Capítulo 6

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Con la cabeza apoyada en el cristal de la ventana, Heung-Min observaba retraído el verdor del parque que se desplegaba más allá de la carretera. Era una ironía melancólica que tal esplendor natural sirviera solo como un decorado, un breve respiro visual de su rutina.

Los vehículos desfilaban con una precisión metódica por sus carriles, un espejo de la existencia controlada que el llevaba, donde cada movimiento estaba regido por el temor a desviarse del camino trazado.

Ese miedo a fallar, a no estar a la altura de las expectativas, había sido su sombra constante desde que tuvo la edad suficiente para comprender el significado de ser el hijo mayor.

A medida que se acercaba a los 30 años, una urgencia comenzaba a resonar en su interior, una que no podía ignorar. Lentamente sin darse cuenta fue surgiendo el sentimiento de que se encontraba estancado en la rutina y de que sus días trascurrían de tal forma que no había logrado dejar una huella significativa.

Tanto en el ámbito profesional como el personal, parecía no haber logrado un cambio trascendental. Los años habían estado marcados más por las incertidumbres que por los aciertos, por lagrimas derramas en la soledad del fracaso, e incontables intentos de levantarse y seguir adelante, buscando ese destello de triunfo que diera sentido al esfuerzo de cada día.

Entonces, ¿Cuándo se convirtió en un mero espectador de su propia vida? ¿Cómo había llegado a ese punto?

Arrugando el folleto entre sus manos, soltó un suspiro cansado. Las palabras impresas en papel parecían inútiles frente a la tormenta interna que lo asediaba. La salida que estaba tomando no era la mejor opción, pero tampoco era la de un cobarde. Al contrario, reconocer su propia vulnerabilidad era un acto de valentía, porque admitir que hay ciertas heridas que no se pueden sanar sin ayuda no era fácil.

Desviando su mirada nuevamente al exterior, Sonny se sorprendió al ver a una mujer jugando con un pequeño niño. Involuntariamente una sonrisa tenue se dibujo en sus labios. El niño, ajeno a las preocupaciones del mundo adulto, reía mientras intentaba dar pasos y tropezaba.

Sin importar cuantas veces caía, se levantaba con la misma determinación y seguía intentándolo

Cuando el pequeño finalmente logró dar más de dos pasos sin caer, caminó con los ojos puestos fijamente en su madre. Al llegar al refugio que representaban sus brazos, ambos celebraron como si se tratase de la llegada a la Luna.

En medio de tanta amargura, un atisbo de esperanza comenzaba a cobrar fuerzas dentro de el. Quizás no todo estaba perdido, aun podía seguir intentándolo, aunque fuera por ultima vez.

Con un gesto de determinación, el coreano se despojó del anillo de su dedo. Ese objeto, que en el pasado le proporciono una sensación de seguridad, ahora lo asfixiaba.

Aunque sus feromonas habían encontrado un equilibrio, la vida no retomaba su curso normal. Cada conflicto, cada duda, era rápidamente suprimida, relegada a un rincón oscuro de su memoria.

Simplemente no quería depender de algo inanimado para controlar sus emociones, anhelaba la libertad, la capacidad de sentir y vivir sin restricciones ni dependencias ¿Sería posible liberarse?

Desde su infancia, sus padres le inculcaron la idea de que el cambio es una constante, que es accesible para aquellos que poseen el coraje suficiente para liberarse de las cadenas del conformismo y la voluntad de enfrentarse a lo desconocido.

- El doctor lo espera -anunció la enfermera, interrumpiendo sus cavilaciones-.

Heung-Min se disculpó por su distracción y se encaminó hacia el consultorio.

Quédate ConmigoWhere stories live. Discover now