Capítulo 11: Ofensa

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Aquella ilusión fue desgarradora, la tortura y manipulación por parte del español, hacia lo que, en ese momento, eran solamente unas niñas era notable. No podían creerlo, sabían que la conquista había sido cruel, pero el español siempre había mencionado que no era nada del otro mundo, un par de esclavos como todos, pero ¿Esto? Estaba mucho más allá de lo que había dicho ¿Acaso no se acordaba? ¿O solo quería invalidar lo que hizo?

Pero... ¿Qué has hecho...? — mencionó el ruso realmente enojado, siempre supuso que su pequeña había sido abusada, pero en la segunda guerra mundial, como la mayoría de ellos, no de esa manera tan cruel siendo tan joven, y lo peor de todo eso, era que su abuelo era parte de aquel abuso...

¿Cómo fuiste capaz de haberles echo eso? — mencionó el norteamericano acercándose al español, pero siendo interrumpido por el ruso, ahora entendía bien, por qué esos dos Dioses estaban tan enojados ¡Y él también lo estaba! — ¡Eran unas niñas!

Yo-... ¡Es que en esos tiempos así eran las tradiciones!

¿Qué así eran las cosas? ¡¿Qué demonios te sucede?! — gritó con furia el alemán, es que no podía ni imaginar lo que su pequeña amiga chilena le había sucedido, en aquella ilusión, a pesar de que la peruana y mexicana eran las más afectadas, las demás estaban de la misma forma, lastimadas y al borde del colapso.

Ante esto, la sonora risa de la Diosa en el cuerpo de la chilena fue inevitable. Se sentó en una de las mesas del lugar intentando aguantar su risa, pero es que ni siquiera lo intentaba del todo.

Yo lo dije ¡Si lo dije! Una perra que solo quería coger ¿O no~?

¡No es verdad!

No nos vengas con esas mentiras ¡Por favor! ¡Estuvimos ahí! Todas las veces que las violabas a todas ellas~ ¿O no te acuerdas España? Cómo lloraban, cómo suplicaban, eso te encantaba ¿Verdad? — volvió a soltar en una risa la chilena, es que la cara del español era todo un poema para ella, la desesperación, el dolor, el arrepentimiento que él mismo se causó.

Yo-... Yo no quería...

¿No querías...? — soltó en una risa el inca, acercándose más al español hasta quedar frente a frente con él — Si no hubieses querido hacerlo... No lo hubieras echo y ya... Pero lo disfrutaste tanto la primera vez, que no pudiste aguantarte hacerlo más de 30 veces con cada una de ellas ¿No...? Ja — al levantarse y apartarse de él, escuchó como el español intentaba justificarse, sin éxito alguno — Lo disfrutabas tanto... ¡Tanto! Qué querías más, y más cada vez... Dinos España ¿Sigues con ganas de coger con alguna de nosotras?

¡No!

Ah- ¡Entonces solo te gustan las niñas! No quería admitirlo yo, pero tu solito cavaste tu propia tumba, qué imbécil — volvió a sonreír al respecto, el español intentaba justificarse, pero era inevitable, las pruebas estaban en su contra.

Podríamos llevarlo a juicio ¿No? — se acercó el azteca a su hermano, viendo la mirada confusa de los presentes, pero causando una sonora risa por parte de la chilena. — Sería entretenido ¿No? ¡A Perún le encantaría!

Mph~... Un juicio divino... — rodeó sus ojos viendo todo el lugar pensativo, antes de fijar su vista al ruso, el cual se tensó al ver como aquel inca sonreía — Dime mortal ¿Crees que este sujeto se merece una segunda oportunidad? Puedes ser lo más sincero que quieras

¿Una oportunidad? No — aquella respuesta rápida sorprendió a todos los presentes, hasta aquel Dios Inca se había sorprendido por aquello ¿Tan fácil era convencerlo? O tal vez... Desde hacía tiempo quería matarlo... No lo sabía — Creo en el perdón, pero también en la justicia, y sé que ustedes merecen la justicia que tanto han anhelado

Ojos de Oro - RusperWhere stories live. Discover now