CAPÍTULO 11

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Capítulo 11
El encuentro

๑ Charlotte ๑

La oscuridad me golpeó al instante en el que entramos a la casa. Por una parte, temí, lo vuelvo a decir, por el miedo infundado en todas esas novelas negras que leí. No evité pensar en un asesino serial que se nos abalanzara amenazando con herirnos de muerte. Sí, exageré.

     Los tres nos detuvimos; de hecho, Liam se detuvo abruptamente y eso provocó que casi cayera encima de él. Lo único que escuché fue un gruñido de su parte. Miré hacia la derecha, tratando de encontrar alguna lámpara o alguna tenue luz que nos diera algo de visión. Miré hacia la izquierda, pero nada. 

     —Sean bienvenidos. —Una voz grave, madura y rasposa, se hizo escuchar en medio de la oscuridad.

     Aquello me hizo dar un brinco y abrazarme del brazo de Liam. Él, por supuesto, me acarició una mano para hacerme sentir que todo estaría bien. Pero ¡por Dios!, nada estaba bien. Ya empezaba a creer que podría ser la protagonista —o al menos la coprotagonista— de una novela de thriller de suspenso y hechos policiacos.

     — ¿Disfrutaron de su viaje? —continuó.

     Mi vista se dirigió hacia el fondo, donde provenía esa voz masculina. A la lejanía, justo frente a nosotros, logré distinguir una silueta de una persona delgada, muy delgada para mi gusto, y alta en cuanto a su estatura. El misterioso hombre estaba sentado en un sillón que, bien por la forma, podría ser del siglo antepasado.

     ¿Acaso aquel misterioso hombre nos habló en inglés? O en un intento de inglés. 

     Por curioso que sea, a pesar de su mal intento del idioma americano, pude comprender.

     Los tres nos quedamos mudos. Sabía de antemano que tanto mi hermana como Liam, no habían entendido ni una pizca de lo que nos había preguntado el hombre. Y yo, la verdad no me sentía con el valor suficiente para responderle.

     Al no obtener respuesta, ese hombre se incorporó de su sillón; entonces, me di cuenta que no era más alto que yo. Tal vez medía lo mismo que nuestro amigo Carter. Y comenzó a dar pasos lentos, pero firmes, hacia nosotras.

     Mi hermana, tal cual soldado después de su adiestramiento y con un solo movimiento, nos cubrió con sus brazos a Liam y a mí. Escuché a Liam bufar. Yo me aferré aún más al brazo de Liam; quizá hasta lo lastimé de tan fuerte que lo apreté. Y un gruñido, junto con un «cálmate Lottie», me lo confirmó. 

     —Oh vamos, queridos invitados. No sean tímidos. —Siguió caminando hasta que se quedó parado frente a nosotros.

     Tragué saliva y encogí los hombros, tanto que seguro mi cuello desapareció.

     Nadie dijo algo. Estoy más que segura que nadie quería decir algo. Al menos, nadie se dignaba en contestarle a ese hombre. 

     Mi corazón empezó a latir con fragor, como un loco desquiciado queriendo salir de un salto por mi boca. Juro que lo sentía en la garganta, ansiando salir despavorido hacia no sé dónde.

     —Bien, se los preguntaré una vez más —continuó en el mismo idioma. Y sé que yo era la única que le entendía; a medias, pero le entendía. Mis oídos captaron un sonido más: los corazones de Liam y de mi hermana latían estrepitosamente, uniéndose a la melodía que cantaba el mío. Los tres nos sentíamos inseguros y en peligro—: ¿disfrutaron de su largo viaje?

     No lo soporté más, y cerré los ojos, apretando los orbes con fuerza, queriendo exprimirlos en mis párpados. Quizá estaba esperando por el ataque, por el golpe final.

     Hasta aquí llegué, papás. Los amo.

     El latido de mi corazón y su melodía creció y creció, ensordeciéndome. Llegó un momento en el que ya no escuchaba nada: ni mi corazón, ni a mi hermana, ni a Liam, ni al hombre frente a nosotros. Llegó un momento en el que me perdí. 

     Hasta que alguien más interrumpió trayéndome de vuelta al mundo.

     —Bien, ¿y por qué no os prendéis la luz? —dijo esa voz angelical en inglés.

     Al abrir mis ojos me encontré con una sala habitación finamente iluminada por un candelabro que colgaba elegante en el techo tapizado de figuras amorfas doradas que jamás, en mi estancia en la casa, llegué a comprender.

     Sebastián Aráoz estaba entre nosotras y aquel hombre que, al mirarlo, corroboré lo delgado y alto, un hombre muy estilizado, que era. Estaba vestido con una camisa blanca cuyo cuello salía de su suéter gris. 

     —Le has quitado el misterio, señor Aráoz —sonrió el hombre frente a nosotras. Su sonrisa fue ligera y alzó unas ligeras arrugas que ya se empezaban a ver en sus comisuras.

     —No, señor Han. Usted os ha atemorizado —replicó el joven español, aquel buenmozo que nos recogió en el aeropuerto de Inchon. Mis ojos se dirigieron hacia él, y pronto me correspondió. Sus ojos ámbar atravesaron los míos. Es más, atravesaron toda mi alma, todo mi ser. Sebastián enarcó una ceja, y agregó—: Mire cómo habéis dejado a la pequeña Lottie del susto.

     Mis mejillas ardieron ante la declaración del mayor. No sé si sentí vergüenza por el apodo cariñoso e improvisado de Sebastián, o por el hecho de que me exhibió frente a todos. Pues sí, soy miedosa, ¿y qué?

     —Vosotros deberéis disculpar a nuestro presidente —dijo en español, y nos mostró una bella sonrisa que hizo que mi hermana sonriera torpemente. La vi de reojo—. A veces suele ser un tanto gilipollas. Pero no lo tomáis a mala leche, señoritas y señorito. El señor Han es guay.

     Mi mirada se dirigió, de nuevo, al señor que Sebastián llamó como «presidente». Lo encontré simpático, con una sonrisa tenue pero sincera. Con la luz del candelabro dándole de lleno al rostro, ya no me pareció tan amenazante. Es más, se veía bonachón, todo un señor amable. Lo examiné, y de grosso modo, le calculé unos 42 años de edad. Tal vez tenía más y aparentaba menos; no lo sé. Sus labios delgados y simétricos se volvieron a arquear.

     —Espero que sepan inglés, señor Aráoz. —Sus ojos oscuros, muy oscuros, y cubiertos por una piel gruesa debajo de ellos, se entornaron al español—. Les he preguntado algo y no respondieron.

     Vi como Sebastián se giró hacia nosotros, y con unos ojos serios, severos para mi gusto, y sin ninguna sonrisa amable, nos habló en nuestro idioma. 

     — ¿Alguna de vosotras sabéis inglés?

     Mi hermana y Liam negaron con un movimiento energético de cabeza. 

     Era mi momento.

ERES MI VENENO © CH THUNDERY
MONSTER PROJECT © CH THUNDERY

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¡Hola! Después de seis días, aquí andamos actualizando.

Les recuerdo que esta historia consta de tres partes ... Las cuales son muy largas, así que pido paciencia.

Saludos.

ERES MI VENENO [EDIT]Where stories live. Discover now