Entre sueños y pesadillas

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Tala

La carta de los Vulturi en respuesta a la noticia de Carlisle no tardó en llegar, y así, nuestros planes siguen avanzando tal y como los teníamos previstos; la manada tiene sus pasajes para días alternativos, los Cullen tienen todos los cabos atados y, a mis entrenamientos en lucha y con la sangre, se han unido las reuniones con Carlisle, en ellas, él me cuenta cómo son, qué esperan de los vampiros en general, y de nosotros en particular, cómo debo actuar en su presencia, y no solo en cuestiones de protocolo, sino también a moverme como un vampiro, controlar la respiración, los gestos, la mirada... En definitiva, me facilita todo aquella información que pueda servirme de utilidad cuando este en su presencia.

Al principio, todo eso me abrumaba, pero a medida que pasan los días, las cosas van haciéndose más fáciles. Aunque he de confesar que, en ocasiones, llego a sentirme más como un vampiro que como un licántropo, y odio esa sensación; sí, puedo aceptar que sufrí una especie de mutación extraña y no conocida hasta ahora, al menos por nosotros, pero soy, y siempre seré, una loba, y no quiero sentirme de ninguna otra manera que no sea esa.

Y, por otro lado, están Edward, la boda y, por supuesto Alice; eso sí que me abruma y asusta a partes iguales. Sé que no planea grandes cosas, Rose me lo asegura cada día, pero por muy pequeño que sea, seguirá siendo el día de mi boda, y lo único que me dejan elegir es la fecha, la cual, obviamente, aún no he decidido. «Si ni siquiera sé si seguiré viva en unas semanas, cómo puedo saber qué día me parece el idóneo para casarme».

«Uno en el que aún sigas respirando» me llega el pensamiento de Edward.

«¿Otra vez espiando? ¿Vuelves a las andadas?»

«Piensas demasiado alto cuando te pones nerviosa» se excusa.

«Eso de la boda, me altera demasiado».

«¿Más que un enfrentamiento contra un antiquísimo y poderoso clan vampírico?»

Giro la cabeza hacia mi izquierda, miro a Edward, lo observo, y aprieto los dientes para frenar la respuesta que mis labios iban a pronunciar.

―Eso, extrañamente, me alegra ―dice en voz baja caminando hacia mí.

―¿El qué?

―Que nuestra boda te preocupe más.

―Yo no he dicho... ―me detengo antes de acabar una frase que de poco serviría―. De todos modos, no creo que solo sea extraño que te alegre, sino un tanto preocupante.

En ese momento, Edward llega a mi lado y se pone en cuclillas frente al sillón en el que estoy sentada, apoyando sus manos ligeramente en mis rodillas.

―Eso significa que te importa lo suficiente ―continúa susurrando,

―A veces, no sé qué tienes en la cabeza, ¿cómo es posible que sigas dudando?

―No dudo de ti, pero esto que tenemos es tan inverosímil que, en ocasiones, el miedo a despertar me abruma.

Pongo mis manos a ambos lados de su cara y lo miro fijamente a los ojos, perdiéndome en el ámbar de sus iris.

―¿Y si soy yo la que está soñando?

―Ahora vives en mi sueño. Nunca vas a despertar.

Edward

Movido por un impulso más fuerte que la sed, alcé a Tala del sillón y la subí a nuestro dormitorio, donde pasamos horas entre caricias, besos y susurros. Ahora, bien entrada la madrugada, sigo inmóvil a su lado, concentrado en sus sueños, observando furtivamente cada una de las historias que su subconsciente inventa.

Hay bosque, velocidad, caza, sangre... Pero también hay música, paz y la calidez de un abrazo. Oscuridad, y un reflejo luminoso antes de que el escenario cambie por completo; la brillante luz llega desde la puerta, fuera todo es blanco, veo bóvedas y arcos de piedra, bancos de madera ajada por el tiempo, aunque no deslucida, flores blancas... Es un lugar familiar para ella. Sin percatarme de ello, el lugar se llena de rostros conocidos... y me veo a mi mismo, junto a Carlisle al final de un pasillo... De pronto, la oscuridad vuelve a invadir el lugar, transformándolo en otro muy distinto y, por desgracia, conocido para mí. Es increíble cómo su mente puede recrear lo que Carlisle le ha contado sobre el hogar de los Vulturi. Puede verlos, sentados en sus tronos. La sensación de paz de hacía unos minutos se ha desvanecido por completo, ahora hay furia, preocupación, aunque ni rastro de miedo... Oigo gritos, aullidos y lamentos, y todo huele a sangre.

El corazón de Tala comienza bombear más deprisa y, sin darme cuenta, hace un movimiento brusco, tensa todo su cuerpo, y la conexión entre nosotros desaparece con el sonido de un crujido. La veo sudar, moverse inquieta, retorcer la sábana a la que sus dedos se aferran con fuerza, y no sé qué hacer.

Tala

Los Vulturi nos esperaban, estaban preparados y la lucha se ha transformado en una masacre, hay pelos, piel, huesos y sangre por todas partes. Intento luchar, golpeo y muerdo todo lo que está a mi alcance, pero es insuficiente. Alguien tiene a Edward, es grande y corpulento, y él apenas puede zafarse de su agarre. Quiero ir hacia él, pero el aullido de Jake me llega desde el otro lado de la sala, Jane lo mira despiadada, y sé perfectamente lo que está haciendo, no lo puedo dejar así, pero tampoco puedo abandonar a Edward a su suerte. Amo a Edward, pero Jake es mi hermano, mi sangre. Me quedo petrificada, mis cuatro patas ancladas al suelo, aprieto los dientes, aúllo y, de repente, siento un peso sobre mi cuerpo, oprimiéndome tan fuerte que el aire abandona mis pulmones y caigo contra el suelo. El intenso dolor de los colmillos en mi cuello...

A mi alrededor todo está oscuro, jadeo intensamente, siento mi rostro empapado en lágrimas y sudor y me duele todo el cuerpo.

―Tranquila, solo ha sido una pesadilla ―oigo a Edward y, de golpe, mi cuerpo se relaja. Espiro y me giro buscándolo en la penumbra―. Estoy aquí.

―Ha sido horrible.

―Lo sé ―dice y comienza a apartar el pelo de mis hombros y cuello.

―¿Lo has visto?

―No, pero te he visto sufrir... Siento no haberte despertado.

―Solo una pesadilla ―digo en voz baja para mí misma.

Promesa de una quileuteМесто, где живут истории. Откройте их для себя