La estrella del equipo

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La brisa primaveral recargada del dulce aroma que el inicio de curso trae consigo hacían que todos aquellos problemas asociados al frío invierno, se vayan desvaneciendo. El olor a césped recién cortado y los jolgorios de gente inundaban un ambiente renovado en las entradas de los institutos de la ciudad de Eorzea. Mientras que miles de pétalos de cerezo decoraban el pavimento de las calles y adornaban el suelo bajo el que se hallaban, las calles volvían a cargarse con las voces de aquellos que disfrutaban del aire libre o de un momento de descanso.

Cerca del instituto principal de la ciudad, se podían escuchar los vitorees y los gritos de ánimo de aquellos que veían entusiasmados como el gran campo de fútbol de la academia se iba llenando de cada vez más gente. Gente vestida del característico uniforme de chaqueta gris y pantalón negro se movía de un lado a otro buscando el lugar adecuado desde el que poder ver el partido con más claridad. Estudiantes de todos los cursos habían acudido aquel día y es que no se trataba de un partido normal. La emoción podía sentirse en el ambiente y esta se reflejaba en las expresiones de la gente al mirar sus móviles buscando de manera frenética algo por todo lo largo del campo.

En el límite del campo, las orejas de Kho giraban de un lado a otro escaneando cada una de las voces que llegaban hasta sus oídos. Había pasado poco menos de mes desde que había tomado la osada decisión de apuntarse al club de animadoras. No es que fuese su sueño, pero desde que había comenzado su vida como estudiante de instituto le apetecía probar cosas nuevas, y el uniforme era bonito para qué engañarnos. Apretando el coletero de su coleta alta, se aseguró de que su peinado no se moviera durante el partido. Su largo pelo de color caramelo hacia juego con el verdoso color del uniforme de animadora. El traje de una pieza se ajustaba a la perfección a su cuerpo, dejando sus largas piernas expuestas al fresco aire primaveral. Sintiendo un respigo recorrerle la columna vertebral, miró a los lados para buscar con la mirada a alguna de sus compañeras.

Un grupo de chicas con el mismo uniforme que Kho se movían de un lado a otro haciendo diferentes ejercicios de calentamiento para estar listas para el inicio del partido. Las chicas se miraban entre ellas riéndose con la misma emoción con la que los espectadores se iban colocando en sus asientos a lo largo de las pequeñas gradas del campo. Entendía que era el primer partido de la liga de aquel curso, pero no comprendía del todo el alboroto. Partidos como ese los había a lo largo de todo el año.

Habiendo terminado su calentamiento, cogió su botella de agua y empezó a caminar hacia donde se encontraban sus compañeras. En total eran nueve chicas en el club de animadoras, no eran demasiadas, pero esto facilitaba la organización para las actuaciones y ciertos ejercicios; así que, por ella, mejor.

Sentándose en el pequeño banquillo que les habían prestado para colocar sus cosas, observó de nuevo el campo de fútbol que tenía delante. Verde e imponente, no era tan grande como uno de talla profesional, pero era lo suficiente espectacular como para que fuera digno de admiración. A ambos lados del campo había dos gradas con varias filas de asientos, cada una de ellas dispuestas para que las ocuparan cada una de las dos aficiones de los equipos enfrentados. En aquella ocasión, se enfrentaban la Academia de Eorzea contra la Escuela Politécnica de Garlemald, rivales desde los inicios de ambas instituciones. La tensión se podía notar al ver cómo los estudiantes de Garlemald comenzaban a traspasar los límites del recinto y a juntarse con los alumnos de Eorzea. La competitividad creada entre ambos institutos creaba pequeños roces entre sus alumnos y, en ciertos momentos, llegaba a generar algo de incomodidad. Pero mientras nada de eso llegara a afectarla, a Kho le daba igual. Aunque tampoco tendría problemas con defenderse si llegase a ocurrir algo.

Limpiándose un poco el sudor de la frente, Kho suspiró. A pesar de que era su primer partido y los nervios deberían estar apoderándose de ella, se sentía extrañamente tranquila. Lo único que le importaba de verdad en aquellos momentos era no romperse alguna de las uñas que tan cuidadosamente se había conseguido hacer la tarde anterior. Estirando su mano derecha, observó con los ojos entrecerrados que ninguna parte de su nueva manicura se hubiese dañado. Simplemente podría volver a hacérselas, pero dada la rara ocasión en la que se le ocurrió arreglarse las uñas, tampoco quería tirar su esfuerzo a la basura.

Spring FlavouredWhere stories live. Discover now