Capítulo 1: Donde perecen los malnacidos

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Anastasia se estiró bostezando al otro lado del mostrador desde donde se suponía que debía custodiar el interior de la tienda. La mañana estaba muy apagada y ella sentía que se quedaría dormida en cualquier momento.

Un hombre atravesó el arco de una puerta que yacía detrás de Anastasia y colocó algunas cajas junto a la joven.

—Espero que ese cansancio sea producto de tanto leer esas novelas y no por algo más, Anastasia. —Él la miró fijamente a los ojos, esperando delatarla con sus palabras.

—Sólo me aburro, no estoy cansada por nada especial, Des —respondió Anastasia, encogiéndose de hombros aparentando desinterés.

Des solía decir que Anastasia era muy mala mintiendo y sabía que tenía que controlar mejor su expresión corporal.

El hombre no le respondió, se limitó a sacar algunos frascos con hierbas de la caja para exhibirlos en el mostrador. Anastasia lo vio hacerlo, cabeceando sobre la superficie de cristal donde se apoyaba para no caer dormida y entonces, la campanilla de la tienda anunció la llegada de un cliente.

—Bienvenido. —Anastasia se dio la vuelta con una cálida sonrisa, mientras que Des seguía acomodando la mercancía.

La joven observó a detalle al recién llegado, ya que, parecía ser un cliente nuevo y además, se veía muy joven. Le intrigó su visita ya que, lo usual para ella era que los ancianos fueran en busca de algún remedio para sus reumas y para el mal de orín. El nuevo visitante, sin embargo, era un joven adolescente con una piel muy pálida, el cabello negro y un par de atractivos ojos grises.

Anastasia se quedó embobada con su apariencia, mientras que el joven analizaba todos los remedios expuestos entre las estanterías. Era muy apuesto, pero parecía pobre, pues usaba un par de jeans muy desgastados y una descolorida sudadera negra; sin mencionar la fase terminal de sus zapatillas deportivas.

—¿Se le ofrece algo, joven? —Des trató de atenderlo, ya que, Anastasia no salía de su embeleso nada disimulado.

No obstante, para suerte de la chica, el joven no pareció percatarse de que lo miraba y se volvió hacia Des, quien se acercó para ofrecerle un mejor servicio.

—Busco medicina —respondió el joven con timidez, agachando sus preciosos ojos al hablar.

—Entiendo. Esta es una tienda de remedios herbolarios, así que, vino al lugar indicado. ¿Qué necesita?

—Medicina... Para mi madre... —El chico levantó los ojos hacia Des con un ligero temor—. No sabría decir qué exactamente. Hasta ahora, ningún médico ha logrado diagnosticar... Por eso, quería saber sí alguno de ustedes pudiese ir a verla y decirme con qué la puedo curar.

—No hacemos visitas a domicilio. —Des se cruzó de brazos con imponencia, logrando intimidar al chico.

—Claro, entiendo. —El joven se puso la capucha de su sudadera y salió prácticamente corriendo del establecimiento.

—¡Des! —Anastasia salió del otro lado del mostrador—. ¿Por qué hiciste eso? Podríamos haberlo ayudado. Se ve desesperado...

—Anastasia, vendemos medicina, pero no somos médicos ni hacemos milagros —replicó Des, regresando sobre sus pasos.

—Voy por él. —Anastasia se apresuró a salir de la tienda, sin darle tiempo a Des de detenerla.

Él maldijo por lo bajo cuando ella se fue.

* * *

Anastasia lo alcanzó dos calles más adelante y lo sostuvo del hombro para detenerlo. El chico se dio la vuelta de un sobresalto y se sorprendió de ver a la joven.

Ráfaga Guerrera (Borrador)Where stories live. Discover now