Te ganaría seguro.

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Nicole:
Después de que Gabriel se fuera me metí en la ducha porque necesitaba despejarme, mi cabeza no daba para más después de todo lo que me había dicho.
"Pucheritos" al parecer, llamarme esa palabra se había convertido en su hobbie favorito.
"Eres una pucheritos, eres mi pucheritos"
Y una sonrisa involuntaria se escapó de mi boca y me maldije por ello, no podía ser que cayera como una estúpida ante una palabra bonita...
Cuando salí de la ducha me puse una camisa larga negra hasta las rodillas y dejé que el pelo se me sacara al aire libre, y hazto segundo llamé a Marina.
-Ey, babe ¿que pasa?
-¡Hola, Marina! ¿Puedes venir a mí casa?
-Si, claro que sí.
Pero, ¿te pasa algo?
-Si, pero prefiero decírtelo en persona.
Marina no tardó ni veinte minutos en venir, me había traído un montón de chuches porque sabía que cada vez que yo estaba nerviosa era lo único que me calmaba.
Una vez sentadas en el sofá le conté lo que pasó hoy con Gabriel:
-¿Lo sigues queriendo, verdad?
Yo agaché la cabeza y sin contestar me metí una golosina a la boca, Marina me levantó la barbilla con su mano y me miró:
-Nicole...
-Si, lo sigo queriendo.
Marina asintió sonriendo, y después me dijo:
-¿Y si se lo vas a dejar a esa aprovechada? Nicole, Gabriel te ama y tú a él ¿cuál es el problema?
Yo me levanté del sofá y me asomé por la ventana, necesitaba escapar de la mirada de Marina.
-El problema es que él y yo no podemos estar juntos, cada vez que lo intentamos nos sale mal y yo ya estoy muy cansada del mismo cuento.
-Os sale mal porque hay muchísima gente que se han metido en lo vuestro, vosotros sois la mecha y los demás se encargan de avivar la llama y tampoco debería ser así.
Yo asentí, la verdad es que tenía razón pero ya no había vuelta atrás.
-Lo sé, Marina, pero la cosas son así y yo no las puedo cambiar.
Marina se levantó del sofá y se acercó a mí agarrándome por los hombros para que yo la mirara:
-Nicole, si tú quieres si que puedes cambiarlo.
Ese chico se muere por tí y tú lo sabes... pero es tu decisión, y espero que cuando sea el momento oportuno tomes la decisión correcta.
Gabriel:
Cuando abrí los ojos me encontré con Mariana, al parecer Nines le había dicho que yo estaba borracho y que necesitaba de su compañía.
-Hola, bebé.
Yo la miré y de nuevo me fijé en lo diferentes que eran, y las diferencias eran abismales.
Mientras que Mariana era morena de ojos marrones oscuros, Nicole era completamente distinta:
Nicole era transparente, y sus ojitos azules me decían absolutamente todo sin decirme absolutamente nada, y sus pecas, esas pecas que me volvían loco cada vez que se las miraba.
Incluso alguna vez cuando ella se quedaba dormida me ponía a contarlas, solamente en la nariz tenía 25 pecas y, una sonrisa involuntaria se escapó de mi boca.
Mariana era oscura, sus ojos chocolate denotaban una seguridad en si misma que ni yo mismo tenía.
-Me encanta cuando sonríes, sobre todo cuando lo haces por mí.
Mariana pensaba que yo sonreía por ella, pero tampoco la bajaría de la nube porque sería para tener una discusión innecesaria y no valía la pena.
-Si, a mí también me gusta sonreír por ti.
Y acabamos haciendo eso que siempre acabamos haciendo, y la verdad es que en ese sentido nos entendíamos muy bien.
Dos días después me encontraba trabajando en un nuevo proyecto que me tenía muy contento y, lo mejor de todo, ocupado.
Sabia que tarde o temprano Nicole se vengaría de mi, mi amigo Bob me pasó una captura de un like que dió en tiktok y yo no puedo evitar llamarla por teléfono que para mí sorpresa me cogió al primer timbrazo.
-¿Que quieres?
Mi sonrisa al escuchar su voz se ensanchó tanto que me dolía la boca y la cara:
-No lo sé, dímelo tú.
Nicole inspiró tan fuerte que casi me deja sordo, y le dije:
-¿Ahora te dedicas a dar likes estúpidos?
Escuché como sonreía y yo sonreí aún más al imaginármela con sus hoyuelos y, simplemente me la quería comer.
-Mira, yo me dedico a lo que me da la gana.
Así que, ¡hasta luego!
-Muy bien, pues cuando responda a tus provocaciones espero que no te cabrees porque tú te lo has buscado.
Un ensordecedor silencio se apoderó de nosotros y, fue ella quién rompió el hielo:
-No espero menos que tu mejor intento, espero que sea bueno.
Y antes de que pudiera contestarla me colgó, ¡la madre que la parió!
Pero yo no tardé en responderle, al siguiente día subí un vídeo de Mariana y mío donde ella me daba besos en la cara y yo ponía cara de circunstancias fingiendo que me estaba gustando, para después subir también una foto de Mariana de cuando estuvimos en Alicante.
Sabía que eso la iba a afectar pero no me importaba, tenía que ir con todas sus consecuencias ya que no me quedaba de otra.
El domingo por la tarde estuve con mi familia en el cumpleaños de una de las mejores amigas de mi madre, y yo decidí llevarme a Mariana para que el resto también la conociera.
Mi madre me agarró del brazo y me llevó hasta una esquina, y me soltó:
-¿Tenías que traerla?
-¡Mamá!
Mi madre negó con la cabeza, por mucho que intentara tragar a Mariana no lo conseguía.
-Perdóname, mi amor, pero es que esa chica no me gusta.
Aún así, trataré de soportarla solo por tí.
Yo asentí y le di las gracias por hacerme ese favor, a pesar de todo yo era su hijo y jamás haría algo para molestarme directamente.
Un rato después pasadas las nueve de la noche vi que Nicole se había ido de concierto con sus amigas, porque a pesar de que ella y yo no nos seguíamos en Instagram yo seguía pendiente d ella con una cuenta falsa, y estaba malditamente seguro de que ella también lo hacía.
Vi que Mariana se estaba impacientando y se notaba desde lejos que quería irse, pero yo no estaba por la labor de irme porque me sentía muy a gusto.
-Ey, ¿cuándo nos vamos?
-En un rato más.
¿Por qué, te aburres?
-Pues un poco.
Al menos era sincera conmigo, pero yo decidí seguir quedándome un rato más.
-Bueno, pues yo me pienso quedar un poquito más.
Mariana rodó los ojos y cuando pensé que se iba a ir empezó a darme besos por el cuello, desde luego esta chica era impredecible.
-Ay, Gabi, es que yo quiero pasar un rato a solas contigo.
Venga, vámonos.
Justo en ese momento cuando yo le iba a decir que si que nos íbamos, mi móvil empezó a sonar como un desquiciado.
-¿Si?
La voz que escuché detrás de la linea me dejó sorprendido:
-Soy yo, Nicole.
Yo me levanté de la silla apartando a Mariana de mi lado, y me fui para otro sitio para que nadie me escuchara.
-¿Que te pasa, Pucheritos?
Nicole resopló, definitivamente no le gustaba que yo la llamara así.
-¡Y dale con pucheritos!
Cuando te da por llamarme de una manera no paras hasta que te cansas.
Su voz se escuchaba ebria era más que obvio que estaba borracha.
-¿Donde estás?
-Por ahí.
Yo entrecerré los ojos tratando de no sonreír y de que ella no lo notara, necesitaba que me tomara en serio.
-Por ahí, ¿donde?
Vamos, no seas mala.
¿Donde estás?
Así estuve un rato hasta que conseguí que me diera la dirección, así que no me lo pensé dos veces y me fui de aquél cumpleaños dejando a Mariana plantada con un montón de gente a la que a penas conocía.
Cuando salí del chalet de mi madre cogí mi coche y me dirigí hasta la discoteca que me había dicho Nicole, necesitaba encontrarla y saber que estaba bien.
Cuando aparqué el coche de cualquier manera entré en aquél antro de mala muerte, y me dispuse a buscarla.
No me costó mucho encontrarla, estaba sentada en la barra ella sola tomándose un cubata.
Cuando me acerqué a ella rodó los ojos al verme, y le dije:
-¿Se puede saber que haces aquí tú sola?
-No estoy sola, estoy con mis amigas.
-¿Y tus amigas donde están?
-¡Y yo que sé!
Yo negué con la cabeza, el pensar que la habían dejado sola mientras que estaba borracha me puso de muy mala hostia.
-Venga, vámonos.
Nicole se echó a reír, y me dijo:
-Yo no me pienso ir a ninguna parte contigo, además, que no eres mi padre. Así que, pírate por donde has venido.
La paciencia se me iba acabando cada vez más, y yo no tuve otra opción que cogerla y echarla sobre mi hombro mientras que pataleaba y gritaba insultándome.
-¡Que me sueltes, gilipollas!
Pero yo no le hice caso, y una vez en la calle empezamos a forcejear.
-¡Suéltame!
Pero seguí sin hacerle caso y, la tenía sujeta contra mi y mi coche.
Sus ojos azules me miraron echando chispas, y le dije:
-No te pienso soltar, y muchísimo menos te pienso dejar que entres en ese antro de mala muerte ¿me estás escuchando?
Sus ojos azules se peleaban con los mios color chocolate, sin duda aquello era un duelo de titanes a punto de desmoronarse.
-Eres un idiota, y yo soy otra idiota por seguir detrás de tí y por emborracharme pensando en ti.
Aquella confesión hizo que se me doblaran las piernas, ¿esto era un sueño o era real?
-Nicole...
Pero ella no dejó que yo siguiera hablando, me tomó la cara por sorpresa y me besó.
Su lengua entró en mi boca desesperadamente, y yo le chupé el labio inferior dejándola explorar mi boca.
Con mis dientes empecé a mordisquearla suavemente y su labios no paraban de besarme, esa sensación no la cambiaba por nada del mundo.
Nicole se separó de mi, y me dijo:
-Aún te quiero.
Mis ojos estaban que se salían de las órbitas, no me lo puedo creer.
-Y cuando te veo con esa muñeca de goma me entran unos celos que no lo puedo remediar, me revienta en el alma.
Yo empecé a sonreír y le cogí la cara con mis manos pegando su frente con la mia, y le dije:
-Siempre serás tú, siempre.
Yo también te quiero muchísimo, mi amor.
Sabia que todo esto era producto de su embriaguez, pero yo no quería perder la oportunidad de decirle cuanto la quería y cuanto la echaba de menos.
Yo era consciente de que lo nuestro no funcionaria, lo sabía de sobra, pero no iba a desperdiciar este momento ni loco.
Atrapé su boca en un profundo beso, Nicole se aferró a mí nunca profundizandolo aún más y yo la agarré fuerte para que no se soltara.
Escuchaba el sonido de nuestros besos con la música de la discoteca a lo lejos, y me sentí pleno.
-Ey, babe, tenemos que irnos.
¿Vale?
Nicole asintió, la metí en el coche, y me la llevé a su casa.
Una vez dentro la metí en la ducha con el vestido y todo, y empecé a mojarla con la alcachofa de la ducha.
-Ey, ¿te encuentras mejor?
Nicole asintió aún sin contestarme, y se quedó con los ojos cerrados mientras que yo la mojaba...
-Dime una cosa, Pecas, ¿por qué siempre me llamas a mí cuando tienes un problema?
Nicole sonrió de lado dejándome ver el hoyuelo de su mejilla izquierda, y es que no podia ser mas adorable.
-Porque cada vez que te llamo siento que solucionas todos mis problemas, y eso que la mayoría de ellos me los buscas tú.
Mi sonrisa se ensanchó todavía más ante la sinceridad de ella, y yo estaba que me volvía loco.
-¿Ah si? Pues yo puedo pensar lo mismo de tí.
Nicole abrió los ojos para mirarme y me sonrió:
-Si hacemos un balance yo creo que tú eres peor que yo.
Yo la miré entrecerrando los ojos haciéndome el sorprendido:
-Podríamos hacer una apuesta.
Nicole me miró riéndose, y me dijo:
-Te ganaría seguro.

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