Capítulo 17.

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Gavrel.

Leo y releo los papeles que tengo en las manos, vuelvo a pasar los ojos por las letras que se me hacen demasiado pequeñas, la calculadora está en mi mano y continúo con las cuentas que debo hacer, pero por alguna razón se me dificulta aclarar mi mente para culminar.

Detesto cuando pasa.

Siempre esa perturbación acompañada de desolación e intranquilidad llega cuando menos la necesito y que surja en este instante me da para pensar que debo serenar mi cabeza de alguna manera.

Me canso de intentar y los dejo de lado. Froto mis ojos y me vuelvo a sentar frente al escritorio de caoba, con un vaso de Dalmore que bebo a sorbos pequeños. Heredé el buen gusto de dichos licores del hombre que se hizo acreedor de una marca muy especial para él. Debería pensar en visitarlo en lugar de lo que tengo en la cabeza.

Echo la cabeza hacia atrás de la silla. Desde la última vez que vi a la salvaje algo lanza martillazos en mi sien. No sé lo que es y me enoja no saber la forma de quitarla de mi cabeza, pero tampoco está esa determinación de averiguarla.

Me saboteo solo.

Debo recuperar mi estabilidad porque que me afecten así es algo que no necesito.

Cierro los ojos y trato de pensar en otra cosa. Lo que sea me sirve para no recordar que la conocí. No la quiero cerca, ni es importante.

Me repito lo mismo una y otra vez.

Debe ser así.

Pero el que su nombre aparezca en la pantalla de mi móvil me hace soltar un resoplido.

Corto la llamada y me bebo el licor de golpe. Esta vez no lo saboreo, solo lo paso y vuelvo a llenar el vaso. Su llamada aparece de nuevo y comienzo a maldecir que exista alguien que pueda hacerme pensar en arrancarme la cabeza para dejar de pensarla como alguien importante.

No lo es. Arleth no es la excepción de nada. Follamos, me gustó...eso es todo. Cómo todas. Sexo casual entre dos adultos, aunque ella de madura no tenga ni el puto cabello.

Pero la muy maldita aparece en mi mente cuando cierro los ojos. La infeliz que me hizo la estupidez de tener que comparecer frente a un juzgado por una acusación absurda está ahí y no se va.

El celular sigue repicando con sus llamadas, lo tomo para lanzarlo por la ventana o bloquearla pero cuando estoy por decidir la segunda, en lugar de eso...mi dedo se mueve solo para contestarle.

__ ¿Acaso no te cansas de jo...

__ Te juro que yo no quería... - solloza y me quedo inmovil al instante. - Yo solo...no quería. No lo hice...no sé.

Su hipo me deja con los músculos tensos. Detienen mis latidos y ensombrece mi mente.

__ Si esta es una de tus artimañas, no funcionará.

__ Hay mucha sangre... él me...no puedo...

Olvido todo. Olvido lo que tenía en su contra. Olvido cómo se respira y la forma de buscar una salida.

__ ¿Dónde estás? - la pregunta sale en automático. No controlo nada.

__ Gavrel, hay mucha sangre. - llora por lo bajo y yo siento que me hundo con decenas de escenarios que tengo y se siguen creando.

__ ¡Dime dónde carajo estás! - agarro las llaves de mi auto saliendo a toda prisa, aún cuando cada paso parece contener mil toneladas de plomo encima. - Arleth, háblame.

La desesperación llega con su silencio. Pierdo la cabeza cuando la llamada se corta y no tengo su dirección, pero sí sé cómo encontrarla, por lo que busco el número de Emilio en la agenda, quien me contesta al instante.

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