Alcide

610 52 0
                                    

Tala

Estoy contenta porque Alcide haya aceptado conocer a la manada y a Edward. Caminamos cogidos de la mano, algo que antes hacíamos a menudo, tenerlo a mi lado me hace conectar con una parte de mí que casi había olvidado. Soy consciente de que no se quedará mucho, pero no quiero pensar en ello, solo quiero disfrutar de su compañía todo el tiempo que pueda.

Llegamos a casa de Sam, oigo los cuchicheos de todos, entro y tiro de la mano de Alcide para que pase conmigo. Todos nos miran expectantes, excepto Edward que parece molesto, y Alcide lo percibe, noto como aprieta mi mano. No sé hasta que punto puede ser peligroso tener cerca a dos seres con un instinto protector tan fuerte hacia mí. Sacudo la cabeza con disimulo para apartar las preocupaciones, y hago las presentaciones pertinentes. Sam nos invita a sentarnos, lo que significa que quiere saber más sobre Alcide, al que, conociéndolo, no le agradará la idea de tener que hablar sobre sí mismo delante de tantos desconocidos.

—¿Te importa si les hablo un poco de tí? —pregunto en un susurro, más por cortesía que para que el resto no se entere, ya que todos pueden oírme.

Alcide me mira, claro que le importa, esto no le gusta, pero aún así asiente.

—Alcide y su padre vivían en mi aldea, él fue el primero en transformarse, hasta que solo unos días después lo hizo mi hermano, desde entonces se hicieron inseparables. —Aprieto su mano cuando digo esto—. Yo me transformé meses después, y a mi hermano no le hacía mucha gracia tenerme siempre pegada a ellos, era su hermana pequeña y le hacía sentir incómodo, así que siempre intentaba darme esquizano. Él era el alfa, así que el resto hacia lo mismo, todos menos Alcide. Cuando empezamos los entrenamientos, las patrullas, Alcide era el único que me acompañaba. Hasta que un día, él y su padre tuvieron que marcharse.
—¿Por qué? —interrumpe Sam.
—En nuestra aldea había una serie de normas muy estrictas —responde Alcide—, y mi padre no estaba de acuerdo con algunas de ellas, así que lo expulsaron.
—Y Alcide se marchó con él —continúo—. Yo me sentí abandonada y pasé mucho tiempo enfadada con él, hasta que mi hermano habló conmigo. La marcha de Alcide le afectó más que a mí, más que a ninguno de la manada. Desde ese día, mi hermano y yo estuvimos más unidos que nunca, nos convertimos en la parte de Alcide que el otro necesitaba. No volvimos a encontrarnos hasta casi un año más tarde de su partida, y después de eso venía de visita cada pocos meses.
—Mi padre se hizo nómada y me arrastró con él —sigue Alcide—, pero nuestra relación nunca fue buena, así que terminamos por separar nuestros caminos. No podía regresar a la aldea, pero tampoco aceptaba estar bajo el mando de otro alfa que no fuese el mío, porque en el fondo, aunque hubiese dejado mi pueblo, nunca abandoné mi manada. Un día sentí que algo dentro de mí desaparecía, como si me faltase algo, pero en aquellos momentos tenía otros asuntos que me preocupaban. Cuando por fin pude regresar, allí ya no quedaba nada.

Cuando Alcide concluye su historia, la tristeza se refleja en la cara de todos, incluso en la de Edward. Sam es el primero en hablar.

—Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras.
—No busco una manada —dice Alcide.
—No he dicho eso, ya lo daba por sentado.
—¿Y una cena? —interviene Emily— Esta noche tenemos algo que celebrar y estás invitado.
—No quiero ser un estorbo —responde Alcide.
—Y no lo eres, eres un invitado —dice Emily sonriendo.
—Eso me recuerda que tendremos que recoger a los niños, verás como se ponen cuando le damos la noticia —dice Bella.
—¿Niños? —me pregunta Alcide.
—Dos, casi tres —le digo—. Si decides quedarte los conocerás.

‹‹Tenemos que hablar››.

‹‹¿No puedes esperar?››

‹‹No››.

—¿Por qué no vienes a casa y te das una ducha? —le ofrezco a Alcide. Él me mira dudando—. ¿Cuánto tiempo llevas sin salir de fase? Te vendrá bien.

‹‹¿Lo invitas a casa?›› Edward otra vez, pero no respondo.

—Está bien —acepta Alcide.

Me pongo en pie, aún cogida de la mano de mi amigo y camino hasta la puerta. Edward se levanta para seguirnos.

—Volved para la cena —nos dice Emily.
—Aquí estaremos —respondo.
—¿Una carrera? —me propone Alcide cuando estamos fuera.
—Ahora soy mucho más rápida.
—Demuéstralo —dice quitándose la camiseta.
—Os espero allí —dice Edward y desaparece. 
—¿Qué le pasa a tu vampiro?
—Es demasiado protector.
—¿Solo eso?

En lugar de responder, entro en fase y echo a correr. Alcide me sigue de cerca, lo miro y solo hay silencio, ya no somos manada.

Edward

Corro a casa para llegar antes que ellos, necesito estos minutos para relajarme, no me gusta cómo piensa de ella, ese lobo cree que Tala es algo suyo. Y ella... ella también lo siente, no le ha soltado la mano desde que llegaron y esa cercanía entre ellos me incomoda. Ya había asumido que debía compartir su amor con la manada, incluso lo entiendo, Tala los quiere como quiero yo a mi familia, pero con Alcide hay algo más que cariño fraternal, hay algo más íntimo, algo a lo que Tala no me deja llegar en su pensamiento, o quizá sea algo que no está en su cabeza, sino un sentimiento, si Jasper estuviera aquí...  si ella quisiera explicármelo.

—Ya estamos aquí —dice Tala desde la entrada.
—¿Esta es tu casa? —pregunta el lobo.
—Más o menos. Sube a ducharte, te buscaré algo de ropa, seguro que hay algo de Emmett por aquí que te sirva.
—¿Quién es Emmett?
—Uno de los hermanos de Edward, ya te he hablado de él.
—Puedes usar el baño que quieras —digo al acercarme a ellos.

Tala

Alcide no dice nada y se va a la ducha. Edward me coge de la mano y me lleva a la cocina. Espera en silencio hasta que se oye el agua de la bañera correr.

—¿A qué viene tu comportamiento? —le increpo antes de que diga nada.
—No me gusta.
—Eso ya lo las dicho, ¿por qué no te gusta? Ni siquiera lo conoces.
—No necesito conocerlo para saber lo que piensa.
—¿Y qué piensa?

Edward no responde.

—No puedes ponerte así cada vez que me acerco a alguien.
—No lo hago.
—Porque no tengo más amigos, ni más familia. Él es un hermano para mí, tienes que entenderlo.
—¿Eso es lo que sientes por él?
—No creía que pudieras ser tan celoso —le digo con tono de decepción.
—No es eso, no sé lo que es, pero sé que hay algo más.
—Te prometo que no lo hay.
—Ahora, pero ¿lo hubo alguna vez?

Su pregunta me deja muda. La respuesta que tengo no es la que él quiere oír, pero tampoco quiero mentirle.

— Tala respóndeme.
—Eso pasó hace años.
—¿Qué pasó?
—Tuvimos una relación —confieso—, pero de eso hace ya más de diez años, y apenas duró, él iba y venía, era imposible mantener una relación así.
—¿Y que sientes ahora por él?
—Lo quiero, pero del mismo modo en que quería a mi hermano, del mismo modo en que quiero a Jacob.
—¿Estás segura?
—Lo estoy. —Me acerco y pongo mis manos en su cuello—. Edward te amo a tí, no puedes desconfiar de mis sentimientos, si lo haces, si desconfiamos el uno del otro, ¿qué clase de relación tenemos?
—Confío en tí y en tus sentimientos.
—Pues deja de actuar así, no te pido que os hagáis amigos, pero sí que intentes verlo como lo que es, mi amigo.
—¡Enana! —me llama Alcide.
—¿Enana? —pregunta Edward.
—¿Has visto su tamaño? Pues mi hermano era igual, al lado de ellos parecía una niña pequeña, siempre me ha llamado así.
—Ve a llevarle la ropa, está pensando en salir solo con una toalla.

Me río ante la cara que pone Edward, le doy un beso en la mejilla y lo dejo en la cocina.

Promesa de una quileuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora