Capitulo 26

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-No tenías por qué hacerlo - habló Harry con una pequeña sonrisa de agradecimiento en los labios. Marco le respondió con otra más amplia.

Tenía entre sus manos una caja de cartón con una bonita y deliciosa tarta de fresa. Y a pesar de que lo agradecía enormemente, porque le animaba un poco su deprimente estado de ánimo, seguía pensando que era una tontería gastarse dinero en algo como eso. Aunque tampoco es que fuera a decir lo que de verdad pensaba.

-No digas tonterías, merece la pena para verte sonreír un poco - Harry apartó la mirada con un ligero rubor en las mejillas. Aquel gesto fuera le pareció al mayor muy gratificante porque se sintió extraordinariamente bien hacer feliz a Harry aunque tan solo unos pocos minutos.

-Gracias.

-No las des.

Harry se mantuvo con la mirada pegada al suelo durante un rato.

Era sábado. Un horrible y apestoso sábado para él. No hubiera soportado pasar el día entero solo en casa porque temía tener que soportar de nuevo sus malos recuerdos y pensamientos, puesto que Niall había tenido que ir al mercado porque el dinero no se conseguía por milagros. Suerte que al menos le había permitido pasar unos días tranquilo sin tener que trabajar para recuperarse un poco de la enfermedad que significaba que le rompieran el corazón.

Por lo que ese día no pudo decir que no cuando Marco se presentó en su casa con una dulce sonrisa y un regalo, pidiéndole dar un paseo con él para despejarse

Y ahí se encontraban los dos. Como si siempre hubieran sido amigos cuando hacía menos de una semana que Harry no era capaz de verle ni en pintura. Pero se sintió reconfortado con la presencia del pelirrojo a su lado. Como si necesitara sentir de nuevo la calidez de otra persona que no fuera Niall. Como si quisiera llenar el vacío que la ausencia y la traición que Louis le había dejado.

-¿Cómo ha estado estos dos últimos días? - ante la pregunta Harry dejó escapar una diminuta risa sarcástica que se interpretó más como un bufido.

-Supongo que mejor - al menos sigo vivo.

-Ya - Marco se removió incómodo. Ambos estaban sentados en las escaleras de entrada a un edificio de viviendas. Era una calle poco transitada y el polvo de la acera mal pavimentada les manchaban el bajo de los pantalones y las botas desgastadas de cuero falso.

El silencio se volvió extraño pero al menos no duró mucho. Esa tarde Marco ignoró cualquier tipo de negación que Harry se atreviera a pronunciar ante sus planes para distraerse y se lo llevó a cualquier parte lejos de Smithfield. Recorrieron calles y calles hasta que los pies les dolieron y hablaron, en su mayor parte Marco, de cualquier cosa que se les cruzase por la cabeza.

Y Harry no podía hacer otra cosa que agradecer esa atención porque durante al menos un tiempo pudo olvidarse de su desgraciada experiencia romántica y volver a sonreír sin remordimiento. Marco le ayudó y lejos de parecerle mal, como en cualquier otra ocasión le hubiera parecido, se disfrutaría de ello.

De modo que al atardecer Rogar llegó a casa de una pieza. Dejó la caja con la tarta sobre la mesa de la salita y caminó hasta su habitación donde permaneció sentado sin hacer nada hasta la llegada de Niall.

Ambos, o más bien el rubio, engulleron buena parte de la tarta. Esa fue la primera vez que Niall no se quejó de algo que tuviera que ver con Marco, es más, estuvo horas diciendo cosas maravillosas con respecto a ese regalo tan dulce y que delicioso había ido a parar a su casa. Harry solo pudo reír debido a sus inesperadas palabras.

Y la noche llegó.

Y con ella llegó la mañana siguiente.

Domingo.

Intocable ( Larry stylinson) Where stories live. Discover now