El tatuaje II

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La pelirroja siguió observando a Alondra dibujar, pudiendo mirarla por primera vez sin temor a ser descubierta.

No debería haber mujer más bella que aquella, finalmente.

La forma en la que fruncía los labios y entrecerraba los ojos con concentración, el pequeñísimo ceño que se formaba en su rostro normalmente despreocupado, le fascinaron. Rai desplazó su mirada hacia abajo, hacia sus manos, grandes, dedos largos, uñas limpias y muy hábiles.

Las cosas que debe ser capaz de hacer con esas manos...

Oh, no, cambio de dirección.

La peliroja desvió la mirada hacia otro lado, ruborizada por sus propios pensamientos, y dando gracias al cielo por que nadie pudiera oírlos.

¿Desde cuándo se había convertido en una muchacha tan mal pensada? Su madre la obligaría a rezar durante horas sin parar si lo supiera.

—Ven aquí.— Rai dejó de mirar finalmente a la pequeña botella de alcohol cuando la ronca voz de Alondra llegó a sus oídos, y se acercó a ella para mirar por sobre su hombro el dibujo del corazón dibujado sobre el cuaderno.

Era perfectos. Era lo que ella siempre se había imaginado.

—Sí.— Susurró.—Esta perfecto.

Alondra asintió, satisfecha, y arrancó la hoja del cuaderno, comenzando a traspasar el dibujo sobre el papel de calcar.

—Bien, estoy yendo a la camilla.— Rai se acercó a la gran camilla blanca son dudas.

—Y quítate la ropa.

—¡¿Que?! — Alondra reparó en la expresión horrorizada de la peliroja, y la miró con impaciencia.

—Sólo la camisa Rai, ¿Cómo esperas que te tatúe si no? No seas tan malditamente pervertida—Esto último lo masculló, y Rai le frunció el ceño molesta.

Ella no era ninguna pervertida. Bien, sí lo era, pero eso estaba por cambiar. Ya lo había decidido.

Dejando a Alondra con la boca abierta, la muchacha tomó ambos bordes de su playera Azul pastel y se la quitó de un tirón, quedando frente a Alondra con nada más que su sostén negro .

Alondra no podía apartar la mirada del torso semi-desnudo de Rai.

Tantos años soñando con eso, y allí la tenía, frente a ella, tan vulnerable, inocente y preciosa como siempre. Y semi-desnuda.'

¡Vamos! Esa era Rai. La misma Rai con la que jugaba de niña, y la misma Rai que la ponía de los nervios con aquel aire de paz interior y de resignación hacia el mundo y hacia su propia vida que la rodeaba.

Ella no debería simplemente provocar ese efecto en aquella rubia haciendo un esfuerzo sobre humano y tragando saliva con fuerza, Alondra se obligó a sí misma a volver la mirada al dibujo.

Rai, inspirando hondo e ignorando la mirada con la que Alondra recorrió su cuerpo unos segundos antes, se subió de un salto a la segundos antes, se subió de un salto a lacamilla, y se recostó sobre ella, juntando lasmanos sobre su vientre.

—Bien. — Alondra se puso de pie y se acercó a Rai, para luego apoyar a la chica carbónico sobre la nívea piel de la castaña.

—¿Allí es donde lo quieres?— Rai asintió, y la rubia tomó un algodón con alcohol para esparcirlo sobre elpapel y grabar el dibujo sobre la piel de Rai.

—Eres mayor de edad, ¿Verdad?

—Voy a cumplir diecinueve años, Alondra. La rubia ya lo sabía, por supuesto, pero no pensaba admitirlo.

The Tattoo || Adaptación || RailoWhere stories live. Discover now