10. Sakusa Kiyoomi.

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Cabalgaron durante un par de horas más, pasando por alto las dos ciudades siguientes por temor a que los guardias los rodearan. En su lugar, se detuvieron en un pueblo en las afueras de la ciudad principal del reino. Otra hora de cabalgata y estarían de vuelta en el castillo.

Pusieron su caballo en uno de los establos del pueblo y pagaron exactamente una noche de alquiler antes de acercarse a la taberna más cercana. Suna sacó una pequeña capa negra de una percha.

—¿Tienes frío? —preguntó Osamu y Suna negó con la cabeza, empujando la capa en sus brazos mientras caminaban hacia la parte de atrás.

—No. Sólo póntelo —ordenó Suna—. No pueden reconocerte, tienes que permanecer oculto —Osamu simplemente hizo lo que le dijo el pirata, poniéndose la capa y acomodando la capucha sobre su cabeza. Tan pronto como lo hizo, Suna estaba ocultando un resoplido detrás de su mano.

—¿Qué es tan gracioso?

—Te ves ridículo —Suna murmuró entre risas.

—Podrías haber agarrado algo mejor.

—Cierra la boca antes de que yo te la cierre.

Ya dentro de la taberna, una camarera se acercó y tomó sus pedidos. Suna pidió un poco de hielo para su nariz, la cual había dejado de sangrar hacía un tiempo, pero todavía estaba roja e hinchada. Una vez que regresó con el hielo, Suna se lo acercó a la nariz mientras ponía los pies en el regazo de Osamu desde el otro lado de la mesa.

—Hace un rato... sonabas como si realmente te preocuparas por mí —dijo Suna.

—Me preocupo por ti —respondió Osamu—. Eres mi boleto para salir de este agujero infernal. Si tú mueres, yo muero.

—Sí, pero parecía que era más que eso.

—También sonó como si fuera 'más que eso' cuando bajaste al sótano y me encontraste sangrando —dijo Osamu—. Así que déjalo estar —si le hubiese hablado así hace una semana, Suna le habría dado una bofetada. Pero ahora, este solo lo miraba con diversión en sus ojos mientras una sonrisa juguetona se asomaba entre sus labios.

Ambos se estaban muriendo de hambre, así que cuando llegó la comida, no hablaron mucho. No hasta la mitad de la comida, cuando sonó la campana sobre la puerta al otro lado de la habitación.

Cuatro guardias entraron. Todos estaban uniformados e inmediatamente comenzaron a registrar todo el restaurante. Se detenían en cada mesa, arrancaban capuchas y sombreros de las cabezas e interrogaban a todos si habían visto al príncipe desaparecido.

Osamu se quedó helado de miedo.

—¿Qué sucede? —preguntó Suna, de espaldas a la puerta mientras un pedazo de pescado colgaba de su palillo— Parece que estás asustado.

—Acaban de entrar cuatro guardias —le susurró de vuelta con la voz temblorosa al reconocer al guardia más cercano a ellos. Tenía el pelo negro rizado y dos lunares sobre su ceja. Era el guardia personal de Atsumu. ¿Qué demonios estaba haciendo Sakusa en el grupo de búsqueda? Rara vez se separaba del lado de Atsumu. Especialmente durante emergencias, como el secuestro de Osamu— Yo... Vienen para acá... Me van a ver...

Estaba tan asustado que apenas tuvo tiempo de registrar los cuatro rasguños paralelos que Sakusa tenía en el costado de su cara. Parecía como si alguien lo hubiera arañado intencionalmente. También tenía bolsas profundas debajo de sus ojos, como si no hubiera dormido en días. Suna se dio la vuelta y los miró, su rostro palideció cuando se dio cuenta de que uno de los guardias estaba bloqueando la única salida. No había ninguna posibilidad de correr. El pánico se apoderó del cuerpo de Osamu mientras su garganta comenzaba a cerrarse:

—Oye, mírame —exigió Suna. Sakusa comenzó a caminar hacia ellos, mientras sus ojos se enfocaron en un hombre a unas pocas cabinas de distancia—. Alterarnos solo atraerá más atención hacia ti. Cálmate.

—¿Pero qué vamos a hacer? —Osamu volvió a susurrar, angustiado— No podemos escapar. Ni siquiera podemos levantarnos y escondernos. Van a vernos...

—Tengo una idea —dijo Suna moviendo la servilleta de su regazo—. Solo diré que lo siento de antemano, príncipe —el castaño se deslizó por debajo de la mesa entre ellos, subiendo al regazo de Osamu.

Y justo antes de que el peligris pudiera preguntar cuál era el plan, Suna agarró los lados de la capucha de Osamu. Cerró los ojos y empujó la cara hacia delante. Sus narices se rozaron y en cuestión de segundos se estaban besando. Osamu todavía tenía muchas preguntas, tanto miedo en su cuerpo de que el guardia personal de Atsumu estuviera a solo unos metros de distancia, pero Suna estaba tomando la delantera. Besó a Osamu de manera intensa mientras sus manos tiraban de la capucha hacia abajo tanto como podía, tratando de bloquear su rostro con su cuerpo. Osamu escuchó cómo los guardias se acercaban a su mesa. No podía verlos, pero podía sentir su incomodidad. Murmuraron para sí mismos, con la mirada probablemente desviada. Ninguno de ellos sonaba como Sakusa.

—No creo que el príncipe sea... —uno de ellos se quedó en silencio— ... ni diera semejante espectáculo.

—Yo tampoco lo creo —replicó el otro—. Pero el rey nos dijo que escudriñáramos todos los rostros —se acercaron y le indicaron a Suna que retrocediera. Suna solo redobló la apuesta, dejando escapar un gemido asqueroso.

—Oh, Yumiko... —jadeó en busca de aire, su rostro aun bloqueando el de Osamu—Eres increíble...

Los guardias retrocedieron rápidamente y se alejaron, probablemente demasiado avergonzados para quedarse. Continuaron su camino alrededor de la barra mientras Suna permanecía diligentemente encima de Osamu para mantenerlo oculto. Pronto, los guardias se estaban retirando. Sakusa hizo un último parámetro de la habitación, deteniéndose temporalmente justo al lado de su cabina. Pero Suna rápidamente gimió el nombre "Yumiko" de nuevo, y Sakusa se fue rápidamente. Una vez que la puerta se cerró detrás de ellos, Suna se levantó suavemente de su regazo. Tenía los labios hinchados.

—Besar hace que la gente mire hacia otro lado —respiró—. Por eso lo hice. Ojalá hubiera tenido tiempo de preguntar, pero estaban muy cerca.

—Está bien —respondió Osamu con voz ligera. No podía apartar los ojos de los de Suna y sus manos seguían temblando, pero no sabía si era por miedo a ser encontrado o por miedo de besar a Suna—. Lo digo en serio. Está bien. Tu plan funcionó.

Rápidamente abandonaron la taberna después de eso. Suna arrojó unas cuantas monedas de oro sobre la mesa antes de que salieran del local.

—Vayamos a una posada —Suna agarró a Osamu del brazo, tirando de él por el callejón más cercano—. Nos quedaremos aquí hasta que estemos seguros de que los guardias están fuera de la ciudad.

 Nos quedaremos aquí hasta que estemos seguros de que los guardias están fuera de la ciudad

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HOLAAAAAA ¿cómo están? c:

por fín hay actualizaciónnn
y espero poder actualizar TCD durante la noche, así que atentxs

El precio de ser un príncipe ; osasuna ff.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora