CAPÍTULO 10

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Capítulo 10
Regaño y lazo de confianza

๑ Charlotte ๑

— ¡Charlotte!

     La voz de mi hermana me sacó de la ensoñación y rompió de tajo el escenario en color pastel que había creado. 

     — ¡Charlotte, ¿dónde carajos estás?! —Otra vez, volvió a gritarme a la lejanía, y el tono de su voz me hacía pensar que estaba furiosa.

     Guardé el dije debajo de mi sudadera, dirigí el móvil hacia el camino y corrí guiándome de los gritos e insultos de Jane. 

     Otra vez. Ocurrió otra vez.

     En medio del camino, entre dos arbustos formando un arco cuyas flores violáceas presumían su belleza, estaban los tres esperándome. Alenté el paso, midiendo mi distancia. Jane tenía los brazos cruzados y movía desesperadamente un pie sobre el suelo, arriba y abajo, con evidente molestia.

     —Aquí estoy —dije alzando las manos con el móvil, llevando su luz hacia el cielo.

     — ¿Qué diablos crees que haces? —Su tono era vil y afilado como una cuchilla. Me atravesó el corazón—. ¿Dónde estabas? 

     —Lo siento. —Agaché la mirada y cubrí el móvil entre las manos. Junté las piernas, tanto que las puntas de mis pies rozaban entre sí. Era una postura que tenía desde niña cuando me sentía ultrajada—. Lo siento.

     —Recuerda que este no es tu vecindario, Charlotte. —La dureza de sus palabras me golpearon—. No puedes andar por ahí como si fuera tu casa. ¿Entiendes?

     Alcé la mirada y asentí. Jane era tan severa como nuestro padre. Eso le enseñó cuando nos separaron por dos años; cuando nuestros padres nos separaron. Claro, eso fue un poco antes de conocer a nuestros mejores amigos.

     Y yo, volvía a ser tan sensible y distraída como nuestra madre. 

     —No te vuelvas a separar por nada, ¿escuchaste? —Me jaló de una oreja. Me quejé al instante. 

     — ¡Entiendo, entiendo!

     Me soltó de sopetón y me sobé la oreja. Me ardía.

     Vaya, con aquel regaño me quedaban nulas ganas de separarme. Al menos durante nuestra estancia en ese país.

     La vergüenza me subió de los pies a la cabeza cuando recordé que no solo estaba mi hermana, sino también Liam y Sebastián. ¡Qué maldita vergüenza haber sido reprendida por Jane frente a ellos dos! Agaché la mirada.

     —Sentimos mucho este retraso, Sebastián. —Escuché su voz cambiar de dirección. 

     —Sin problema, tía —vaciló—, digo, señorita. 

     —En serio, no sé qué haré con esta niña. Lo sentimos —renegó.

     Y «esta niña» la estaba escuchando. Levanté la mirada y vi como Sebastián me observaba a la distancia; a la corta distancia que nos separaba. 

ERES MI VENENO [EDIT]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon