El campamento - Parte 3

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Al abrir los ojos, una luz blanca la cegó durante unos segundos. La intensa luz hirió sus sensibles pupilas y Kho se vio obligada a cerrar los párpados de nuevo. Al mover sus brazos pudo sentir que estaba encima de una superficie blanda y acolchada. Pasando una mano por encima del colchón, Kho notó como también había una fina sábana encima de su cuerpo y una almohada debajo de su cabeza. Sin entender qué estaba ocurriendo, Kho se frotó los ojos e intentó abrirlos para ver dónde se encontraba. Al entreabrirlos, su mirada se fijó en el techo de color blanco que había sobre su cabeza. Kho pestañeó un par de veces y se giró sobre sí misma para intentar erguir su cuerpo. Lo último que recordaba era estar en aquella fría y solitaria azotea. ¿Por qué de pronto estaba en una cama en un lugar que no conocía? Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, Kho escudriñó a su alrededor y observó los muebles de la habitación. A uno de sus lados había una ventana que daba al exterior y desde donde entraba esa intensa luz que la había cegado nada más despertarse. Por otro lado, al otro había una cortina que le impedía ver lo que había a su derecha.

—Mira quién se ha dignado a despertarse —dijo una voz que provenía de los pies de la cama.

Kho se frotó los ojos una vez más y se apartó un mechón de la cara para ver la cara de la persona que la había hablado.

—¿Dónde estoy? —preguntó con voz ronca. Los gritos y el haber estado expuesta al frío durante gran parte de la noche habían dejado su garganta algo afectada.

La persona que había en la sala con ella parecía estar organizando algunos papeles en la mesa que había en uno de los laterales de la habitación.

—En la enfermería del albergue. Un chico miqo'te te trajo aquí a noche. Deberíais plantearos avisar antes de plantaros aquí a las tantas de la noche. Ya he avisado a tus profesores para que vengan a hablar contigo.

¿La enfermería? ¿Io'ri la había traído hasta allí anoche? Apartando la sábana de su cuerpo, se sentó en la cama y apoyó su espalda en la pared. Al subir la mirada, pudo ver quién era la persona que había estado allí con ella todo el rato. Un niño con cuernos y una bata blanca estaba escribiendo algo en una carpeta sin hacer contacto visual con ella. Nunca había visto uno en persona, pero aquel chico era un padjal. Un hyur bendecido por los espíritus del bosque de Gridania, o al menos eso decía la leyenda. Eran personas que mantenían el mismo aspecto durante años y que dejaban de crecer antes de llegar a la adolescencia.

—Tenías un golpe bastante fuerte en la cara, así que te lo he tratado mientras dormías. No te lo toques demasiado —el padjal se señaló su propia mejilla al decir aquello.

Kho se llevó la mano hasta su mejilla y pudo notar como, en efecto, había una tela cubriendo el golpe de su cara. Al rozar la sensible zona con la yema de sus dedos, Kho sintió un calambrazo de dolor y apartó la mano como si acabase de tocar una olla hirviendo.

—Muchas gracias —Kho no sabía qué más decir, aquel chico no parecía muy amigable a simple vista.

—Es mi trabajo, no hace falta que me des las gracias. Preocúpate de no meterte en líos en lo que os queda por aquí. Ayer por la noche montasteis un buen revuelo por el temita de la dichosa hoguera. Anoche tuve que atender a otro que estaba incluso peor que tú, a ti al menos no te va a quedar un moratón feo para el resto de la semana.

No parecía alguien muy simpático, pero hablaba por los codos. Además, tampoco se había dignado a presentarse. Kho suspiró y decidió sentarse en el borde de la cama para desperezarse mejor. Al estirar sus brazos, el cansancio muscular hizo estragos en su cuerpo. Si le diesen un guil por cada músculo dolorido de su cuerpo, ahora mismo sería millonaria. Al mirar a sus piernas pudo ver que aún llevaba puesta la misma ropa de ayer, es decir, la camiseta de Io'ri y sus pantalones de chándal. No tenía suficiente con tener que devolverle la chaqueta que le dejó el día del incidente de la fuente, sino que ahora tenía que devolverle esa camiseta también. Kho pasó sus manos por la tela y la estiró para ver si estaba manchada. Por suerte, parecía que ninguna gota de sangre había llegado hasta la blanca camiseta. Kho miró a su alrededor y buscó la chaqueta del chándal para prepararse para salir de aquel sitio. Ayer por la noche no pudo ducharse en condiciones y su cuerpo le estaba rogando por un buen chorro de agua caliente.

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⏰ Last updated: Apr 05 ⏰

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