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Inhalaste profundamente y exhalaste. Tus manos están quietas y confiables, tal como te han enseñado, y tus pies se mantienen firmes en tu marca. La configuración perfecta, esperando instrucciones. Suena un clic en tu oído y disparas sin dudarlo ni un segundo.
"¡Bien hecho, novato!" Bajas el arma y retiras el dedo del gatillo, sintiendo una ola de alivio invadirte cuando ves tu propia obra. El objetivo del campo de tiro solo tiene un agujero de bala, el tuyo, exactamente en el centro del anillo más interno. Si esto fuera dardos, tendrías una diana. Con un suspiro tembloroso le entregas la pistola al supervisor y te excusas de las líneas de tiro.
