Marcus Rashford

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Habían pasado años desde la última vez que vi a Marcus. Nuestro encuentro casual en una cafetería hizo que mi corazón latiera con fuerza, recordándome viejas heridas que aún no habían sanado por completo.

—¿______? —dijo, sus ojos encontrando los míos con sorpresa genuina.

—Hola, Marcus —respondí, forzando una sonrisa mientras me ponía de pie para saludarlo.

Nos sentamos en una esquina tranquila del café, rodeados por el murmullo de la gente y el aroma del café recién hecho. Durante unos momentos, el silencio fue incómodo, hasta que Marcus finalmente rompió el hielo.

— ______, he pensado mucho en ti a lo largo de los años. He cometido errores, y siento que necesito disculparme por cómo te traté.

Sus palabras resonaron en mi corazón, y me encontré mirándolo con incredulidad. Marcus, el chico que una vez fue mi mundo, estaba frente a mí admitiendo sus errores.

—Recuerdo el dolor que te causé, y no hay excusa para ello. Fui egoísta, inmaduro y te engañé. Ahora veo lo que perdí, y lamento profundamente haber sido parte de tu dolor —confesó, sus ojos mostrando sincero arrepentimiento.

Recordé las noches en vela, las lágrimas derramadas, y las promesas rotas que habían marcado el final de nuestra relación. Pero también recordé el amor que una vez sentimos el uno por el otro. El pasado resurgió, pero esta vez era diferente; había madurez en su voz y un deseo genuino de enmendar los errores del pasado.

—Marcus, ha pasado mucho tiempo. No puedo cambiar el pasado, pero aprecio tus disculpas —le dije, intentando mantener la calma a pesar de la tormenta de emociones que rugía en mi interior.

La conversación continuó, y Marcus compartió cómo la vida lo había golpeado con lecciones difíciles. Había aprendido a apreciar lo que tenía y a reconocer el valor de las personas que había perdido en el camino. Su vulnerabilidad me tomó por sorpresa, pero también despertó una chispa de compasión dentro de mí.

—No espero que me perdones de inmediato, ______. Solo quiero que sepas que he cambiado, y que lamento profundamente el dolor que te causé —dijo, sus ojos buscando los míos en busca de una respuesta.

Cerré los ojos por un momento, sintiendo la complejidad de las emociones que surgían. A pesar de todo, reconocí la valentía que se necesitaba para admitir errores pasados y buscar la redención.

—Marcus, no olvidaré lo que pasó, pero estoy dispuesta a dejarlo atrás. Ambos hemos crecido y cambiado. Quizás, podamos ser amigos y dejar que el pasado quede donde pertenece —expresé, tratando de ofrecer una rama de olivo a la reconciliación.

Marcus asintió, agradecido por la posibilidad de una nueva conexión. Mientras nos despedíamos, sentí un peso levantarse de mis hombros. La historia compartida entre Marcus y yo no había terminado, pero al menos, estábamos empezando un nuevo capítulo de perdón y crecimiento.

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