Capítulo ocho: Quemen a la bruja

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☆☆☆

Después de una mañana de rutina, donde Max se preparó y desayunó, nos subimos a su auto para dirigirnos hacia la escuela. El viaje estuvo envuelto en un silencio que se había vuelto tan familiar como los paisajes que pasaban frente a nosotros. Mientras avanzábamos, podíamos distinguir los mismos edificios y árboles de siempre, como si fueran parte de un escenario que se repetía día tras día.

Al llegar al colegio, Max se bajó del auto y aguardó con paciencia a que yo lo siguiera, observando mi reluctancia a abandonar el cómodo interior del vehículo. Nos encontrábamos frente al imponente edificio escolar, con su arquitectura clásica y sus ventanas brillando bajo el sol matutino. El aire estaba impregnado del aroma tentador de la comida de la cafetería, mezclado con el sonido de las risas y las conversaciones animadas que resonaban en los pasillos.

—¿No vienes? —preguntó, su tono revelando una mezcla de expectativa.

Resoplé interiormente, consciente de que mi expresión probablemente ya le había comunicado mi escepticismo sobre su plan. No tenía idea de lo que tenía en mente, pero estaba seguro de que no sería nada beneficioso para ninguno de nosotros. Decidí no discutir, al menos no aún, y simplemente me uní a él fuera del auto, preparado para lo que sea que nos esperara en la escuela.

—Sabes, creo que sería útil si me contaras todo lo que sabes sobre... esto —dijo, haciendo un gesto circular con las manos hacia mí. Me sorprendió lo rápido que se había adaptado a mi situación, y su disposición para entender y ayudarme.

—Ya te dije que no es asunto tuyo —respondí bruscamente, sintiendo la frustración acumulada en mis palabras—. ¿Y qué hacemos en la maldita escuela?

—Veremos a alguien —dijo, su tono cortado por mi actitud.

Nos adentramos en los pasillos, la tensión flotando entre nosotros mientras buscábamos a esa persona en particular. Fue entonces cuando nos topamos con Taylor y su escuadrón de amigas, como si el destino se burlara de nuestra misión. Tiene una estatura promedio y una figura atlética. Su cabello es corto y de color castaño, a menudo peinado de manera desenfadada para complementar su estilo personal. Los ojos de Taylor son de un tono marrón cálido, llenos de curiosidad y chispa. Prefiere la ropa cómoda pero con estilo, optando por colores neutros que resaltan su tez clara. Con una sonrisa fácil y una presencia confiada, Taylor lleva consigo un aire de accesibilidad que a Max pareciera incomodarle. 

—Hola Maxi... —saludó Taylor con un tono coqueto, su mirada fija en él.

—Hola —responde Max con una mueca de desinterés, tratando de mantener el enfoque en nuestro objetivo.

—Le gustas, es obvio —sugerí. Ignoró mi comentario, pero pude ver en su rostro que toda la situación lo incomodaba—. Oh... Problemas de identidad... Entiendo —añadí, tratando de aligerar el ambiente, aunque sabía que no era el momento adecuado para bromas.

—¿Qué? No —respondió, visiblemente agitado—. No es eso.

—Te gusta también, pero temes admitirlo. Está bien, ser gay no es algo sobre lo que debas avergonzarte.

—¿Qué? —repitió, desconcertado—. No soy gay.

—Eso es lo que diría un gay en el clóset. —No pude contener una sonrisa maliciosa al decirlo.

—Claro que no, ¿qué estás diciendo? No lo soy y no tendría problema en admitirlo si lo fuera. —Su voz denotaba un orgullo herido, pero su mirada desafiante intentaba ocultarlo. —Asumir la sexualidad de las personas no es correcto.

El nombre de las estrellasWhere stories live. Discover now