Palabras silenciosas

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Después de tomar la decisión de no hablar más del tema, la situación con Y'hlei parecía haberse calmado un poco. Su amiga no era una persona muy rencorosa y, a pesar de su naturaleza de cotilla, sabía cuándo había que poner límites a su propia curiosidad. Aunque Kho no quisiese admitirlo, quería hablarlo con alguien, quería contarle a su mejor amiga cómo se sentía. No solo su relación con Io'ri y la forma tan peculiar en la que parecía que había evolucionado, sino también sus encontronazos con sus compañeras animadoras. Kho no era tonta, sabía que esas chicas no iban a parar hasta no se les frenase los pies. Si bien todo aquello sonaba muy bien en su cabeza, nunca había sido una chica que hablase abiertamente de sus sentimientos con otras personas más allá de su hermano a su madre. Y todas esas tonterías y pensamientos fugaces que se le cruzaban por la mente solo empeoraban el nudo que se había formado en su estómago después de ver a Io'ri y A'hmie besándose en la cafetería. A penas se conocían de nada, pero cada vez que Kho e Io'ri coincidan en el mismo lugar, las alarmas de su interior empezaban a saltar como si la estuvieran avisando de una catástrofe inminente. Un huracán a punto de tocar tierra y arrasar con todo lo que tenía preconcebido en su vida y darle un giro de ciento ochenta grados. Y lo peor no era eso, por mucho que se autoconvenciese de que la curiosidad era lo único que le arrastraba hacia él, la verdad era mucho más compleja.

Que el día después del torneo de softcombat no pudiese sacarse al chico de la cabeza era una de las pruebas de ello. Sin buscarlo, su mente volvía a recordar todos los pequeños y escasos momentos en los que habían coincidido a solas y cómo las acciones de Io'ri la confundían cada vez más. Y, por mucho que le molestase, las mariposas que sentía en el estómago al recordar el cuerpo de Io'ri contra el suyo o su mano agarrándole de la muñeca, todo aquello provocaba que un sentimiento del que todavía no era consciente floreciese en Kho. Al mismo tiempo, la impertinencia y bordería de Io'ri le sacaban de sus casillas. Por mucho que le intentasen ayudar, por mucho que sus amigos le ofrecieran su hombro, él nunca colaboraba ni ponía de su labor para hacer más fácil aquella situación tan incómoda. Solo de recordar la manera en la que Io'ri le había hablado a Lue-Reeq y Sidurgu la tarde anterior hacía que la sangre hirviese en su interior. Tenía a un montón de gente que se preocupaba por él de manera genuina y sin segundas intenciones, e Io'ri no era capaz de ver a través del muro que él mismo había construido entre él y sus amigos.

Apretando el pompón con fuerza, Kho sintió una rabia como nunca otra formarse en su interior. Si nadie más lo hacía, tendría que ser ella quién le metiese en la cabeza a Io'ri que no podía seguir siendo así. No podía seguir haciéndose daño a sí mismo ni a las personas que tenía a su alrededor sin enfrentarse a las consecuencias de sus actos. O eso quería pensar Kho. Por mucho que se quisiera involucrar, Io'ri era testarudo, la persona más cabezota que había conocido jamás incluso. No obstante, la peor parte no era esa. Mirando a su derecha, Kho observó como A'hmie le daba una serie de instrucciones a sus compañeras y les marcaba el ritmo dando unas palmadas. A'hmie era peligrosa y un incordio. Su sola presencia hacía que algo dentro de Kho se retorciese. Alguien como ella había sido capaz de someter a Io'ri a su voluntad y a obligarlo a obedecer sus alocadas ocurrencias. Si quería ayudar a Io'ri de verdad, primero tendría que alejar a aquella chica de él.

Después del entrenamiento del viernes, la entrenadora decidió reunirlas a todas para comentar cuáles serían los siguientes planes de entrenamiento de cara al resto de partidos de la liga de los chicos. Era bastante habitual que cuando se acercaba la época de mayor apogeo de la liga se celebrasen eventos especiales o campamentos específicos para reforzar el compañerismo de los miembros del club de futbol y las animadoras. Kho no estaba demasiado segura de que esa fuese la mejor forma de hacerlo, pero decidió escuchar en silencio lo que su entrenadora tenía que contarles.

—Como bien sabéis, el sábado de la semana que viene el club de fútbol se enfrentará a uno de los grandes favoritos de la liga —dijo pasando un montón de hojas a una de las chicas que estaba sentada al lado de ella para que las fuese distribuyendo entre las demás —. Eso supone que tenemos que prepararnos para darlo todo para animar a nuestro equipo y hacer que el equipo de animadoras enemigo no se haga con toda la atención del campo. No jugaremos en casa, por lo que estaremos en desventaja.

Spring FlavouredWhere stories live. Discover now