éxito ni su valentía pudieron disipar. A medida que la enfermedad avanzaba, se hizo evidente que su tiempo con nosotros era limitado.

Aquella tarde, en la intimidad de nuestro hogar, Jack se encontraba en la habitación, luchando contra el cansancio que la enfermedad le imponía. Me senté a su lado, tomando su mano con ternura.

"Jack, necesitamos hablar", dije con voz temblorosa.

Él me miró con esos ojos llenos de amor y comprensión, sabiendo que las palabras que se avecinaban eran difíciles de pronunciar. "Lo sé, cariño. Siempre he sabido que este día llegaría", respondió con una sonrisa débil.

Entrelazamos nuestros dedos, como si quisieramos sostener el tiempo en ese momento. Comencé a contar nuestra historia, desde aquel primer encuentro en la universidad hasta los momentos felices que compartimos con nuestra pequeña hija. Recordé cada risa, cada lágrima, cada victoria y derrota que enfrentamos juntos.

"Hemos vivido una vida increíble, Jack. Aunque el destino nos haya jugado esta mala pasada, siempre recordaré lo afortunada que fui de tenerte a mi lado", le dije con voz quebrada.

Jack acarició mi mejilla con su mano debilitada. "Eres mi luz, mi amor. Siempre lo has sido. Estoy agradecido por cada momento que pasamos juntos".

Pasamos horas recordando, riendo y llorando. Jack compartió sus deseos para nuestra pequeña y cómo quería que siguiera adelante, recordando siempre el amor que compartimos.

A medida que la noche caía, Jack suspiró y dijo: "Ha llegado el momento, mi amor. Gracias por hacer de mi vida algo tan hermoso".

Con lágrimas en los ojos, le dije adiós mientras su mano se relajaba en la mía. Jack se fue en paz, llevándose consigo el brillo de sus ojos y dejándome con el amor eterno que siempre compartimos.

La vida continuó, pero el vacío que dejó Jack nunca se llenó por completo. Sin embargo, su espíritu vivía en nuestra hija y en cada rincón de nuestro hogar, recordándonos que el amor verdadero trasciende incluso los límites de la vida y la muerte.

One shots futbolistasWhere stories live. Discover now