Vuelta a casa

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Edward

―¡La vas a matar! ―ruge Alcide, intenta abalanzarse sobre mí, pero Erick le corta el paso.

―Es su decisión ―dice poniéndole una mano en el pecho.

―Apártate, si no hubiese sido por...

―¿Crees que no lo sé? Sé lo que ha hecho, pero eso no cambia nada.

Alcide bufa, pero da un paso atrás. Eric me mira y, por primera vez, la imagen que veo de Tala en su mente, no me desagrada. «Es especial, y fuerte. Lo logrará» lo oigo y asiento, rezando para que esté en lo cierto.

―Vamos hijo ―me apresura Carlisle.

Al contacto de mis labios con la piel de su cuello puedo sentir cómo su característico calor la ha abandonado y cómo su piel ya se está endureciendo. Un flashback me deja paralizado, una imagen de mi mismo sobre el cuerpo de Bella, pero esta vez, la decisión es otra; hoy, en este momento, debo morder, atravesar piel y músculo para inyectar mi ponzoña en su cuerpo. Reaccionó y lo hago, siento el sabor de su sangre, ya conocido para mí, siento el leve impulso de mi instinto, pero solo dura una fracción de segundo, y dejo que el veneno fluya.

Tala no tarda en comenzar a gritar y retorcerse de dolor, rescatando de mi memoria mi propia transformación, eso me da esperanzas, aunque en la mente de Jacob todo se ve de otra manera, él no ve lo que mismo que yo, él está viendo como muere sumida en un profundo dolor.

―Suficiente ―me llega la voz de Carlisle junto al tacto de su mano en mi hombro.

Me alejo del cuello de Tala, pero me aferro a su cuerpo, intentando contener sus espasmos. Ya no grita, pero no deja de retorcerse.


Jacob

No puedo seguir viendo cómo Tala sufre, me alejo de ella y voy hacia Seth para que me pase algo de ropa. Cuando me estoy abrochando los vaqueros, Sam, Jared y Paul aparecen junto a los vampiros, quienes traen los restos de varios cuerpos. Para ese momento, Esme ya tiene la hoguera preparada, y sin contemplación alguna, tiran sus restos a ella.

―En cuánto nos vieron intentaron atacarnos ―explica Jasper.

―Las redujimos ―continúa Sam mientras se viste―. No aceptaron rendirse.

―¿Ya no quedan más? ―pregunta Seth.

―Eso creemos ―responde Emmett.

―Edward podría... ―comienza Paul.

―Ahora no puede ―lo interrumpo.

―No debería haber nadie más, y de quedar alguno, si no ha aparecido aún, ya no lo hará ―dice Jasper―. Además, con los Vulturi acabados, lo que quede de su guardia se dispersará.

―No hay nada de lo que preocuparse ―asegura Alice.


Edward

El cuerpo de Tala se ha relajado de golpe, creo que se ha desmayado, pues sigue respirando y su corazón, aunque débilmente, sigue latiendo. No sé en qué momento ha llegado Rosalie, pero está a mi lado, limpiando los restos de sangre del rostro y el cuello de Tala. En su mente, todo gira en torno a un mismo pensamiento: «Lo siento tanto, esto no debería ser así, eres una loba... la única que me cae bien... Pero, por favor, resiste, aguanta la transformación y vuelve con nosotros».

―Lo hará, sé que lo hará ―le digo.

Rosalie pone su mano sobre la mí e intenta sonreír. Este es uno de los únicos momentos en que se muestra compasiva.

―¿Cómo está? ―pregunta Sam conteniendo el malestar por la decisión que ha tomado Tala.

―No estoy seguro, parece que aguanta ―me sincero.

―Después, ¿será como vosotros?

―No lo sabemos, con su condición...

―Entiendo ―suelta y se aleja de nosotros.

No lo ha dicho, y dudo que lo haga alguna vez, pero se siente igualmente orgulloso y decepcionado con Tala, admira cómo ha luchado, pero no comprende su decisión, ahora mismo está tan confuso como la mayoría de nosotros.

―Debemos irnos ―anuncia Carlisle―. Seguiremos el plan que teníamos.

―¿Es buena idea que ella vuele así? ―pregunta Jacob.

―La trasladaremos rápido y cuidadosamente, en el avión tenemos todo lo que podamos necesitar ―lo tranquiliza Carlisle.


Jacob

Algunos se marchan con Edward y Tala, otros nos quedamos para avivar las llamas y ayudar a que el fuego se propague, no queremos dejar rastro de nuestro paso por aquí. Todos sabemos lo que tenemos que hacer y actuamos rápido y coordinados, pero nadie habla, nadie dice nada. La felicidad y la euforia por la victoria han pasado a un segundo plano, sé que todos pensamos en Tala, imagino que unos preocupados por su estado y otros por la decisión que ha tomado, yo solo quiero verla bien, me da igual lo que sea, en lo que se convierta, ella siempre será mi hermana. Este pensamiento me sorprende, jamás pensé que podría querer algo así, pero con la llegada de Tala cambiaron tantas cosas, hemos vivido tanto... Solo espero poder volver a abrazarla y correr junto a ella por el bosque.

Abandonamos el lugar por donde habíamos entrando los lobos, salimos de uno en uno sin llamar la atención y nos vamos dispersando para reencontrarnos en el aeródromo.


Edward

No me atrevo a ir demasiado deprisa, temo hacer algún movimiento que afecte al estado de Tala. Carlisle corre a mi lado sin dejar de vigilarla, Alice va delante, indicando qué calles coger y Rosalie detrás nos cubre las espaldas. Llegamos al aeródromo en cuestión de minutos y subimos al avión privado, en su interior hay un espacio donde puedo dejar a Tala tumbada y donde Carlisle había dejado preparado instrumental médico y una nevera con bolsas de sangre, así que, nada más dejarla allí, entre él y yo nos disponemos a limpiarle las heridas que aún no están sanando. Emmet es el siguiente en llegar cargado con nuestro escaso equipaje y el de los lobos y, poco a poco, los demás también van apareciendo. Esme reparte bebidas y comida entre los lobos, Alice y Jasper se susurran al final del avión, Carlisle vigila las constantes de Tala, y Rosalie no se separa de nuestro lado.

Promesa de una quileuteWhere stories live. Discover now