VOLUME 2. Capituló 21: El Dios Mas solitario.

563 66 12
                                    

•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

{PUNTO DE VISTA DE HEFESTO}

Realmente no me enorgullezco de mi forma de llegar a ser un olímpico, solo era alguien que quería venganza, tener un lugar al cualquier pertenecer, que las personas me respetaran.

Ser el hijo feo de mi madre, la diosa Hera, ¿acaso es mi culpa haber nacido feo?, ¿como una madre puede lanzar a su hijo 'recién nacido' desde un monte y caer golpeándose por rocas durante 3 días?.

Si no fuera por que ellas me salvaron ahora mismo no se que sería de mi, logre crecer y ser el mejor herrero de todos, mis obreras eran digna de elogiar y admirar, tanto que sin darme cuenta, la forja se volvió parte de mi vida, de mi ser.

Logre enviarle un regalo a la diosa Hera, un regalo de odio y desprecio, un trono de oro con todas las gemas preciosas que existían en todo el mundo, al momento de que ella se sentara, Justo en ese momento no logró pararse.

El trono estaba bajo un hechizo, en el cual solo yo sabía cómo deshacerlo. Yo estaba ahí, estaba en esa fiesta, lo recuerdo muy bien ya que esas miradas de desprecio y asqueo nunca se me olvidarán, estaba detrás de todos los dioses que estaban presentes en El Monte Olimpo.

Mis demandas eran simples, por deshacer el hechizo, yo sería uno de los olímpicos y sería el hombre con quien la diosa más bella y hermosa se casaría, con Afrodita.

Mis demandas se cumplieron, pero muchos dioses estaban en desacuerdo con que me casaran con Afrodita, en especial Ares, el dios de la guerra... mi hermano de sangre.

El tiempo pasó y fui feliz, feliz a pesar de las miradas de odio que sentía por todos en el Olimpo, solo cuando querían que el gran dios de la forja les fabricara armas, solo en ese momento me llamaban con respeto... pero solo cuando necesitaban algo.

Pensé que mi esposa, Afrodita sería mi único consuelo, pero hasta ella me traicionó, con mi propio hermano, la ira, la furia que sentí en ese momento no se podía comparar con nada, pero, ¿cómo yo un dios que solo sabe forjar armas, iría contra el mismísimo dios de la guerra?.

Al final Afrodita se separó de mi, yo mi corazón echo pedazo me sumergí aún más en la forja. Aveces pienso cual era el error que hice para que Afrodita me engañara. Yo... realmente la amaba, realmente amaba a esa diosa, siempre le forjaba todo tipo de tesoros, tesoros únicos para ella, una vez pase un año completo sin descansar para forjarle una pulsera sin igual, la pulsera más hermosa y deslumbrante que exista... pero al final de que sirvió, si tan solo ella me hubiese dicho, haría lo imposible por no haber perdido mi relación con ella.

•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Había llegado al monte Olimpo, al llegar las puertas de oro se abrieron en mi presencia.

El Olimpo era una gran ciudad, con manantiales y cascadas, algunas cada estaban hechas de oro puro, en una montaña en el centro de la ciudad estaba un palacio, donde habitaban los 12 olímpicos.

Tenía un saco con algunos materiales de forja después de haber visitado a los cíclopes para que los que me pregunte por mis días fuera del Olimpo no sospechen nada.

Caminaba por el palacio hacia mis aposentos, Justo en el camino mientras camina con mi bastón cojeando, vi a unas Ninfas quienes me cedieron El Paso, pero al momento de dejarme pasar susurraron.

Lucifer Entre Los Olímpicos Where stories live. Discover now