La Medicina de las Hermanas Hódar

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— ¿Se puede saber dónde habéis estado?

Chiara, que estaba entrando por la puerta apoyándose en el bastón de la abuela Carmen, se quedó quieta cuando escuchó la voz de Violeta.

— Vivi — Chiara sonrió. Cojeó hacia la chica, que se encontraba en medio del salón con los brazos cruzados, y se abalanzó contra ella — Te había echado de menos.

Violeta la abrazó fuerte, permitiendo que descansara todo su peso en su cuerpo. Besó su cabeza, y sus manos pronto se colaron debajo de su camiseta para acariciar su espalda.

— Yo también te he echado de menos, cariño — dijo contra su oído.

— Hola a tí también, nieta querida.

— Abuela — Violeta dijo, frunciendo el ceño mientras su mano seguía acariciando la espalda de Chiara — Te dije que no te la llevaras muy lejos, que aún está mal con la pierna.

— Eso, mamá — Susana salió de la cocina con los brazos cruzados — Que la niña va a acabar coja.

— No ha sido para nada — Carmen dijo, cogiendo el bastón de entre las manos de Chiara — Solo hemos dado una vuelta.

— Mentira — Violeta la miró — ¿Dónde habéis estado?

Carmen suspiró, sentándose en el sofá — Hemos ido al cementerio.

— ¡Mamá! — Susana dijo, espantada — ¿Otra vez con lo mismo? Que no puedes desenterrar a papá.

— A ese sinvergüenza le tengo que ver bien muerto antes de que yo ponga un pie en el otro barrio.

— Mamá, si le incineramos.

— Pero quiero ver su tumba vacía. Me da mucha paz saber que ya no está en este mundo.

— ¿Me puedes ayudar a que me siente? — Chiara le susurró a Violeta.

La pelirroja asintió, poniendo su brazo sobre la espalda baja de Chiara y aferrándose a su cintura. La pelinegra pasó su brazo por los hombros de Violeta y comenzó a moverse hacia el sofá. Un suspiro de alivio se escapó de entre sus labios cuando por fin pudo sentarse y apoyar la pierna sobre la mesa.

— Espera, mi vida — Violeta cogió un cojín y lo puso bajo la pierna de Chiara — ¿Así mejor?

— Sí — Chiara le sonrió — Muchas gracias.

Violeta se sentó al lado de Chiara, y por fin se percató de su madre y su abuela, que seguían discutiendo.

— Que no te voy a decir dónde están las cenizas de papá — Susana dijo — A saber qué haces tú con ellas.

— ¡Nada! — Carmen se llevó una mano al pecho, ofendida ante la poca fé que su hija tenía depositada en ella — Solo quiero verlas y saber que su cuerpo ardió igual que su alma lo está haciendo en el infierno.

— Joder con la abuela — Chiara susurró.

— Ya, claro — Susana negó con la cabeza — Antes las tenías encima de la chimenea y se te caían todo el rato.

— Hija, se me resbalaba la urna sin querer. Tengo principio de artritis.

— Lo que tienes es mucha cara dura — Susana puso sus manos en su cintura.

— Déjame ya con el temita, anda — Carmen miró mal a su hija — Que me ha entrado migrañas.

— Migrañas debería tener yo, con medio padre en la aspiradora.

— Junto con los ácaros — Chiara dijo. Violeta la miró y frunció el ceño.

— ¿Qué te ha dado mi abuela? — Violeta preguntó — Ya te he dicho que no comas nada que te ofrezca.

Mentiras de Jarabe | KiViWhere stories live. Discover now