Tropezar con la misma piedra

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Gabriel:
Y me la devolvió como me lo había prometido, ¡y vaya que si me la había devuelto!
El coraje me iba subiendo por el cuerpo como una espiral de rabia que me cegaba por completo, y justo en ese momento vi que entraba por la puerta de casa a Ismael con House.
-¿Se puede saber que coño te pasa?
Yo miré a Ismael cargado de rabia, y le entregué mi móvil con la foto de Nicole.
Ismael y House se miraron entre ellos y se echaron a reír, y House me soltó:
-Pero vamos a ver, porque yo ya no estoy entendiendo absolutamente nada.
¿Se puede saber a ti que coño te importa lo que hace Nicole o no?
Déjala, tío.
Yo me levanté del sofá y me encendí un cigarro, necesitaba pensar.
-A ver, Gabriel, estás con Mariana deja que Nicole rehaga su vida como quiera.
Yo miré a House queriéndolo matar, y si, quería que Nicole fuera feliz, pero es que era verla con otro y yo querer matarlo a golpes hasta cansarme.
-¡No puedo, House!
Ismael me entregó mi móvil, y yo les conté lo de la apuesta que habíamos hecho.
-A ver si lo entiendo, hiciste una apuesta con la Wallace y ella te ha destruido como siempre, ¿no?
Yo asentí, así era.
-Básicamente.
Ismael se sentó en el sofá y me preguntó:
-Pues si sabes que ella siempre te gana, ¿para que coño la provocas?
Buena pregunta, pero yo tenía mis razones.
-Tengo mis razones.
-¿Tus razones? ¿Que razones, Gabriel? Lo que quieres es cabrearla para que venga en tu búsqueda, quieres que te demuestre que aún te quiere. ¿No es así?
-Si, Ismael, es así.
Yo me levanté y me asomé por la ventana, y me moría de las ganas de coger una botella de whisky y metermela entre pecho y espalda.
Pero, de pronto la bombilla empezó a iluminarme.
¿Dónde está el chico de Ámsterdam? ¿Ya no estaba con él? ¿O como era la historia?
-House, ¿que sabes del chico de Ámsterdam?
House se quedó pensativo, realmente él tampoco parecía saber nada de él...
-Pues no le he preguntado a Marina, realmente cuando nos juntamos hablamos de todo menos de vosotros dos.
Lo hemos decidido así para no salir peleados, y creo que ha sido una buena decisión.
Yo sonreí, necesitaba cabrear a ese gilipollas.
-¿Y tienes su número?
House frunció el ceño extrañado, y me dijo:
-Si, lo tengo. ¿Por?
Y yo sonreí aún más, y le solté:
-Porque necesito que me lo des, dame su número.
House negó con la cabeza pero seguí insistiendo:
-Dámelo, House.
House siguió negándose, y Ismael fue el que lo convenció:
-Dáselo, House.
Yo miré a House dándole las gracias con la mirada, necesitaba el número de teléfono de ese gilipollas.
House al final accedió y me paso el número de Alex por WhatsApp, así que yo rápidamente le pasé la foto de Nicole besándose con ese tío con una nota que decía así:
"No es mía pero tampoco tuya.
Bueno, es más mía que tuya.
Feliz día, papanatas"
La satisfacción me subió por el cuerpo como una escalera al paraíso, que se joda como yo también me jodí cuando se fue con él a Ámsterdam.
Nicole:
Cuando llegué a Madrid lo primero que vi fue un mensaje de Alex, que raro, ya que hacia más de dos meses que no nos hablábamos.
Me quedé de helada cuando vi que la misma foto que yo le había pasado a Gabriel la tenía él, y estaba malditamente segura de que Gabriel se la había mandado.
"Veo que has encontrado rápido un remplazo, pero al menos podías haberte esperado un poquito más y no demostrar que nunca sentiste nada por mí"
Coraje, el coraje que estaba sintiendo ahora mismo solo lo podía pagar una persona, y ese era Gabriel Guevara.
Sin pensármelo dos veces cogí las llaves de mi casa y me monté en el primer taxi que vi, y me dirigí a la casa de Gabriel que ahora la compartía con sus amigos.
Gabriel:
Estaba en mi casa junto con Nines, Isma, y House jugando a un videojuego, cuando el timbre de mi casa empezó a sonar insistentemente.
-¿Pero quién cojones llama así?
Preguntó Nines, así que fue ella quién se levantó para abrir la puerta.
Y quien entró fue una Nicole llena de coraje y rabia, y yo me escondí detrás de la espalda de Ismael.
-¿En donde está Gabriel?
Yo seguí escondido detrás de Ismael, pero House soltó:
-Escondido como una gallina detrás de la espalda de Isma.
Yo miré a House con ganas de pegarlo, y Nicole soltó:
-Necesito que nos dejéis a solas, por favor y gracias.
Yo negué con la cabeza, y dije:
-No, no, pero no os vayáis hombre.
Pero ninguno de los cabrones de mis amigos me hicieron caso y terminaron yéndose dejándome a solas con ella, con Nicole que me miraba hecha una fiera.
-¿Se puede saber por qué cojones le has enviado esta foto a Alex?
Yo no sabía que decirle, pero opté por ser lo más cínico posible para cabrearla aún más.
-Él es tu novio, así que pensé que tal vez debería saber los cuernos que le pone su novia.
Nicole levantó las manos haciendo aspavientos del coraje que tenía, y yo me atreví a mirarla un poco más.
Estaba con una camiseta de tirantes negra y un pantalón corto vaquero, iba de lo más natural como a mí me gustaba.
-Pero tú, ¿se puede saber de qué vas, chaval? ¿Quien eres tú para meterte en mi vida?
¡Que dejes de meterte en mi cosas!
Ahora fui yo quién se iba cabreando, ¿Quién era yo?
-¿Que quién soy yo? ¿Quieres saberlo?
Esta vez Nicole me miró con curiosidad esperando tal vez a que yo le diera mis razones, y gritandoselo en su cara se las dije:
-Yo soy el idiota que siempre te ha querido, soy el gilipollas que siempre ha ido detrás de tí, para bien o para mal.
Soy quién se ha partido la cara por tí, soy quién lleva siete años soñando contigo, teniendo una relación contigo. Y tú lo único que has hecho ha sido apartarme, apartarme lejos de tí cuando sabes perfectamente que me moría por tí, ¡que aún me muero por tí!
y aún así me alejas de tí, haciéndome sentirme el hombre más perdido del mundo.
Que no he dejado de beber ni un solo puto día acordándome de todo lo que he hecho mal contigo, y aún así me tienes como un perro detrás de ti.
¡Ese soy yo!
Nicole se quedó callada, me miraba y me miraba tratando de tranquilizarse, y yo proseguí:
-Asi que lo siento, siento no ser el hombre perfecto que tú necesitas que yo sea. Pero tampoco puedo estar toda la vida luchando contra algo que sé perfectamente que me lo merezco, te merezco y lo sabes.
Nicole negó con la cabeza, y yo me tomé el atrevimiento de cogerla de la cara y hacer que me mirara a los ojos:
-Ese soy yo, nena, ese soy yo.
Y no sabes cómo me gustaría que la historia fuera otra, pero es que tampoco puedo hacer nada por cambiarla.
He sido un perro, he sido muy perro contigo para olvidarte y aún así no he podido desprenderme de ti.
Nicole pegó su frente con la mía, y después de mucho tiempo la vi llorar frente a mí cayéndole una lágrima por su mejilla repleta de pecas.
Y por fin habló:
-Lo siento, sé que yo también te he hecho mucho daño.
Pero es que yo tampoco puedo cambiar la historia.
Yo asentí, nuestras frentes seguían chocándose una con la otra y con nuestras bocas casi besándose.
Pero ella se apartó de mi, no sabía que hacer ni que más decir.
Nos quedamos mirándonos uno al otro, y cuando quisimos darnos cuenta nos encontramos contra la pared besándonos sin parar.
Mis manos la tocaban por todas partes, mientras que mi lengua se metía de lleno en su boca haciéndonos vibrar contra aquella pared de cemento.
Como pude la subí encima de mi aún pegada contra la pared, y cuando separó su boca de la mía me dijo en el oído:
-Quiero que esto sea como en las vegas.
Yo la miré confundido directamente a la cara, y le pregunté:
-¿Las vegas?
-Si. Se suele decir que lo que pasa en las vegas se queda en las vegas, y eso es lo que quiero que pase.
Que lo que pase aquí, se quede aquí.
Lo tomas o lo dejas.
Yo ni siquiera contesté, simplemente la besé y nos desnudamos sintiendo nuestros cuerpos después de tantísimo tiempo.
Necesitaba que ella se relajara ya que la notaba algo tensa y no quería hacerle ningún daño, así que con mucho cuidado me fui metiendo en ella mientras le decía en el oído:
-Relájate y tómatelo con calma.
Pero ella no me hizo caso, sin embargo, me agarró del culo e hizo que me metiera más hondo dentro de ella.
Así que ella lo quería fuerte, pues así sería.
-Será como tú quieras, Pecas.
Apoyé mis manos a cada lado de la pared y me di impulso para seguir metiéndome dentro de ella. Y, ¡jodeeer, que feliz era en este momento!
Hacia tantísimo que no la sentía, que no me metía dentro de su cuerpo escuchándola gemir ni oler su dulce elixir cuando se corría gritando mi nombre.
Nicole decía cosas sin sentido mientras que yo la besaba en el cuello haciéndola temblar, y le dije en el oído:
-Necesito que grites mi nombre, te necesito, mi amor.
Pero su orgasmo y el mío aún estaba lejos, muy lejos.
Mi cuerpo subía y bajaba mientras que yo seguía dentro de ella, aquello parecía una pelea entre los dos y que luchábamos por ver quién de los dos era el más fuerte.
Solamente lo podía definir como algo... salvaje, muy salvaje.
Los dos nos teníamos muchísimas ganas y sabíamos que el vaso estaba a punto de reventar, y terminó reventando pasando lo que estaba claro que tenía que pasar.
Pero aquello de las vegas no me terminaba por gustar, pero no podía seguir pensando en ello, no cuando tenía a una mujer increíble en mis manos mientras la empotraba contra la pared.
El sudor nos corría por el cuerpo, y yo incluso tuve que limpiarle algunas gotas que emanaban de su perfecta frente.
Mi sonrisa se ensanchó cuando la oía gemir, cuando ponía esas caras que hacían que yo quisiera explotar de una maldita vez.
Pero aún no, porque estaba batalla la teníamos que ganar los dos.
Mis labios fueron a parar a su frente para después bajar por sus mejillas sonrosadas, y finalmente bajar hasta su cuello, y cuando probé su sudor le dije:
-Humm, me muero por cosas saladas.
Ella se echó a reír con una fina risita haciendo que aparecieran esos hoyuelos que me volvían tan loco.
Nicole hundió su cara en mi cuello, estaba a punto y yo lo sabía malditamente bien.
Sus mejillas estaban cada vez más sonrosadas, sus pupilas cada más dilatadas, y sus cara cada vez mas extasiada.
Y yo no pude evitarle decir:
-¡Joder, eres preciosa!
Nicole no me contestó, sin embargo, atrapó mi boca en un potente beso metiéndome la lengua hasta dejarme casi sin aliento.
Mis manos seguian apoyadas contra la pared para no perder el equilibrio, y ella me rodeaba la cintura con sus piernas mientras que tenía sus brazos rodeándome el cuello dándose impulso de arriba abajo.
Cuando noté que ella empezaba a ganarme la batalla le dije en su oído:
-Eso es, grita mi nombre.
Nicole hizo lo que le pedí, y yo me dejé ir con ella.
Sin duda, acabamos de tropezar con la misma piedra.

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