La semana es santa, yo no

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Roier no está entendiendo que chingaos está pasando ahora.
Si bien en su casa no eran tan devotos, ahora parecía que su madre quería ser la madre Teresa de calcuta al prohibir ciertas cosas en los días santos.

¿No jugar videojuegos? Vale.
Imposible no es.
¿No comer carne?
Okay
¿Pero no poder estar con Spreen?
No, no
Eso ya le parecía demasiado.

— Pero jefaaaa, solo vamos a ir al cine.— estaba de rodillas suplicandole por milésima vez.
Había sido demasiada mala suerte que el día del estreno de la película fuera justamente en un día santo.
Y es que puede que existiera la posibilidad de cambiar los boletos a otro día, pero él ya necesitaba ver a su osito.

— Ya te dije que no, pinche chamaco.
Hoy no se hacen ese tipo de cosas y no me haces pendejo, tú lo que quieres es que te metan mano.

El castaño no pensó que lo de "no comer carne" sería tan literal.
Hasta las mejillas se le pusieron rojas. Bueno, claro que en el cine uno a veces se emociona al estar a oscuras y cerca
Pero él no era un exhibicionista.

Ya Carre los había amenazando que si los volvía a ver con las manos en... La masa, les contaría a sus padres o usaría las grabaciones de la camara para otro tipo de chantaje.

¿No sabías que había camaras en el cine?
Pues ahora sí.
Así que cuidado con lo que haces en vez de ver la película.

— Mejor ve a limpiar tu cuarto, haz un rompecabezas, lava los trastes o solo calladito te ves más bonito.

Refunfuño yendo hasta su habitación dispuesto a cancelar los planes con Spreen, cuando al apenas entrar sintió la presencia de alguien detrás de la puerta.
Dió un brinco casi gritando cuando vio aquellos ojos violetas que lo tenían loco.

Cambiando totalmente todo cuando unos fuertes brazos se pusieron sobre su cadera y lo atrajeron hasta quedar dejado cerca uno del otro.

Soltó una pequeña risa abrazándole por el cuello.

¿Cómo entraste?— susurró dejando un par de besos en sus labios.

— Siempre dejas la ventana abierta.— dijo como si fuera lo más normal en el mundo y era la única respuesta que Roier necesitaba para centrarse en aquellos labios.

Las manos traviesas del moreno se colocaron debajo de su camisa mientras besaba su cuello con desesperación.

Roier ya estaba temblando ante eso queriendo aguantar los gemidos lo más que fuera posible para no verse tan desesperado.

— Muerdeme...— jadeó avergonzado sintiéndose en un especie de libro erótico de bajo presupuesto estilo crepúsculo con todo el tema de las mordidas.
Ya nomas le falta querer algo más ¿Furro? Por así decirlo y pueden juzgarle sin problemas.

— No lo haré porque luego vos te quejas que te dejo sin cuello. O decis que me ando creyendo vampiro sin brillitos.

¿Acaso Spreen lee la mente o él es un libro abierto?
Porque no le molestaría algo así.
Unas cuantas mordidas, sentir la sangre bajar por su cuello y...

¿Qué?
Es masoquista y soporta.

— Vamos, Spreen. Sé que también estás desesperado.

Llevó su mano derecha hasta la entrepierna del moreno, comenzando a tocar lentamente y dando pequeños apretones que sabía que luego le costarían un gran dolor de cadera.

— ¿Quién sos y dónde está el chico que no me tocaba la pija sin ponerse como tómate?— aguantó las ganas de reír entre un leve jadeo ante esa atención.
Si que Roier sabía que puntos tocar.

Karmaland Next Gen: Little adventure.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora