Al fin solos

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Aviso: aunque esta obra, como la que la precede, tiene activado el aviso sobre contenido adulto, este capítulo describe escenas más explícitas de lo que estáis acostumbrados a leer en mis historias.

Tala

—Ya no tienes que controlarte —le digo mientras me quito la camiseta.

Vuelve a sus caricias y a sus besos, llega a mi clavícula para dibujarla con la punta de su lengua, continua bajando hasta mis pechos y se recrea en esa zona, es un roce leve, suave, pero consigue que todo mi cuerpo arda en deseo. Sigue con su descenso hasta mi vientre... No puedo esperar más, empujo su pecho e intento hacerle rodar para ponerme sobre él, pero me lo impide, agarra mis muñecas con una sola mano y se acerca a mi oído.

—Hoy voy a disfrutar de tí.

Cuando se retira lo miro sin saber a qué se refiere exactamente.

—Ahora lo verás —susurra de nuevo.

Hace fuerza con la mano y tira de mis muñecas levantándome, pasa su cabeza entre mis brazos, pone la otra mano en mi muslo y me alza en el aire, a lo que yo respondo entrelazando mis piernas a su cintura.

En un pestañeo me lleva al dormitorio y me deja caer en la cama. Se sienta a horcajadas sobre mí, vuelve a apresar mis muñecas con una mano y me dedica una mirada traviesa. Coge una de las almohadas, se la lleva a la boca y de un tirón le saca la funda, lanza la almohada lejos con un ligero movimiento de cuello, levanta mis brazos por encima de mi cabeza y usa la funda para atar mis muñecas dejándome inmovilizada. Podría deshacerme del amarre fácilmente, pero este juego me gusta, esta es una faceta de Edward que desconocía y creo que me va a gustar descubrirla.

—Esto... —intento decir, pero me silencia poniendo un dedo en mis labios.

Ese mismo dedo pasea lentamente desde mis labios hasta mi vientre, donde se detiene trazando círculos alrededor de mi obligo. Su otra mano entra en juego para desabrochar el botón de mis vaqueros y liberar mis piernas con un rápido movimiento. Sujeta mis tobillos, me hace separar las piernas y levantar las rodillas, y continúa con el paseo que había dejado en mi vientre. Pasa el dedo entre mis piernas, baja por un muslo y sube por el otro, pasa por mi cadera, sigue subiendo y se entretiene en mis pechos. Mi cuerpo se contonea y cierro los ojos para concentrarme en sus caricias. De pronto, el dedo desaparece y deja paso a sus labios, suaves y húmedos, que repiten el mismo recorrido que hizo con su dedo. Estoy a punto de romper mi atadura, no puedo resistirme más.

—Solo un poco más —susurra cuando llega a mi oreja.

El efecto que causa su voz en mi oído es una devastadora excitación, quiero que me posea y lo quiero ya.

Cuando vuelve a bajar, recorriendo mi cuerpo con su lengua, dejo escapar un gemido contenido, y después otro, ya no puedo controlarlos. Sigue jugando con su lengua, bajando, mucho más abajo... ya no aguanto más, mi cuerpo está llegando a su límite, rompo mi atadura liberando mis manos y él cesa.

—No... —gimo, no quiero que pare.

Edward vuelve a perderse entre mis piernas y mi cuerpo reacciona al instante, pongo las manos a ambos lados de mi cuerpo y aprieto las sábanas entre mis dedos. Siento cada roce de su lengua, sus dedos aferrados a mis caderas, y mi cuerpo se retuerce de placer, la excitación me hace jadear y no me deja ni abrir los ojos. Las llamas me consumen desde dentro y estoy a punto de estallar, pero un segundo antes, él vuelve a detenerse.

—No... por favor... —ruego con un hilo de voz.

Siento que se aleja y abro los ojos para saber qué hace. Observo cómo se deshace de su ropa, para hacer lo mismo con lo poco que me queda puesto.

Cuando se acerca de nuevo a mí, intento tocar su torso, pero me lo impide, me mira negando con la cabeza y una sonrisa en sus labios. Agarra mis caderas con fuerza y gira mi cuerpo. Estoy boca abajo, con el cuerpo desnudo de Edward sobre mí. Desliza sus dedos desde mi nuca hasta donde acaba mi espalda, para ahí y me besa justo donde ha detenido su caricia, deja salir su lengua y recorre mi columna vertebral, llega al lóbulo de mi oreja, pasa a mi hombro y lo muerde. Su mano serpentea por mi cuerpo y se cuela entre la cama y vientre, haciéndome alzar la cintura. Me siento impaciente y muevo mis caderas ansiosa, él responde a mi demanda y al fin lo siento dentro, me hace suya con movimientos impetuosos. Muerdo la almohada par ahogar mis gemidos, mi cuerpo se mueve involuntariamente siguiendo el ritmo de suyo. Ya no puedo más, siento que me lleva al límite, pero, sin previo aviso se frena de nuevo. Giro la cabeza para mirarlo, aprieto los dientes para cortar mis jadeos, él está sonriendo.

—Aún  no —me dice.

Me tiene a su merced, está jugando conmigo y eso le divierte.

Voltea mi cuerpo de nuevo, mi espalda choca con la cama y se arquea, mi cuerpo demanda el suyo, y ya no tengo control sobre él. Se tumba sobre mí, me besa y me sumerjo en su sabor, hasta que sus dedos vuelven a transportarme a ese estado enardecido con el que lleva todo el tiempo jugando. Clavo mis uñas y rasgo la piel de su espalda, mi cuerpo se retuerce con cada movimiento de su mano, y cuando estoy a punto de alcanzar el clímax, siento su embestida; es fuerte, impetuoso, brusco. Esconde su rostro en mi cuello y gime, excitándome aún más. Paso mis manos por su espalda para agarrarme a sus hombros. Él se levanta llevándome con él, nuestros cuerpos no se separan mientras se sienta y lo rodeo con mis piernas, pone las manos en mis caderas apresurando mi movimiento. Sus dedos se hunden en mi piel, todos mis músculos se tensan, mi espalda se yergue para volver a encogerse cuando el placer más absoluto invade todo mi ser. Lo miro a los ojos, solo un segundo, veo que experimenta el mismo gozo que yo, apoyo mi frente en su hombro, mis muslos aprietan sus costados y todo mi cuerpo se afloja, dejando caer todo mi peso sobre él.

Permanecemos en la misma postura unos minutos y después, sin soltarme se recuesta sobre la cama.

Promesa de una quileuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora