Feliz cumpleaños

28 7 0
                                    

Tala

No sé cómo me he dejado convencer por Alice, tengo mucho miedo de su extravagancia, pero la intervención de Edward me ha dejado un poco más tranquila. He salido fuera de la casa, necesitaba estar a solas un segundo, miro al bosque apoyada en la barandilla, pensando en todo lo que ha pasado en menos de veinticuatro horas; tantas emociones y tan intensas, es algo que te deja completamente exhausto, y Alice pretende poner la guinda con una fiesta. No sé si lo ha hecho para celebrar el cumpleaños de Edward realmente, o para obligarme a contárselo hoy mismo a la manada y así acelerar sus planes de boda, o quizá, simplemente, lo ha hecho para reunirnos a todos en un ambiente más relajado.

―¿Puedo o prefieres estar sola? ―Me pregunta Rose desde la entrada.

―No, un poco de tu compañía me vendrá genial.

―Muchas emociones, ¿eh?

―Demasiadas ―confieso―. ¿Puedo pedirte un favor?

―No dejaré que Alice se descontrole ―me asegura adivinando exactamente lo que iba a pedirle.

―Rose, ¿cómo es estar casada? ¿Es cierto que te cambia la vida? ―Pregunto, ahora, un poco asustada.

―Cuando era joven, cuando aún respiraba, pensaba que sí. Pero no, no al menos con Emmett ―se ríe―. Es una manera tradicional de celebrar vuestro amor, y ya sabes cómo es Edward a ese respecto.

―Sí, creo que esto le hace feliz.

―Te puedo asegurar que así es. Pero entre vosotros todo seguirá siendo como hasta ahora, aunque pases a llamarte Talla Cullen, o Tala Masen, o Tala Masen Cullen o...

―O seguir siendo Tala Black.

―Este es uno de esos temas que tendrás que discutir con tu futuro marido ―me dice sonriendo.

―Mi futuro marido...

―Me gusta como suena eso ―oigo a Edward.

―Os dejo a solas pareja ―se despide Rose.

―¿No quieres llevar mi apellido?

―¿No es un poco anticuado? Además, ser una Black... Mi apellido es de las pocas cosas que me quedan de mi origen.

―Entiendo ―me dice, pero sus ojos se han tornado levemente.

―Quizá pueda sobrevivir siendo Black Cullen, ¿podrías tú?

―Nada me haría más feliz... ―Su sonrisa se interrumpe con un pensamiento―. Alice quiere que llames a la manada.

―Voy, pesada ―le a la vampira sin alzar la voz.

Le doy a Edward un rápido beso y me marcho al interior de la casa, no solo tengo que llamar a la manada, tengo que salir en busca de un regalo para Edward, y no sé si en Forks encontraré algo.

Edward

He oído a Tala hablar por teléfono con Jake, él le aseguró que avisaría a los demás, incluido Alcide; después, me ha dicho que quería salir un rato a despejarse, pero en lugar de adentrarse en el bosque, como suele hacer, ha cogido su moto. Abandonándome, así,  a mi suerte con Alice convertida en torbellino corriendo de un lado a otro dándonos órdenes a todos y llamando por teléfono a la pastelería y no sé cuántos negocios más.

Unas horas más tarde, el jardín de casa no tiene nada que ver con su aspecto habitual; hay guirnaldas de luces colgando de todos los lugares posibles, una pequeña carpa blanca en cuyo interior resguarda una mesa de bebidas y cócteles, una larga mesa en el centro rodeada por sillas y decorada con flores silvestres... Menos mal que ha descartado su primera idea sobre la boda, sino Tala habría intentado matarla.

Promesa de una quileuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora