Tras una pausa, Chiara se aproximó al micrófono y pronunció: -Este es un mensaje para el chico que me besó en la fiesta del sábado... No sé quién seas, pero te voy a encontrar.
Estaba aislada en el estudio, una habitación a prueba de sonido, sin emb...
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Diversión.
Sentimiento que la mayoría goza cuando se encuentra en actividades sociales, mientras que unos pocos solo pueden observar desde lejos con terrible incomodidad.
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La música estaba alta. Sí, música fuerte en una fiesta, qué locura, ¿no? Pero no era el ambiente habitual de Chiara, que más de una vez tuvo que cubrirse los oídos cuando estos vibraron por la potencia del sonido.
Se planteó la posibilidad de tomar una servilleta, escabullirse a un rincón y colocarse trozos del papel como tapones improvisados, pero alguien podría verla y eso sería demasiado humillante. Tenía fama de aburrida, no quería sumarle «amargada» a la ecuación. Después de todo, era por eso que se encontraba apartada de los demás, recargada contra la mesa de refrescos mientras observaba al grupo que se movía al unísono en el centro de la sala.
Dio un sorbo a su bebida, esperando que el alcohol hiciera efecto de una vez, a ver si así lograba relajarse.
Keiko surgió de entre la multitud con una sonrisa radiante que entornaba sus ojos oscuros y la cara roja por el calor que exudaban los otros cuerpos. Su cabello negro con mechas azules estaba desalineado y mojado por el sudor.
—¡Chiara! —exclamó para hacerse oír sobre la música—. ¡Ven a bailar!
—Quizá más tarde...
—Ugh, ¿qué debe hacer una para que te diviertas? ¡Quizá sea la última fiesta a la que puedas asistir!
Aquello no se oía mal. Su amiga debería apreciar el esfuerzo que Chiara hacía al permanecer allí, aunque, siendo justos, a Keiko le había significado un esfuerzo aún mayor el convencerla de asistir. Luego de tres años, había logrado derribar las estrictas barreras de Chiara recurriendo al sentimentalismo: el lunes comenzaba el último año académico y jamás habían asistido juntas a las fiestas que sus compañeros organizaban. «Nunca volveremos a tener una chance como esta, Chia. Vas a estar todo el año estudiando y luego te convertirás en una locutora famosa y te olvidarás de mí», fue lo que Keiko le dijo.
Básicamente, la había manipulado para que asistiera, pero como Chiara llevaba años rechazando sus invitaciones, podría decirse que estaban a mano.
—¿Le pides a Chiara Lumina que se divierta? —interrumpió una voz jocosa, como si acabara de escuchar el mejor chiste del día—. Es más probable que caiga nieve esta noche a que eso suceda.
Chiara puso los ojos en blanco antes de voltear hacia el dueño de la voz. Andrew Star estiraba el brazo desde el otro extremo de la mesa para servirse una de las numerosas bebidas amontonadas allí. No parecía importarle cual. Mantenía los ojos claros como la miel fijos en las botellas, evitando la ceja enarcada de Chiara, pero la sonrisa socarrona en sus labios finos delataba lo mucho que le divertía ser el centro de atención de la chica. O la causa de su fastidio.
