4. Sirenas y tierra firme.

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A la mañana siguiente, Osamu escuchó a varios de los miembros de la tripulación gritar por su capitán.

—¿Qué? —la voz de Suna resonó desde la cubierta. Parecía con resaca— ¿Qué es?

—Hay sirenas más adelante —dijo un miembro de la tripulación—. Toma, echa un vistazo a través del telescopio tú mismo.

Mientras Suna miraba, Osamu buscó en su mente todo lo que sabía sobre sirenas.

Eran criaturas míticas que nadaban por el océano en manada. Eran mujeres que en lugar de piernas, tenían cola de pez y eran conocidas por causar naufragios y comerse a los marineros.

Los atraían a la muerte cantando canciones que provocaban alucinaciones a cualquier marinero con los oídos destapados. Siempre prometiendo cumplir el mayor deseo de ese marinero.

Osamu nunca se había encontrado con ellas antes, pero había escuchado muchas historias. Lo más fascinante que había oído era que las sirenas nunca atacaban a nadie que no fuera un hombre. Por ejemplo, cuando una mujer, o cualquier otra persona, pasaba por la zona, no oía absolutamente nada. Flotas enteras de mujeres viajaban a través de este canal sin miedo, por lo que era conocido como un lugar de completa paz y seguridad, pero también como un lugar de destrucción total.

—Mierda —Suna gritó desde arriba. Sus talones golpearon contra la madera mientras corría por la cubierta, haciendo sonar una campana con fuerza—. ¡Tápense los oídos! ¡Ahora! —gritó nuevamente.

Osamu inmediatamente entró en pánico. Tenía las dos manos esposadas demasiado lejos para llegar a sus oídos. Gritó para que alguien viniera a ayudarlo, pero para ese momento, todos ya se habían tapado los oídos o simplemente no les importaba. Osamu estaba indefenso.

A los pocos minutos, comenzó a escuchar un débil canto. Poco a poco se hizo tan fuerte que era imposible escuchar otra cosa que no fuera su canto. Entonces, las voces comenzaron y Osamu escuchó a su hermano.

—¡Samu! —la voz de Atsumu lloró, una y otra vez. Sonaba angustiado. Sonaba como si hubiera estado sollozando. Sonaba como si estuviera sufriendo.

Osamu comenzó a tener una visión de su hermano. Estaba sentado en el trono, con la corona de su padre colocada tan apretada sobre su cabeza, que la sangre corría desde su sien hasta su barbilla.

Detrás de él estaba su padre, con una de sus manos agarrando el hombro de Atsumu con tanta fuerza que la sangre empapaba el brazo de la camisa de Atsumu. Le estaba haciendo daño.

—Samu, no estaba destinado a liderar... —sollozó Atsumu—. No estaba destinado a ser rey. No estaba destinado a tratar solo con mi padre —la cordura de Osamu tambaleó cuando su gemelo empezó a gritar—. ¿Por qué me dejaste atrás? ¿Por qué no me llevaste contigo? ¡Eres mi hermano! ¡Pensé que me amabas! —Osamu se retorció en la cama de Suna, tirando desesperadamente de las esposas.

Sintió que sus oídos comenzaban a sangrar, pero las voces de la sirena solo se hicieron más fuertes. Le decían a Osamu que si lograba saltar al mar, podría ver a su hermano. Sería capaz de salvarlo de su padre.

Tuvo otra visión de su padre presionando la corona sobre la cabeza de Atsumu. Más sangre corría por su rostro. Entonces, Atsumu se desplomó hacia un lado. Y eso fue lo que rompió a Osamu.

Tiró tan fuerte como pudo de las esposas, rasgando la piel alrededor de sus muñecas. Todavía estaba atascado, así que comenzó a patear las barandillas a ambos lados de la cama. No estaban muy seguros, así que después de algunos golpes, se desprendieron de la cama y cayeron al suelo. Osamu salió corriendo de la habitación en cuestión de segundos, dirigiéndose directamente al agua. Empujó a todos y cada uno de los miembros de la tripulación fuera de su camino, sin darse cuenta de que alguien lo miraba e intentaba detenerlo.

El precio de ser un príncipe ; osasuna ff.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora