Capítulo 12: Rehabilitación

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Brigitte invitó a Anastasia a meditar y ésta trató de imitarla, esperando encontrar el verdadero ser del que Brigitte le había hablado, pero, con las piernas entrecruzadas sobre el suelo y los ojos cerrados, Anastasia no fue capaz de sentir o percibir algo, por el contrario, escuchó a las otras hadas murmurar.

—Brigitte ha tomado a la princesa Fayrel como su discípula.

—Que honor...

«No estoy entendiendo nada —pensó Anastasia, mientras arrugaba la nariz».

Los siguientes días, Anastasia obedeció las indicaciones de Brigitte, quien la invitó a meditar, danzar y hacer yoga. No obstante, conforme pasaba el tiempo, la sílfide sentía que lo estaba desperdiciando, pues no lograba encontrar aquella extraordinaria respuesta que Brigitte le había prometido.

Reflexionó sobre eso mientras hacía un esfuerzo por ser capaz de meditar, observó a detalle al hada frente a ella y trató de visualizar qué se suponía que era aquello que debía ver o sentir con la meditación.

Por otro lado, a pesar de que Brigitte tenía los ojos cerrados, se percató de la curiosidad de la sílfide.

—¿Qué le intriga, princesa Fayrel? —preguntó sin romper su concentrada postura y sin abrir los ojos.

—Am... —Anastasia se sintió nerviosa frente a lo perceptiva que podía llegar a ser el hada—. Intento entender cómo funciona esto de la meditación...

—Debes respirar y concentrarte, princesa Fayrel.

Brigitte inhaló profundo y Anastasia trató de imitarla, pero no tuvo ningún buen avance.

Luego vino el baile y ese parecía ser el momento preferido de las hadas, quienes se alegraban mucho al bailar, pero Anastasia era bastante torpe en la danza. Tropezaba todo el tiempo y cuando se cansó de ello, se sentó en la cama resoplando.

—¿Qué sucede, princesa Fayrel? —Brigitte fue hacia ella.

—Esto de bailar nunca se me dio —respondió Anastasia malhumorada—, ni siquiera cuando vivía en el bosque sagrado. Jamás se me dio bien ser una sílfide...

—Princesa... —Brigitte se sentó junto a ella—. Tiene que dejar de pensar que ser una sílfide implica saber bailar o acatar ciertas reglas.

—Si eso no me hace una sílfide, ¿entonces qué?

—Usted nació siendo una sílfide y nada podría cambiar eso.

—Una sílfide que ni siquiera puede volar... —Anastasia abrazó sus piernas y llenó de aire sus mejillas, haciendo un puchero

—No puede volar porque hay demasiado peso en su alma que sus alas no pueden soportar. —Brigitte acarició la cabeza de Anastasia con cariño—. Nos encargaremos de esos pesados remordimientos y cuando lo hayamos hecho, usted volverá a volar.

—¿Con meditación? —Anastasia frunció el ceño con incredulidad.

—Sí, ya es hora. —Brigitte sonrió.

Al siguiente día, vino el baño semanal y aunque a las hadas les daba mucho gusto recibir otra envoltura de jabón, a Anastasia no le agradaba nada la llegada de ese día, porque tocaba baño.

Allí en el cuarto de baño, había una tubería de la cual caía un chorro de agua repentinamente, como si los de la OCI abrieran la llave de paso para que eso ocurriera. Todas las prisioneras debían bañarse juntas bajo un diminuto chorro de agua helada y eso no le gustaba a la sílfide, quien, con el pasar de los días, había extrañado mucho su privacidad y la bañera en la casa de Des.

Ráfaga Guerrera (Borrador)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant