Capítulo 12

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El canto de los grillos y sonidos de bichos y criaturas desconocidas, invaden el silencioso bosque. Han pasado un par de horas, horas en las que Nevan y yo no dejamos de pelear ni por un minuto.

Estoy harta de esta situación, tengo mucho frío, estoy hambrienta y no soporto los sonidos inquietantes.

Tengo impulsos de comenzar a caminar en busca de la salida, pero sé que sería inútil y peligroso.

—Andando —se puso de pie con fastidio—, no podemos seguir aquí.

—¡¿Qué?! Nevan, no. No me arriesgaré a perderme aún más. Quedémonos aquí un momento más.

—Princesa —tomó aire, como si estuviera conteniendo las ganas de gritar como un desquiciado—, quedarnos aquí no atraerá la salida de la nada, ¿comprendes?

—¿Pero caminar sin luz? Si tan solo las luciérnagas nos acompañaran... —suspiré—. Está bien, vamos. —dije cabizbaja.

—Lo harán —mencionó—, vamos.

—¿Qué? —reí como si estuviera loco.

—Ya verás.

Negué con la cabeza, ¿por qué me cree idiota? Él es el único idiota aquí.

Continuamos caminando por el bosque, en silencio. Tras varios pasos, algo comenzó a llamar mi atención.

¿Por qué sigue habiendo luz?

Miré a mis espaldas y vi a las luciérnagas volar lentamente, siguiendo nuestros pasos, como si supieran que necesitamos su luz.

—Nevan —exclamé sorprendida y tironeé de su vestimenta—, mira. —sonreí con fascinación.

—Te lo dije —sonrió de lado—, andando, no te detengas.

Junté mis cejas.

—¿Y por qué no me lo has dicho antes? —repliqué apresurando mis pasos hacia él.

—Creí que lo sabías. Ay, princesa —negó con la cabeza—, no sabes nada de Usque, ¿así pretender reinar?

—Cállate.

¿Por qué las luciérnagas nos siguen? ¿No seguirán por un buen rato?

Continuamos con la incesante caminata, ¿encontraremos en algún momento la salida? ¿O moriremos aquí?

¿Acaso el rey ya se enteró de nuestra desaparición?

¿Lo sabrá la prensa?

¿Mis padres?

Ay, no... no quisiera que se preocuparan...

—¿Oíste eso? —Nevan se detuvo en seco causándome un mini infarto.

—¿Qué? —tragué saliva.

—Oye... —entrecerró sus ojos.

Un ruido entre los arbustos captó mi atención.

—Viene de ahí —señalé el arbusto y me escondí detrás de Nevan—, ¿qué será? ¿Algo salvaje? No quiero morir. Nevan, saca tu espada. —insistí.

—Cálmate, tal vez sea una ardilla o una ra.. —dejó de hablar cuando lo que estaba en el arbusto saltó hacia nosotros.

Di un gritó y oculté mi cara detrás de la espalda de Nevan.

Ay por Dios, ¿moriré?

—¿Qué es esto? —Nevan preguntó con curiosidad.

Me asomé detrás de él y vi un pequeño animal blanco y peludo. Es una especie de conejo de peluche con orejas largas que caen al costado de su cara.

DESCENDIENTES DE ORO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora