Amanecer

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El pequeño Wei Ying se había despertado adolorido, pero mostró su mejor cara para el amable doctor que lo revisaba, según lo que él le había dicho había estado inconsciente desde que llegó y era la mañana del día siguiente.

Mientras comía una pequeña porción obligado por el doctor preguntó discretamente sobre lo que había pasado, aparentemente el líder de Secta lo había llevado hasta allí y luego de verlo y escuchar al doctor se retiró.

No pudo evitar preguntar si Lan Zhan había llegado a verlo, se hubiera deprimido mucho si hubiera sido así y él no lo haya podido ver, pero al escuchar la negativa del doctor ya no estaba tan seguro si hubiera preferido que sea así.

Sabía que no debía preguntar, seguro Lan Zhan seguía enojado con él, no quería que lo viera herido así que está bien que no haya llegado.

Pasó el resto de su día en la enfermería, conversando con el doctor Hui y el ayudante Ming, intentó olvidar lo que había pasado, si lo seguía recordando solo afectaría a Lan Zhan.

Sí, decidió olvidar todo y continuar, esas heridas y el dolor no lo iban a detener, hablaría con Lan Zhan con normalidad, seguro él tampoco quería recordar algo así, se preguntó si él estaba durmiendo bien y si no se sentía solo, mientras caía en los brazos del morfeo.

°•°
–¡Esperen!, él aún no se recupera, necesita reposo– mientras veía como su reciente paciente era sacado a la fuerza por la puerta.

Wei Ying había sido despertado antes del amanecer por un fuerte tirón, de repente se vió rodeado de tres miembros antiguos de la secta, quienes a jalones lo sacaron de la cama y lo arrastraban hasta la puerta de la enfermería mientras escuchaba de fondo las quejas del doctor.

Era demasiado para procesar, acababa de despertar, su cerebro aún está intentando entender, cuando recuperó del todo la conciencia solo pudo darse cuenta que estaba en la misma situación de ese día.

– Wei Wuxian, acorde al día de reposo hoy inicia el segundo día de tu castigo– estaba estupefacto, no debió pensar que esto se iba a detener en un día, era cierto, él merecía más.

–El día de hoy daremos inicio con 150 golpes por compasión a tu herida anterior– era lo mismo, volvía a repetirse, se sentía perdido, miró a su alrededor buscando aquella mirada dorada, pero no la encontró, él no estaba.

–El señor Hanguang-Jun no va ha venir hoy, pero tenemos su autorización, colócate firme, inicien por favor– después de esas palabras solo pudo sentir dolor, mucho dolor.

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