El campamento - Parte 1

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Antes de darse cuenta, el fin de semana había acabado en un abrir y cerrar de ojos. El campamento de entrenamiento que estaba planeado para el lunes de aquella semana se cernía sobre ella como una montaña que tendría que escalar con sus manos desnudas. Aún no se encontraba mentalmente preparada para lo que pudiese ocurrir durante esos tres días, pero si de algo estaba segura era que aquella pequeña actividad extraescolar podría marcar muchos antes y después en su vida. Si quería aprovechar de verdad aquella oportunidad, tendría que despertar y mantener sus sentidos a alerta.

Habiendo salido ya de su casa y con el estómago lleno, Kho se recolocó la mochila que llevaba en los hombros con todas sus cosas y suspiró. El camino hasta la entrada del instituto le dejaría un pequeño margen de tiempo para mentalizarse de todo. Sin embargo, esto no lograba disipar del todo la densa nube de acertijos y pensamientos que le invadía el cerebro por segundos. Estaría sola durante los entrenamientos con el resto de las chicas. No tendría el apoyo emocional de Y'hlei más allá de algún que otro mensaje o llamada. Eso sin hablar de que tendría que cumplir con su promesa mental de mantener controlada a A'hmie para que no se acercase demasiado a Io'ri. Lo cual era lo que realmente le estaba carcomiendo la cabeza, por mucho que le hubiera gustado negarlo.

Cerrándose la cremallera del chándal hasta arriba, Kho vio a lo lejos cómo dos autocares no muy grandes de color azul estaban parados en frente de la verja del instituto. A lo lejos también se podía ver cómo había varias personas ya esperando; hablando entre ellos en pequeños corros o en parejas. No había salido con demasiada antelación, por lo que aquellas personas debían de ser prácticamente todos los participantes del campamento, exceptuando algún que otro despistado o despistada al que se le hayan pegado las sábanas.

Todavía no tenía ni idea de qué iba a consistir ese susodicho campamento de entrenamiento más allá de la pequeña charla que les había dado la entrenadora el viernes. Todo el grupo de las animadoras había dado por sentado de qué iba a tratar, pero ella aún seguía en la incógnita. En secundaria alguna vez había formado parte de un club deportivo, por lo que se podía imaginar las bases de este, pero tampoco quería crearse expectativas y luego decepcionarse. Si todo era como se imaginaba, los momentos más tensos y preocupantes serían las noches después del entrenamiento de por la tarde y la hora de la cena. Era muy probable que les dejaran tiempo libre para hacer cualquier locura o que camparan a sus anchas. Lo cual no le hacía especial gracia y más teniendo a Io'ri por allí rondando. A pesar de que le había demostrado que podía ser un humano decente de vez en cuando, no quería apostar todas sus cartas a que el chico no sería capaz de cometer alguna locura.

Aquella cita en el centro comercial, si es que se pudiera llamar cita, había hecho que su opinión sobre Io'ri mejorara más de lo que imaginaba. Ya no solo a nivel emocional, sentía que, de alguna manera, ese pequeño día juntos había sentado las bases de algo que se podría denominar amistad, o algo parecido al menos. Kho no tenía muy claro en qué momento se atravesaba la barrera de ser desconocidos a la de la amistad, pero algo dentro de ella le decía que no debía sentirse mal por pensar en ellos como algo más que conocidos.

Cuanto más cerca se encontraba de los autocares, más claras podía escuchar las voces de las personas que estaban allí reunidas. Al dar la vuelta alrededor de uno de ellos, pudo ver cómo en el lado donde se hallaba la verja de entrada había mucha más gente esperando. Cruzando los dedos, caminó entre la multitud para ver si veía algún rostro conocido. No pasaron demasiados segundos hasta que una voz procedente del lado opuesto al que se encontraba comenzara a llamarla por su nombre.

—¡Kho! ¡Aquí, aquí! —dijo una voz masculina muy efusivamente.

Al alzar la cabeza para ver de quién era aquella voz, un miqo'te de pelo azul se plantó delante de ella en lo que dura un pestañeo. Lue-Reeq llevaba puesto el chándal azul del equipo de fútbol y cargaba con una mochila casi más grande que él en la espalda. Las pupilas de Kho se dilataron al ver al chico y una sonrisa se formó en sus labios.

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