Verdades que duelen

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Edward

Conozco a Bella lo suficiente para saber cómo se siente. Una de las pocas cosas que nos distanciaba cuando éramos pareja era el... desfase temporal. Veo a Rosalie ahí, mirando a través de los ventanales a los hijos de la manada, y sin oír sus pensamientos sé que hay en ellos; ella siempre quiso una familia, casarse, tener hijos, cuidarlos... así eran las cosas en su época. En cambio, Bella es de otro siglo, para ella esas son cosas anticuadas, antes de estar conmigo o con Jacob jamás pensó en casarse o en ser madre, para ella eso era estar chapado a la antigua, así que, no me extraña nada que ahora crea que le pedimos que se quede porque es mujer, y nada más lejos. Ella es valiente y emocionalmente mucho más fuerte que la mayoría, pero también es humana, como Emily, ninguna de ellas, por más fuerte y valerosa que sean, podrían entrar en batalla contra seres sobrenaturales como somos nosotros, y Bella, aunque en su interior lo sepa, odia no poder hacer nada.

Sarah

Todos están en esa enorme casa planeando a saber qué, aunque he oído algo sobre asaltar un castillo, suena tan surrealista... pero claro, si los Cullen son vampiros... Miro mis manos, llenas de arañazos y salto al suelo.

―¿Crees que alguna vez nos transformaremos? ―pregunto a Sammy.

―No lo sé, es algo en lo que no pienso mucho ―responde él subido aún en la rama.

―¿Por qué? ¿Es que no quieres?

―Tampoco lo sé.

―Si tuviese garras en vez de manos, seguro que podría subir más alto ―le digo mirando a la copa del árbol.

―¿Cuándo has visto a un lobo subir a un árbol?

Me quedó mirándolo, lleva razón.

―¿Qué piensas sobre todo eso de los vampiros? ―le preguntó mirando ahora hacia la casa.

―Que da un poco de yu-yu... No les late el corazón, no respiran...

―Pero Edward... Él y su familia parecen tan normales ―comentó fijándome en la mujer rubia que nos observa.

Edward

―¿Cómo estás? ―preguntó al acércame a Rose.

―Esos niños...

―Lo sé ―respondo y no puedo evitar oír lo que piensa―. Es un tema del que apenas hemos hablado.

―Pero ella querrá algún día ―me dice refiriéndose a Tala.

―Una vez me dijo que encontraríamos la manera de hacerlo juntos.

―No me odies Edward, pero creo que eso no es posible, ¿qué clase de vida tendría? ―me pregunta con verdadera preocupación.

―Mira a Sarah y Sammy, ellos son felices ―respondo a sabiendas de que la vida de los lobos y la nuestra no tienen nada que ver.

―No es lo mismo. Ni siquiera sabes si, con su condición, Tala podría quedarse embarazada... Quizá podríais adoptar, ¿pero a quién? ¿Un humano? Él crecería, envejecería y acabaría muriendo, ¿podrías ser feliz con eso? ¿Cómo le explicarías lo que somos o lo que es su madre? ¿Cómo le dirías que él se irá haciendo viejo mientras tú aparentas ser un adolescente?

Tala

Al oír a Rosalie estallo la copa que tengo entre las manos. El estrépito sorprende a los dos, que parecían tan inmersos en su conversación que no se han percatado de mi presencia. A medida que la he ido escuchando, he ido imaginando cada cosa que decía, y al fin he entendido que ser madre no es una opción para mí, y eso me ha parado el corazón del mismo modo en que lo hubiera hecho la ponzoña de Edward de no haber sido como soy. «Quizá esa hubiera sido la mejor opción».

―No digas eso ―me llega la voz de Edward como si se encontrase a kilómetros de mí.

―Tala, lo siento, no quería ―intenta disculparse Rosalie, pero no dejo que acabe.

Promesa de una quileuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora